lunes, 2 de febrero de 2015

La fuerza que nos mueve

Tu manía de alejarme de ti quizá se resuma en esos pocos días grises que aparecen en verano, o en los múltiples escenarios en los que te comería a besos. Sea como sea, para películas no estoy.

Me moveré con la danza de las hojas, te guste o no. Y aunque me encante que me dejes sin palabras, escucharte durante horas mientras me hablas de lo que me parece poesía palpable o incluso simplemente notar que estás para mí; bailaré hasta llegar a donde lo necesite. 

Parecer un ángel del destino, de los de alas negras y ojos intensos en los que colarte y arder de la ilusión. Morir cada noche en la cama y revivir en el mundo de los sueños; en donde pesadillas y carcajadas son un efluvio de intolerancia que me hace feliz.



No me importa que llueva, que tiemble el suelo por los terremotos. Al final me importa más que allí arriba las estrellas brillen cuando me tumbe orgullosa de cuidar el mundo en el que vivo; de cuidar el mundo en el que vives; de querernos.

Que el azar de las siete y veinte de la mañana se decida en el primer sorbo del té con olor a mandarina y el buen humor muerda mi tostada. Así debería de ser un buen día; estés o no.
Gracias a la fuerza que me mueve, es así.

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