¿Sabes qué? Que eres lo que estaba esperando: ese algo inesperado.
Que me gusta cogerte de las manos y notarte entre mis dedos, es como si en cierta manera de estuviese siendo sincera con mi cuerpo y me mostrara totalmente transparente. Quizá muchos no lo entiendan, pero creo que si has estado enamorado, si has sentido que no puedes parar de pensar en alguien, que su nombre retumba en tu cabeza, que sus labios te parecen un paraíso, que sus abrazos son la mejor protección contra todo, que absolutamente todo lo que te pasa en el día está relacionado de alguna manera con él y que si no, pues ya encuentras tú la forma de que lo esté, que quieres hacerle feliz con los detalles más simples, que te quema algo por dentro y es el deseo de verle...
Qué locura tan absurda y bonita, ¿no? Que algo tan grande nos pase a las personas, que seamos tan fuertes durante mucho tiempo y de pronto, sin previo aviso ni deseo de ello, nos volvamos frágiles y sensibles. De todas maneras, si eres de los que no lo entiendes, tranquilo. Acabarás creyendo en esas tonterías que hacen los enamorados, puede que incluso dejes de lado un poco a tus amigos. Es normal, tu eje cambia bastante. Y aunque es crucial poner unos límites, cuesta...cuesta, como ya he dicho, no querer ir a ver cada luna llena, no querer celebrar cada mes, incluso cada día al lado de esa persona. Cuesta despegarte de su cintura y de su mandíbula perfecta, cuesta no querer descubrir rincones, besaros bajo la lluvia, daros la mano entre mariposas, miraros en un sitio apartado de todo, gritarle al universo que juntos sois mejores, que él te hace querer ser mejor, que ella te calma el espíritu, que él te hace vivir de verdad porque hasta ese momento en realidad habías estado esperando a que llegase, que ella es más necesaria que el aire y que esa necesidad cambió en el momento en que la viste y dejaste de respirar oxígeno para alimentarte de su sonrisa.
Yo ahora me voy, y aunque nos veremos cada poco...tengo que confesar que tengo un miedo atroz a irme. Leed algunas de las entradas que durante este año y medio he puesto en el blog: esas ganas de libertad, esa voluntad de valentía que crecía en mi interior, ese pajarillo que ansiaba salir de la jaula y como siempre digo que pretendía "volar y ser libre", ahora está acojonada porque Madrid es muy grande, porque lo que siento por él lo es más, porque pienso que se me van a escapar cosas de las manos y no me gusta no controlar la situación. Pero...¿quién no debe dejarse llevar ante estos casos? A currar, a darle duro a los estudios, al amor y a la vida; que todo pase como tenga que pasar, que aquí estoy yo para comerme el mundo a sonrisas y a él a besos.
jueves, 25 de septiembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
La poesía en prosa de un buen vino
Eres tú el que me busca, el que me inspira,
el que me hace compañía y susurra
que me quede con lo bueno de la vida.
Eres tú, compañero, amigo, cómplice del destino,
un verdadero sigilo entre tanta oscuridad
que acechaba con tornarse en dilatada soledad.
El pequeño consejero que se esconde entre mi pelo,
que teje redes de besos y proclama
que el trecho de inciertos no es más largo que el de aciertos.
El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.
La lágrima que cae por mi sonrisa
cuando en cada noche nos acostamos sin prisa,
pensando en que no existe el pasado ni el futuro,
que el presente no es tan duro,
que la almohada es el mejor escudo.
Nuestras miradas las espadas
que se clavan en el pecho,
nuestros cuellos todo un camino de excesos
en el que perderse sin saberlo.
El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.
El destello que aparece en mi cabeza
desde que el sol no cesa.
El constante recuerdo de que nada es eterno;
y que gracias a eso he descubierto algo más bello.
La tinta que baña esa pluma de luchadora
que agarro con fuerza y utilizo a destreza.
El mecanismo infinito de un complejo proceso
al que algunos guerreros llaman amor.
Los marrones otoños en verano,
que enfrían y se añoran como agua de mayo.
El verde de mi jardín que seco y agotado
se dio cuenta que no pertenecía a ese lado,
que debía cortar tanta espina
y brotar de nuevo con renovada energía.
El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.
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