Solía mirar hacia atrás, como cogida por un mundo que la torturaba amarrada a unas cadenas largas. Despacito, ahogando poco a poco los atisbos de personalidad. Esa vida que se le salía por los poros y pedía cada vez más y más vida.
La risa, los objetivos, el sudor...que acaban derrotando las cuerdas de la imposición. Bum.
Una brisa y tres tonos menos después volvió a mirar hacia atrás, sabedora de todo aquello con lo que había roto; arreglando en cada pausa los pedacitos que habían arañado de su espíritu. Y era hermoso saber que no iba a volver a mirar atrás, que todo lo que se llevaba en la mochila era lo bueno.
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