Para curarse hay que darle tiempo al tiempo.
Para rendirse, siempre habrá lamento.
Y aquellos que digan una y otra vez un relativo "no puedo" son los que avanzarán sabiendo dónde están sus ganas, dónde arañan sus garras.
Siempre tengo fuerzas para más,
me guardo mis restaurantes favoritos en maps
y aunque no me guste admitirlo,
tiendo a los blancos y negros.
Escucho metal tumbada en la cama
y no me molesta lo clásico en álgidos.
Ten cuidado por si te muerdo el brazo,
me derretiré al buscar tu regazo.
Empiezo escribiendo verso y acabo juntando estas líneas, porque no soy poeta ni mujer, ni humana. No soy nada en un mundo que cambia, la definición de una anarquía monarquizada en la que soy la reina de un país desierto. No necesito un reino, no busco súbditos ni palmaditas en la espalda con desaliento.
Lo bonito de lo aleatorio es que siempre se puede seguir tirando del carro, por un camino u otro no marcado. Lo bueno de tener unos valores firmes es que puedes aplicarlos a cualquier cosa que hagas en la vida. Honestidad, respeto, disciplina y un poco de flexibilidad para construirme.
Porque aunque siempre haya tiempo para curarse, para rendirse, para arañar, morder e incluso para derretirnos de amor entre los brazos de desconocidos, vuelvo a la premisa de que todo cambia excepto los valores sólidos que uno tenga.
Así, cuando todo lo que amas o lo que odias desaparezca y te quedes brillando sola en la inmensidad de un vacío inmenso, te tendrás a ti invariable y con un espíritu puro; llenos de fuerza, llenos de nosotros. Ahí, seguiré buscando mis restaurantes favoritos en google, aplicaré un poco de flexibilidad a mis blancos y negros.