sábado, 30 de mayo de 2020

Bombas de jabón

Y mientras tú te sentabas en el porche, delante de mí con esa sonrisa que meses antes me desmoronaba, encontré un vacío que llenaba con excusas de tiempo. Sí, las "excusas de tiempo" consisten en atribuir que el recuerdo de un momento feliz pasado se debe a una bajada en la relación. Pero tú sabes en el fondo que no es verdad y, por eso, son excusas. 

Me mataba verte bailar pero no ser capaz de escuchar la música, ver cómo llenabas pompas de jabón con tu amor y que me explotaban en la cara como dagas de desencanto. No es culpa tuya. No es culpa mía. No es culpa del tiempo. No hay culpables.

Solo hay un cobarde delante de ti que grita en silencio para que alguien le saque de ahí. Pero estamos aquí, ¿no? Estamos sumergidos en una red de lazos trazados por nuestro entorno y un experiencias que me dicen "eh, aguanta un poco más, por ella". Y permitiendo que el pulso me tiemble lo justo como para no destrozarte, empiezo a ver en tus ojos el desconcierto.

Ya no estoy enamorado. Ya no quiero que seas mi musa de un cuento desquiciado. Mi cuento desquiciado. Mis dudas. Mis (no) decisiones. Quiero volar, escapar, huir. Puede que cambiar el verbo y definir mejor lo que hago a tu parecer te haga esto menos doloroso. Puede que equivocarme no sea tan malo, después de todo esto es una bomba de relojería cuyo estallido aún no tiene hora.

Me entrenaron para sobrevivir al 100% de mis días malos; nadie me enseñó cómo sobrevivir a los nuestros; siempre me resultaron imposibles los tuyos. Supongo que a veces nos aferramos a algo que queremos a través de personas que nos aportan estabilidad, por comodidad. Mientras a fuera existen anclajes menos sólidos que te hacen tambalear y enamorarte de los momentos. ¿Cuándo fue la última vez que caí rendido de amor respirando? 

Quiero vivir en una deliciosa tarde de verano; de esas en las que está anocheciendo en la playa y la arena roba el calor remanente. Con el pelo enredado por la sal, la piel erizada cuando te separas de la toalla, las mejillas sonrosadas reflejan sol y alegría, la cerveza sabe mejor que cuando estaba fría y el horizonte se degrada de tonos rosados al azul de la noche. 

Lo tengo claro. No eres para mí. Nunca lo fuiste. Y no te falta nada, pero yo me sobro de toxicidad encubierta. Me levanto de tu porche, te miro a la cara y lo veo. La desilusión, el terror a mis palabras, tu alma en mil pedazos. No hay nada que decir, tú sola estabas desenredando cada uno de los motivos que nos habían llevado allí. Te miras las manos pálidas, cierras el pompero, cortas la música, pongo punto y final.

Pasará el tiempo y te miraré sonreirle a otro, con nostalgia pero con más sangre en mis venas. Dirás que fui el verdugo de una etapa feliz, pero es el rencor acumulado. Listarás las razones por las que estás mejor sin mí, no te atacaré por ello. Porque aunque probablemente, para entonces estaré más perdido que ahora, seré el dueño de un faro que habrá comenzado a brillar.

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