Cada uno decide qué peli ver, si escoge palomitas o golosinas, si es más de Coca Cola o de Pepsi...qué comienzo tan absurdo para lo que podría ser una reflexión de martes noche.
Pero lo cierto es que al final la vida son elecciones y tenemos que aprender que cada decisión acarrea unas consecuencias. No porque hayas acertado o no en lo que escogiste, sino que cada vez que decidimos algo, estamos renunciando a lo otro.
¿Acaso no puedo quedarme con todo? No, probablemente no. No se puede tener todo y es que la mayoría de veces la incompatibilidad de los fenómenos sustrae ese deseo de posesión tan humano que todos tenemos.
No queremos renunciar, duele, hay inseguridad y cierto recelo. Incluso cuando tienes claro el camino.
Yo sé varias cosas sobre cómo voy a ver la película de mi vida:
-Llegaré unos 15 minutos antes, soy previsora y odio la inpuntualidad en general
-Me compraré una bolsa de palomitas dulces, de esas que te pringan los dedos con colorante artificial que es ultra malo (y está tan bueno) pero que solo comes en el cine (hay cosas que merece la pena hacer aunque sepamos que no es lo mejor)
-Una buena botella de agua, bien clara y transparente
-Me tropezaré al entrar a la sala oscura pero me levantaré (las veces que haga falta), con humor, poniendo una sonrisa y aprendiendo que tengo que fijarme más
-Probablemente me equivoque de sitio mil y una veces
Pero seguro seguro seguro que estaré con gente a la que adoro y que la peli será una de superhéroes con mucha acción y amor entre escena y escena. ¿Qué le voy a hacer si me gustan las causas perdidas?
Un poco extravagante la reflexión de martes noche que hasta aquí llega. Buenas noches, y recordad compartir siempre vuestras palomitas con quienes vean la película a tu lado y llorar al final de la peli. Que os salga del alma todo porque si no estaréis renunciando a lo que de verdad importa: vuestra esencia.
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