lunes, 31 de agosto de 2015

La necesidad de entender disciplina y libertad

Te pregunto, ¿cómo puedes hablar de "perdón" y a continuación decir que es algo vital pero mirar hacia otro lado cuando se te habla de "respeto"?

Hablamos diariamente de lo que está bien y de lo que está mal y apostillamos continuamente cada comentarios que oímos al respecto. Es muy fácil publicar un artículo, realizar un escrito e incluso grafitear una frase, en todo lo anterior expresando el derecho a ser libres y a tolerar a los demás. Pues bien, más que un derecho, (y haciendo uso de mi propio espacio personal), pienso que es una necesidad. 
¿Cuántas veces he oído aquello de que "tu libertad se acaba donde empieza la mía"? ¿Alguien puede explicármelo? ¿O es que es tan solo uno de esos clichés tontos que se dicen, una filosofía barata que es más fácil de usar que de llevar a cabo? 

Ni mi libertad empieza ni tu libertad acaba. No estamos criados igual, no tenemos las mismas referencias educativas, culturales ni religiosas. Incluso haciendo más hincapié, ni en dos casas vecinas se come de la misma manera. Así que ya nos pueden intentar inculcar las mismas ideas que, si bien esas dos personas seguirán unas directrices más similares que entre otros, cada uno actuará de una manera propia. Hasta aquí todo parece muy lógico, pero lo cierto es que la complejidad humana es tal que no se puede encerrar en los libros que pretenden enseñarnos ni en un "¡cómete toda la sopa o no vas a crecer!". 
Los niños son niños y cuando sea madre comeré huevos, pero hoy quiero dejar aquí constancia de la NECESIDAD que hay de unir el concepto de disciplina con el de educación. 

En esa mezcla tan convencional debería haber más comprensión, más tolerancia, más respeto. Doy las gracias a todos los que intentan dar espacio para que cada uno pueda crear sus propias opiniones, ¿porqué la gente escucha "cristiano" o "musulmán" y parece asustarle pero si alguien practica el budismo es el más snob? La religión, el ser celestial al que cada uno rece no tiene tanta relevancia como el bien que le haga a esa persona consagrarle su fe; "la fe mueve montañas" y yo quiero aportar "sea cual sea esa fe". Y por lo que voy a decir a continuación espero que se haga un esfuerzo por entender lo que pretendo decir:

No creo que alguien que no apoye la homosexualidad sea "ignorante", precisamente ese no sería el adjetivo. De la misma manera que me parece mal la violencia que sufren ambos grupos (tanto a favor como en contra de homosexualidad). Al fin y al cabo son unas ideas que hemos recibido de nuestra educación, experiencia personal, cultura o tiempo en el que nos ha tocado vivir. Me parece normal que a mi abuela de 85 años no le parezca bien esa opción sexual porque ha vivido en un país en el que estaba penado; cuando era joven y construyó sus ideas, las bases iban en contra de que dos mujeres u hombres se besaran en público. 

Espero que no se malinterpreten mis palabras, no por el hecho de que alguien se haya criado en un país en el que el machismo esté a la orden del día me parece que haya de eximirlo de un castigo porque maltrate a una mujer (de la misma manera que no permitiría que mi abuela atacase verbal o físicamente a nadie por el hecho de ser homosexual), pero sí que tengo que respetar que esa persona vea el mundo con unos ojos que no son los míos. 
Puede ser que ahí quede aquello de "tu libertad acaba donde empieza la mía", pero sigue pareciéndome una frase tras la que ocultar un sentimiento de egoísmo en el que refugiarse. Puede que no haya solución posible y que las leyes que hacen los hombres jamás lleguen a satisfacer de manera común a todo el mundo. 
De lo que espero estar segura es de que con los años no quiero volverme tan extrema, ni juzgar tan radicalmente lo que los demás hacen. No caer en los tabús de la sociedad y sobretodo exigir a los demás una coherencia que yo lleve siempre por delante. 

miércoles, 26 de agosto de 2015

Me estropeaba como el viento a los dientes de león

Me estropeaba. Me estropeaba tanto
como quien se tira al vacío cogiendo carrerilla,
como quien grita al oído,
como quien sopla un diente de león.
Era tan destructivo que pasé mis mayos encerrada
sintiéndome el pajarillo que nunca aprendió a volar,
observando que el nido se queda vacío;
soy la última en marchar.

Eras el hielo de mi cerveza, la baldosa levantada,
el tacón torcido en medio de una noche de gala
en la que las estrellas brillan pidiéndote que las agarres. 
Y yo, impotente ante tanta destrucción,
me limitaba a aceptar con normalidad 
que todo aquello que sube tiende a bajar
y que, trade o temprano, se acaba escalando a la cima.

Pero eso no es verdad. 
Quien no se levanta nunca sube,
quien no sonríe no atrae,
quien no se quiere jamás podrá ser querido,
quien no se valora nunca pondrá precio a su libertad.

El nido está vacío, hoy le he dicho adiós.
Hoy ha sido el día en el que la llave ha encajado
y por fin he cerrado una puerta para abrir una ventana.
Pretendo saltar agarrando las estrellas y perseguir los dientes de león,
construir los mayos sólidos que me abriguen en su dulzura primaveral
y escapar al sonido de esa voz chirriante.

Ahora sí que sí, es difícil escapar de la grandeza del fuego
cuando realmente eres tú quien lleva la chispa que hace que todo arda.
¿Alguien tiene frío?