Hay gente que te cambia la vida. Ellos ni siquiera lo saben.
No sé si soy yo que me quedo con frases que me dicen, pero sí, hay palabras que dichas en el momento y circunstancia adecuada, te cambian.
A veces te curan y otras te matan, una charla intencionada o tomando algo con amigos. Sin embargo, todas me llevan donde estoy, a una evolución que intento que sea a mejor.
Don Martín me dijo con 9 años que aprendiera a escuchar, que ser más analítico te abre opciones ante el mundo de escoger las mejores puertas. Ese año, empecé a escribir y mi primera redacción fue sobre el brillo intermitente de las estrellas que se veían desde casa. Por esas mismas fechas, me aficioné a ver la luna llena cada mes.
Mi amigo Cristian soltó un comentario que estoy segura que fue algo trivial pero esas palabras se me quedaron marcadas a fuego "tómate la vida con más calma"; y en una mala racha como esa fue el mantra que me repetí. Un último ejemplo fue Violeta la caústica una tarde en la villa. Me dio un abrazo al despedirnos y me dijo "sigue siendo el torbellino, ese punto de acidez que tienes le gusta a los que merecen la pena".
Habrá mucha gente que no sepa nunca el cambio que ha supuesto en nuestras vidas, tal vez porque hasta pasado un tiempo tampoco seremos capaces de haberlo visto nosotros. Solo sé que hay que seguir quedándose con los momentos para aprender a mirar al mundo a la cara y que tengamos esa chispa que, sencillamente, te hará diferente.
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