jueves, 29 de agosto de 2019

Volar incandescentes con todo

Y en medio de la muchedumbre, el polvo, unos cuantos gritos de socorro y el aullido de un lobo perdido, estabas tú.

Estaba ahí tu aliento, tu elocuencia, esos ojos verdes como la selva de la que creo que emana mi alma. Una fuerza poderosa desde la garganta, donde crece tu risa hasta volverse carga de vida.
Unos labios a los que doy gracias por no haber besado; para que sean descubrimiento. Sobretodo alas. Principalmente viento. Finalmente vuelo.

¿Qué es lo que pasa cuando se mezcla la atracción con la inteligencia? ¿Qué sucede cuando cada vez que te miro me enamoro más y lucho con la melancolía de lo que está bien y lo que está mal? Que se pierde y se gana. El búmeran que corta lo que se pone delante pero siempre vuelve para demostrarte que lo establecido se puede truncar.

Y es que hemos ingerido la situación conforme venía. Hemos renunciado al momento para salvar el futuro. La rima en la punta de un rascacielos en cada una de las ciudades que hemos visitado. Con M de Marasmo; agotada y convencida; parando cualquier actividad física y mental pero a la vez sin dejar de bailar y pensar. Madrid no nos ha matado, nos ha hecho más fuertes y ojalá pudiera verte esta noche por sus calles o en los bares donde me quedo como una tonta pensando lo mal que elegí. 

Contigo he aprendido a escoger el perdón al permiso. Un universo de arrepentimiento es un universo ahogado en su propio agujero negro. Sin embargo, está siendo un agujero negro muy divertido y si la alternativa hubiera sido la existencia de vacío, me quedo con que seamos estrellas errantes. De esas que vuelan incandescentes con todo o reciben apagones muy oportunos.

martes, 27 de agosto de 2019

Mirar atrás

Solía mirar hacia atrás, como cogida por un mundo que la torturaba amarrada a unas cadenas largas. Despacito, ahogando poco a poco los atisbos de personalidad. Esa vida que se le salía por los poros y pedía cada vez más y más vida. 

La risa, los objetivos, el sudor...que acaban derrotando las cuerdas de la imposición. Bum.

Una brisa y tres tonos menos después volvió a mirar hacia atrás, sabedora de todo aquello con lo que había roto; arreglando en cada pausa los pedacitos que habían arañado de su espíritu. Y era hermoso saber que no iba a volver a mirar atrás, que todo lo que se llevaba en la mochila era lo bueno.