Voy a echarte de menos, pero aún no
sé cuánto. Porque, aunque digan que en el amor no hay que comparar, siempre
queremos por comparación. El ejemplo perfecto será un febrero caluroso en el
que recuerde tu niebla penetrando entre las faldas de Berkeley Hills. Seré más
vieja, mi piel más gruesa, y sabré que esa imagen me refresca.
Te buscaré en los gatos callejeros
que te asaltan con miradas de ternura. Me dará fuerte al pensar que no estaré
para ver cómo esta ciudad envejece estática en el tiempo: preservando su
esencia, evolucionando viva y muerta.
Cuando piense en él, te viviré a
través de ese recuerdo. Y serás la sangre que transporta todo el oxígeno de
esta etapa de mi vida. Un vehículo a través del que contar mi historia.
Estás a la misma latitud que
Alicante, pero no estoy en mi Mediterráneo; estas aguas son del Pacífico. Y te
llevas la palma en los atardeceres estremecedores. Poder girar la cabeza hacia
la derecha y despedirme de San Francisco; aunque no vaya tanto. Aunque estos
meses hayan sido fríos, aunque a nadie le apetezca ser yo. He vivido en el
exilio, escribiéndome mensajes de auxilio en un tarro dorado.
Han sido 10 meses en los que le he
hecho una declaración de guerra a tantos estados enemigos que entré en
revolución. Cuando pensaba que esto iba a hacer que quemase mi Roma y lo
hiciese todo cenizas, resulta que soy un Ave Fenix inoportuno; y solo tenía que
esperar para renacer. Resulta que Berkeley también es fuego.
Que has hecho una revolución de
valentía, trabajo, situaciones incómodas, conversaciones duras, despedirse con
un "cuelgo yo", ser cabezota, respetar mi espíritu, maltratar mi
cuerpo, construirme desde abajo, golpes bajos, adrenalina y excesos, ser el
ratón detrás del queso.
Tan verde, tan alto como una secuoya,
aleatorio en arquitectura, en harmonía como los transeúntes. Me adelantan por
la izquierda y tengo que esforzarme en confiar en la sabiduría de quien hace la
partida y me ha puesto aquí; porque no le temo a nada; porque esta es la mayor
aventura de mi vida. Quiero que siga siendo así, a pesar de no saber cuándo
será que caeré. Esto es un cincel que te abre la chapa y te toca con justicia
poética y exactitud matemática donde hace falta tocar para decir "estabas
y estás equivocada, pero si dejas que esto duela ahora, irás descubriendo la
verdadera verdad". El camino del guerrero.
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