Dímelo a la cara porque tengo el cerebro estimulado,
quemado, acelerado, incorporando el honor de lo que siempre me decía a oscuras
y en contra a lo que les decía a los que no te creían.
Porque juego, porque miento, porque me niego.
No controlo y destrozo lo poco que me han puesto delante me lo como,
accionando el impulso animal, el hecho de que soy mortal
y parte de los que se niegan a negar las verdades impuestas de la sociedad.
Alcohólica y anónima, ¿qué más da? Si lanzamos lo atado y mantenemos lo que no tenemos.
Esto pasa por no haber aprendido a dejarme llevar y, en vez de ver cómo el agua corre,
me recorro los instintos que las leyes físicas me obligan a pensar.
Submit en código rojo y un caballo que se posa sobre un muro. Y sabe que la contraseña es azul. Una perla azul. "Corre" lee en la cerradura y se activa la dopamina.
Silibina. Impulsos motores y nerviosos le recorren hasta la punta de los cascos. Y no corre. Vuela. Siempre supo volar. Siempre pudo volar. Dime que no puedo, dímelo a la cara porque tengo el cerebro estimulado, quemado, acelerado, incorporando el honor de lo que siempre me decía a oscuras y en contra a lo que les decía a los que no te creían.
martes, 18 de septiembre de 2018
sábado, 8 de septiembre de 2018
Brava
Valoré las noches en las que el rocío caía por las flores de tu
terraza, la última calada a un cigarro tras decir que jamás probaría otro. Me
quedé atónito mirándote; lo hacía una y otra vez: tus piernas morenas cruzadas
en un ángulo que no todos los esqueletos podrían imitar, una perfecta armonía
entre sencillez y gusto. Dando un poco de esa esencia tan tuya al mundo,
regando al universo con picardía propia de quien sabe que gusta, de quien
quiere aprender de dónde salen los colores.
Y es que es fácil invadirte,
invadirme. Por la falta de tacto que tuve al no saber tratar las curvas de tu
inteligencia, las carreteras infinitas de tu extravagancia envolvente. ¿Cómo se
puede pretender estar en el centro de tu vida? Si esta es un tornado en constante
movimiento que baila al son de tus caprichos.
Llegué a ti atrapado como por
el magnetismo de un imán cuya atracción es tan fuerte que cuando lo quieres
separa acabas por romper la capa decorativa exterior. Y es que es precisamente
eso lo que tú no tienes: no eres un yeso blanco pintado con un mensaje vacío,
no tienes escrito el nombre de ninguna ciudad porque el mundo es tu bandera, ni
sabes medir la temperatura de tu alrededor pues cuando llegar eres capaz de
arrasar y helar a la vez.
Eres de esos corazones que
aguantan viento y marea, sol y salitre, nieve y relámpagos de las
circunstancias; pero cuando te hacen un corte superficial a posta, sangras
formando un río rojo de tristeza a costa de todos.
Y me gustas: compleja y libre,
piernas enredadas, curiosa y con furia. Me gusta que te rebotes por lo que
consideras injusticias, por el dolor ajeno aunque no te represente, por el
despojo de los que olisquean y te faltan al respeto. Me gusta que sientas
tanto. Brava.
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