Y mientras tú te sentabas en el porche, delante de mí con esa sonrisa que meses antes me desmoronaba, encontré un vacío que llenaba con excusas de tiempo. Sí, las "excusas de tiempo" consisten en atribuir que el recuerdo de un momento feliz pasado se debe a una bajada en la relación. Pero tú sabes en el fondo que no es verdad y, por eso, son excusas.
Me mataba verte bailar pero no ser capaz de escuchar la música, ver cómo llenabas pompas de jabón con tu amor y que me explotaban en la cara como dagas de desencanto. No es culpa tuya. No es culpa mía. No es culpa del tiempo. No hay culpables.
Solo hay un cobarde delante de ti que grita en silencio para que alguien le saque de ahí. Pero estamos aquí, ¿no? Estamos sumergidos en una red de lazos trazados por nuestro entorno y un experiencias que me dicen "eh, aguanta un poco más, por ella". Y permitiendo que el pulso me tiemble lo justo como para no destrozarte, empiezo a ver en tus ojos el desconcierto.
Ya no estoy enamorado. Ya no quiero que seas mi musa de un cuento desquiciado. Mi cuento desquiciado. Mis dudas. Mis (no) decisiones. Quiero volar, escapar, huir. Puede que cambiar el verbo y definir mejor lo que hago a tu parecer te haga esto menos doloroso. Puede que equivocarme no sea tan malo, después de todo esto es una bomba de relojería cuyo estallido aún no tiene hora.
Me entrenaron para sobrevivir al 100% de mis días malos; nadie me enseñó cómo sobrevivir a los nuestros; siempre me resultaron imposibles los tuyos. Supongo que a veces nos aferramos a algo que queremos a través de personas que nos aportan estabilidad, por comodidad. Mientras a fuera existen anclajes menos sólidos que te hacen tambalear y enamorarte de los momentos. ¿Cuándo fue la última vez que caí rendido de amor respirando?
Quiero vivir en una deliciosa tarde de verano; de esas en las que está anocheciendo en la playa y la arena roba el calor remanente. Con el pelo enredado por la sal, la piel erizada cuando te separas de la toalla, las mejillas sonrosadas reflejan sol y alegría, la cerveza sabe mejor que cuando estaba fría y el horizonte se degrada de tonos rosados al azul de la noche.
Lo tengo claro. No eres para mí. Nunca lo fuiste. Y no te falta nada, pero yo me sobro de toxicidad encubierta. Me levanto de tu porche, te miro a la cara y lo veo. La desilusión, el terror a mis palabras, tu alma en mil pedazos. No hay nada que decir, tú sola estabas desenredando cada uno de los motivos que nos habían llevado allí. Te miras las manos pálidas, cierras el pompero, cortas la música, pongo punto y final.
Pasará el tiempo y te miraré sonreirle a otro, con nostalgia pero con más sangre en mis venas. Dirás que fui el verdugo de una etapa feliz, pero es el rencor acumulado. Listarás las razones por las que estás mejor sin mí, no te atacaré por ello. Porque aunque probablemente, para entonces estaré más perdido que ahora, seré el dueño de un faro que habrá comenzado a brillar.
sábado, 30 de mayo de 2020
domingo, 10 de mayo de 2020
No soy tan "yo"
Parece que tengo una piel pegada.
Una que no me pertenece, como en la frontera de un universo distinto. Lleva
escrito "culpa" y dice que viene a cobijarme. Pero me pesa y no me
calienta, me asfixia y me plantea mirarme a dentro. ¿Qué me atormenta? ¿Soy tan
mala por decirle adiós antes de lo previsto a una oportunidad con la que muchos
sueñan?
Ese mismo miedo que no me deja
perderme por esta ciudad maravillosa. Conocer a un local y tener una aventura.
O una local. Y tres aventuras. Quería ver Twin Peaks inundado de parejas que se
quieren por una noche. También apostar con un nuevo amigo que el que viera más
graffitis de pájaros en la ciudad tenía derecho a una cerveza gratis en el
nuevo "bar de siempre" que está en la esquina de Turk con Hyde. Y poder
gritarle al Golden Gate desde un barco por la bahía que luego lo recorrería en
bici, como cada jueves por la tarde. Quería escuchar una banda tocar a lo lejos
y tener que subir una cuesta para disfrutar de las notas.
Y la realidad es que ha sido una
sobredosis de tantas subidas y bajadas; estímulos que han sido demasiado. Lo
admito, hay algo que se ha roto. Algo ha cambiado lenta y progresivamente. Y
quiero repararlo pero por más que me miro hacia dentro, busco dónde está la
grieta y no consigo verla. Estoy asustada por cosas imperceptibles y
no soporto esta presión.
Yo estoy aquí pero no puedo verme,
al igual que en este espejo estoy encerrada en un mar abierto. Menuda locura,
quizá así se sentía Alicia cuando un gato le sonrió. ¿Soy yo misma la
saboteadora de mi sueño? Me he dado cuenta de que hay algo mucho más doloroso
que la decepción y es el perder de vista aquello que siempre te habías
considerado.
Quizá no soy tan valiente, quizá no
soy tan "yo".
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)