domingo, 15 de mayo de 2016

Suite Nº3, Bach

Me mata cuando callas.
Cuando te veo en linea y borras el mensaje, 
dejando que esa idea se pierda entre circuitos. 
Me ahoga que te cierres. 
Que no me pases tu canción preferida
cuando está sonando allá donde sigas.

Me deja helada.
Si te noto vacío, raro, descompasado.
Si no te ríes como siempre.
Noto cómo caigo;
cuando me hundes en la yactura de mis pensamientos;
escuchando al gran Lwidgin mientras tecleo este poema,
como si de su piano se tratase.

Y en el fondo,
cuando comienza a clarear su tormenta de notas,
sé que cuando te tengo delante, me abres el alma.
Y en la superfície,
me erizas cuando te veo disfrutar de mi perfume,
cuando me preguntas cada día mis costumbres.

Me destrozas y me elevas,
me entierras y resucitas,
haces que esa línea recta de objetivos 
se torne en una espiral que no te saca de mi cabeza.
Comienza Sebastian Bach su Suite Nº3
armonizando junto al tiempo
que hace que no te siento presente,
que hace que me quede sin aliento.

jueves, 5 de mayo de 2016

La necesidad de vanalidades

La verdad es que a veces solo necesito contacto. Reir, llorar o sentir son cosas secundarias. Y aunque suene vanal, distinto y absurdo de lo estipulado hoy en día como propio y auténtico, sí, a mí me gusta que subas una foto con un poema. No me importa que no sea tuyo, un copia y pega parece no quedar tan mal entrecomillado. Al igual que unas velas reutilizadas en una cena romántica que esperas que acabe mejor que la anterior.
Y será la tontería más grande del mundo, pero por favor, quítame el pelo de la cara y pónmelo suavemente detrás de la oreja. Cuando se caiga, no dudes en fijarlo fírme y gentil a donde debe estar; porque me encanta que te quedes mirando mientras me hago la dormida sin barreras en forma de mechón. 
No pienses que no me doy cuenta de que miras a otras con deseo, me parece normal. Yo también miro a otros. Y a otras. El mundo está para probarlo y descubrirlo. Pero disimúlalo abrazándome cuando te pille mirando de reojo; porque en el fondo los dos sabemos que soy yo quien te tiene loco.
Sería mucho pedir que me hicieras un día la comida, que echaras ese desodorante que tanto me gusta y me recuerda a ti por toda la habitación cuando acabes de recogerla, que vengas conmigo a clases de baile, que me enciendas cuando me apago y me hagas gritar cuando callo.
Sí, hazme el amor descalzo y sin agarre, que la vida son dos días y luego te arrepientes. Pero, por encima de todo eso, haz que me sienta orgullosa de ti. Haz que pueda hablar de ti como una hermana pequeña que te admira desde abajo. Haz que no dude ni un segundo de tus capacidades o palabra, que ponga la mano en el fuego y se me hiele porque seas noble y firme a tus principios. Trabaja como nadie para demostrarme que los barcos solo se hunden cuando no hay un buen capitán.
Entonces, me harás darme cuenta de que esas vanalidades de las que hablaba antes son fruto de algo más puro que la sabiduría popular, que son ciertas y que más que una foto en instagram (y sin desprestigiarlo) lo que necesito es que me hagas sentir que no habrá secretos ni últimas noches sino que los días son verdades eternas a tu lado.