viernes, 9 de enero de 2015

Cuando Dios era un conejo, metáforas para las almas podridas

Solo algunas veces, los imperios se hacen mas grandes que los Olimpos en los que se criaron; la atienta se hace imposible y no nos queda más remedio que tomar las riendas del barco y el timón por las crines. Pero no nos asustamos porque lo que tememos son lo fines, no los pequeños soplidos de humildad que tan rápido destruyen aires de grandeza que no es más que mediocridad enmascarada.

¿Qué esperamos de tanta aspiración malditamente cumplida? ¿Por qué existe el miedo al vacío? A un vacío que creemos lo peor por no poseer ciertas mentiras mundanas que como todos sabemos polvo son y en polvo se convertirán.


La palabra "socorro" no se escucha en las calle, ni el rocío lucha por despegarse de climas mojados...todo sigue yendo al mismo sitio, en donde la codicia posee la avenida de las almas corruptas. Ni siquiera los niños sueñan con el alimento que les fue prometido junto con cobijo y trabajo.


Ya solo nos lamentamos de nuestros imperios, que ahora desolados claman un rayo de sol que sume a final de mes algo para no acabar como aquellos de los que nos aprovechábamos. Suplicando un poco de cordura y voluntad, se rigen las pautas de una sociedad que mira para otro lado como Cuando Dios era un Conejo.

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