Más alto. Tanto como aquella vez que me recorría por el cuerpo la adrenalina de tener un paracaídas detrás. Sin saber si se va a abrir pero confiando en que ese tipo de decisiones me enfrentan a la Lola que se encuentra al otro lado del miedo.
No sé ni como pienso. No por no tener la capacidad real de hacerlo, sino porque todo ha cambiado tan extremadamente rápido que jamás pensé que este mundo que veo ahora existiera; que esta gente con la que paso los días y las noches podrían hacerme sentir tan viva. Tanta aventura, tanto agradecimiento; que me hace saber, cada segundo que pasa, que no me arrepiento de estar tan lejos. Y tan cerca de ti. El sazonador de la fortaleza de espíritu.
La experiencia de un torbellino iluso que se ha ido volviendo real y en el que ahora me encuentro tan sumida e implicada que puedo decir que fluyo y me reta; que me incluyo y me aprieta; y me lo atribuyo y me alegra.
Se acaba el año, otro más que no paso en la puerta del Sol cantando Mecano de tu mano. Sabiendo que esa falta de monotonía representa en realidad la parte aleatoria que me gusta tanto de mí. Que ese es el ingrediente de la salsa que cocino para ti: navegar en esta diligencia establecida.