Aquí hay dolor; muy poco. Una gota de rencor, inequívocamente intoxicándote, muy poquito a poquito, calando hondo dentro de tu ser y pesando como una losa enorme.
Ya te has ido quitando de dentro un montón de carga: liberación de algo que ni sabías que llevabas a cuestas, siendo lo menos liviano el hecho de que tú mismo ya ni estabas. Eso es lo que más amarga.
Has ido encajonando en rincones del alma eso que estaba esparcido por en medio, que no te dejaba ver con claridad tu objetivos y te ataba de cierta forma. No todo era malo, de hecho era muy bueno y si no, no sería tan letal ese último remanente.
Poco a poco has dado la cara, quitándote el perfil y buscando dentro eso que creías que estaba fuera. Los pulmones se han ido desprendiendo de humo y sabes que el precipicio está cogiendo una altura estupenda para saltar y caer de pie. Ni diez años y un día, ni el círculo, ni la mezcla de una base en un tocadiscos o la maleta amarilla que me encanta llevar a mi lado. Eso estará y será un reflejo vago cuando en primavera recuerde las rosas y los libros el 23 de abril.
Vas sacando, como una oleada de fuerza y tristeza en función de cómo sople el viento, motivos por los que comprender que te atreves con todo, sin escaparte, sin esperarte, sin disimular. Es un proceso curioso, lento y motivador: quitar las telarañas, mirar al lado y ver un hueco que llenar, o dejar así. I'll be OK, not just today pintado en una carretera, el calor, tu mirada, una foto, una risa, el asfalto, el olor a sal, volar, gritar, un beso, un sollozo, un mareo, una llamada, un corazón, dos razones, tres discusiones, cuatro abrazos, cinco días.
Cómo me gusta esta mochila vacía, el horizonte despejado, las miles de flores que me encontraré, las veces que me recordaré, cantar Outro y darle mi sentido para que Verte amanecer me sepa aún mejor. Qué bien este salto, qué bien mi maleta amarilla.
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