Arde noviembre, arde París.
Arde la lluvia, arde sin ti.
Suenan las teclas del piano confundido por las palabras
dichas sin sentido.
Un recuerdo, dos recuerdos.
¿Es el tiempo relativo? En un segundo volantazo y han
pasado cinco años; contando entonces los pasos de gigante que diste sin saber lo
que estabas creciendo.
La simplicidad se confunde con unos versos mal rimados,
corazón dorado, pensamiento abstracto.
Disfrutando del espejo, de las películas que evocan un
futuro que da miedo. Y si el miedo es crear, si el caos fomenta al campeón;
lucharé hasta que salga de mí toda la razón.
Porque lo imparable de nada sirve frenar. Porque se puede
hacer un complejo vitamínico de unos minutos con la persona adecuada. Porque el
egoísmo no entra en esta melodía que no para de crecer.
Y mientras tanto:
Arde noviembre, arde París.
Arde la lluvia, solo de Jimmy Hendrix.
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