Se me está agotando la fuerza para escribir;
empleándola entre geranios y plantas que desconozco.
Como un colibrí que agita las alas grácil, fácil, ágil.
Se me están marchando las ganas,
los restos de un imperio machacado por su propio rey;
un poco demócrata en un sistema anarquista.
Tan estúpido y solitario que la dictadura caía sobre un único pilar:
la más absoluta soledad.
Se me están secando las manos;
unas que ahora mojo en el oasis de algún puerto
sin nadie esperando en el muelle,
sin palmeras que me digan hacia donde sopla el viento.
Se me está escapando el espíritu;
tan virtual y descentralizado
que lo perdí en alguna de mis extremidades corpóreas.
Se me está olvidando mi nombre;
la identidad de una figura que se desvanece en un ambiente sombrío.
Tenebrosidad antes de perderse en el mar de las lamentaciones.
Pero los soldados sacan fuerza de la tinta y de la pluma,
que empuñan para recoger los pedazos de la anterior batalla.
Sin mancharse las manos de sangre pero sí de sudor.
No se nos escapará el espíritu,
nos queda mucha vida, nos queda mucho que respirar.
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