¿Qué es el peso de una hoja al caer? ¿Cómo cambia su trayectoria? ¿Impacta en mí?
No todas las preguntas tienen respuesta. O sí. A veces tenemos que buscar la raíz del problema; sin olvidar de dónde venimos. Los principios. Esos recuerdos que forman parte de nuestro pasado y que nos definen. Como los acordes de una canción que ya no nos gusta; que son la base de melodías que ahora cantamos a pleno pulmón.
Los orígenes. Me gusta recordarme de dónde vengo. Las raíces primordiales no son los que más lejos llegan, pero sustentan el árbol y le ayudaron a desarrollarse. A día de hoy, todos estamos en la caliptra - una estructura cónica que se encarga de abrirse paso en la tierra húmeda y oscura.
Resulta que en ese ambiente de aparente disconformidad es en el que hay mayor crecimiento. Y es irregular porque depende de los nutrientes, del riego, de la luz exterior que no perciben pero que, indudablemente, es su forma de vida. En ese punto uno decide por dónde tirar. Y, sí, no hay que mirar tanto al dolor del pasado para remarcar peores (o rememorar mejores) momentos. No quieres quedarte ahí y pudrirte. Tampoco proyectarte a un futuro incierto; cuando choques con una roca, la sortearás y (como siempre) seguirás surcando tus límites.
¿Qué es el peso de una hoja al caer? Una caricia. O un plomo. Porque el contexto, lo es todo. Porque a grandes rasgos, cómo afecte algo depende de quién seas. Y a un menor rango, dentro de quién eres, las circunstancias van a afectar en el impacto que tiene en ti. Todo esto es maravilloso cuando lo aceptas. Cuando lo interiorizas. Cuando asumes que somos como somos y eso incluye una diferencia conceptual innata e indivisible; a la vida, al amor, al dolor.
Hay quien dice que no quiere cambiar. Y es una pena cerrar tanto el rango de mira. Quedar a merced de un tipo de sustrato en vez de flexibilizarte y encontrar en la libertad de los demás la tuya propia.
Qué justicia universal tan complicada. "Encontrar en la libertad de los demás la tuya propia". Como una vela que está encendida durante los 47 minutos de un concierto de Vivaldi. Una sinfonía de calor, un baile de llamas que no sé explicar pero que aprecio por la libertad que me ofrece. ¿Estará aceptar que el fuego quema y nos da la vida en el mismo plano esencial que asumir que todos tenemos virtudes y defectos?
Y estoy intranquila cuando me niego estas ideas que aquí escribo; cuando no me oxigeno y me enfoco en la piedra en vez de en el camino que voy a coger para que no me frene. Pero vuelvo a mí; a la escritura, a la naturaleza, a la música. Estas tres musas me dicen conforme tecleo, a susurros y a voces, que no hay piedra. Que es tan solo terreno más duro y que forma parte de ser una caliptra, no siempre es fácil y menos cuanto más lejos llegas.
Los orígenes. Me gusta recordarme de dónde vengo. Pero me quedo más con dónde estoy y eso, me lleva a una plenitud que no puedo definir.
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