sábado, 25 de abril de 2015

La mejor religión es la que te mueve

Cómo empieza a notarse desde el centro del pecho una chispa que arde. Se extiende lentamente hasta el resto del cuerpo de manera similar a las ondas que una piedra en el agua describe.  Profundamente, se inserta en tu cabeza una idea que empieza a acelerarse y a crecer tan rápido que incluso puedes notarla explotar. Se disparan las pulsaciones y entonces, movimiento.

En eso se traduce lo que nos gusta en esta vida, en movimiento. En calor, fricción, pasión y adrenalina. En que se te pongan los pelos de punta y te muerdas el labio para frenar el momento. Pero lo cierto es que no quieres, no queremos parar lo que nos mueve ni detener esa magia que tiene y que es la que nos atrapa.

Podemos no admitirlo o gritarlo a los cuatro vientos, pero todos tenemos espinas clavadas, demonios enterrados y besos que no hemos dado. Morirse de ganas de hacer algo y no poder, darle una lección al mundo de que sí podíamos hacer algo que en su momento no hicimos.

Y cuando comienzan esos colores en tu cabeza de los que hablábamos al principio o la adrenalina de acelerar al máximo, solo nos concentramos en una cosa que nos hace disfrutar y nos olvidamos de que a veces hay cosas que nos arrastran al fondo. Nos sacamos las espinas.

"Ha pasado tiempo", "estoy mejor", "ya no pienso en...". ¿Pero para qué nos mentimos tanto? No. No. Que todos nos equivocamos y hacemos las cosas mal, pero no te engañes creyendo que esas espinas no están. Haz lo que te gusta, lo que te mueva, lo que sientas tan necesario que sin eso no eres nadie. 
Haz que enfrentarte al mundo sea tu religión y que el credo de esta no se repita día tras día sino que se traduzca en vivir una aventura.

¿Sabéis lo de que si no entrenas la memoria se te olvidan las cos...? Chorradas. Sabes que nunca vas a olvidar momentos en los que te sentías feliz. Quizá sí el lugar, o el nombre de todas las personas con las que estabas, pero nunca esa sensación de volar.

Abre los ojos, canta, baila, corre, salta, grita, toca la guitarra, pinta, nada...Hazlo, hazlo todo. Escucha a los demás y comprende su dolor. Que son los amigos los que nos enseñan que un abrazo no cura las heridas pero las cicatriza rápido. Que sin las risas y la amistad a primera vista, no somos nada. Que nos tenemos que cuidar como el oro que somos y protegernos de lo malo. Que de las grandes ilusiones salen grandes viajes. Que no te puedes asustar de los contras que la vida te trae. Que sabemos lo que queremos pero nos lo perdemos por el miedo. Que somos tan buenos y grandes que no necesitamos enseñárselo al mundo. 
 
El amor mueve más cosas de las que la pena destruye y la mejor manera de moverse es volar. No os encadenéis a las alas de vuestros demonios. 

Disfrutad de la tarde del sábado, yo ya lo he hecho, escribir es mi religión.

sábado, 11 de abril de 2015

Subía como la espuma

Cuando te vuelva a ver
y me de cuenta de que toda la ilusión voló,
de que ya no me acuerdo de lo que sentí con esas poesías de amor.

Cuando me vea hundida bajo tus pies 
y te grite desde allí abajo "sácame de aquí"
pero mires a otro lado...

Cuando todos tus despertares precedan una tormenta en mi cabeza
como un accidente que se resiste a asumir la falta de culpa
sintiendo que el miedo es valiente y la voz es silencio.

Cuando ya no sea capaz de decir aquello de 
"entierra a tus fantasmas" porque me atormenten a cada paso; 
seré otro espíritu hipócrita que no vacila en mentirse.

Cuando entienda que ya no somos uno 
sino que nos proyectamos sombras para taparnos
sin creer realmente que esa no es la ciencia perfecta.

Cuando por fin descubra que ya no te vuelvo a tener
ni me sostengo con el (antes) firme pensamiento 
de que lo de siempre era estar contigo.

Cuando asumí que no eran tantos kilómetros
para decirnos adiós tras tanto esfuerzo, 
y ahora parece que despedirnos cada día es lo más habitual.

Si quisiera una astronomía perfecta no observaría cada noche el caótico brillar de la luz sobre mares que ya no son los míos. 
Nunca me gustó ser peonza, ni dar vueltas, ni que me tiren, ni que me manejen con los hilos del azar o la maestría que cada uno tenga para dominar mis movimientos, No admito más discusión sino retomar una negociación que pacte de nuevo que la dopamina sube como la espuma.