La vida no tiene un guión;
ni te dicen dónde tienes que estar.
Pero sí quién tienes que ser.
Una pelea constante entre quien eres y lo que, sin respirar, intentas mostrarle al mundo
Ahora que ya has sentido la pelea: mira atrás.
Has dimensionado los moratones
y no lo has llorado;
y el escudo empieza a tambalearse.
No hay persona tan fuerte que no escriba su dolor,
ni mal que dure cien años,
tampoco cuerpo que lo aguante.
Sigues escuchando música,
en parte porque sabes que eso es lo que te hace sobrevivir:
salir, calmarte, pensar que en este mundo de extraños
siempre has conseguido cantar al hombro de los mejores.
¿Es extrañar el pasado un defecto?
¿O demuestra la virtud de que no dejas de moverte?
De que estoy pagando el peaje para pasar por aquí;
porque donde fui feliz, siempre regresaré.
La historia que inocencia y cobardía me intentan contar
esta escrita en la humedad, el frio, la rabia, y el silencio de las olas
que esculpen estas rocas magníficas.
Puedo leer que la vida es tan bonita que parece de verdad,
y que como decía Juan Alfredo Jiménez:
la vida no vale nada porque comienza siempre llorando
y así llorando se acaba.
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