En serio, ¿me enseñas?
¿Cómo enseñar lo que uno siente, lo que uno llora, lo que uno decide ocultar o callar? Para que muera y se extinga como la cerilla que jamás llega a arder.
Si pudiera entender cómo torturar a un espíritu sin alma, ahogar a un pez que nada o crear el aroma a libro nuevo. Si pudiera saber de qué estamos hechos, más allá de los campos de ciencia y de lo paranormal, de la anatomía y lo místico, de la furia y el sexo. Algo centrado en la capacidad de distinguir qué es bueno o malo e introducir una cuarta dimensión temporal a esa paradoja. Porque, ¿cómo explicarlo? ¿cómo se acaba callado?
Ser el más duro de la manada, el líder del que emanan las decisiones de manera continua y que sabe que hasta el hielo calienta y que en el odio hay amor. El que se sujeta a lo más alto cuando sabe que montañas más grandes han caído, pensando, evitando y temiendo en la espera.
El conductor de la sangre que fluye en las arterias y que es, una vez más, algo que sobrepasa lo mundano. Algo que se explica con lo que no se ve, con lo mejor que está enterrado en uno mismo.
Yo no sé lo que es, no sé como se explica, no quiero pensar cuándo me calentará este hielo ni dónde encontrar el amor en tanto odio. Yo no lo sé, pero en serio, ¿me enseñas?