miércoles, 22 de mayo de 2019

La felicidad también se entrena

La felicidad también se entrena. Lo puedes hacer escuchando esos tacones en los que hacía demasiado tiempo que no te subías, poniendo andamios de personas que te quieren y te cuidan de verdad, esos que de tenerlos siempre tan cerca dejas de ver pero sin los que te caerías. 

Podrías, por ejemplo, recordar tu rutina de frases matutinas; la retahíla de versos que cantas desde hace años, aquellos incluso que has aprendido hace poco y no tienen sentido; ya lo tendrán. Porque avanzas, porque no te caes. E

Ser luz, entre tanta niebla, para quien acabas de conocer y aprender a recibir brillo de fósforos incandescentes. Cada uno en su universo, en uno tan oscuro que nadie entiende. Los nervios en la piel; una dermis que, gracias a ti, te acarician y te cuidan cuando necesites esconderte. B

La felicidad seguro que se entrena aprendiendo. 

Descubriendo la obra de arte en la que te mueves y caminas, gritando en silencio que estás aquí y que no te vas a ir. La ausencia de ti mismo es un castigo inmerecido; lo saben hasta los enanos. Esforzarse y reírse de lo malo, que es mucho menos que lo bueno siempre. M

Necesitamos invertir en experiencias, atrevernos a ir un concierto solos y que se nos suba el corazón a la boca invirtiendo en Pecados. Que es mentira eso de que la medicina es el remedio para las Cicarices; sobretodo cuando a las rosas les salen capullos, es mejor cortarlos de raíz. S

Aunque no seamos expertos en felicidad, la entrenamos cada día sin darnos cuenta y eso, poco a poco, da resultados.

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