Desde pequeña aprendí a trepar por mi cuenta;
y aunque nunca creí en los cuentos,
he entendido que si me lo propongo
no me parará ni el viento.
Y en medio del huracán,
aunque el frío me entorpezca;
treparé cada centímetro de esa corteza
por conseguir tu corazón
y ser dueña de tu amor.
¿Qué más puedo decir?
si me dejaste sin razón.
Desde que te vi, empecé a sentir
que mariposas salían del letargo dentro de mí.
En medio de aquel bosque solitario y peligroso,
me dijiste ¡Ten cuidado que puede haber osos!
En el Yosemite,
canto y bailo entre las ramas,
esos primeros metros no me pusieron trabas.
Pero entonces me pesaba el cuerpo,
me dolía y estremecía sin entender qué había abierto:
una caja de Pandora, un ritmo que me atonta;
¿o será esa sonrisita cuando bailas una conga?
Y no importó porque ni las cuestas
pueden parar un llama que no cesa.
Me ayudas a deshacerme de todas las maletas.
Me calmas y a la vez me tensas
si me pides que me bañe contigo en la bañera.
Ese fuego que en las manos quemaba
cuanto más cerca de la cima estaba.
Con un sistema de puntos me hiciste ver verdad:
que tus actos al cielo o al infierno te pueden llevar.
No hay blanco ni negro contigo
si entre todos encontramos la salida al laberinto.
Hazme reír como si no hubiera mañana,
por fin te vislumbro arriba;
y desde aquí puedo besarte la barbilla.
Pero eso ya no me preocupa más,
si mi año empezó como debía empezar,
bajo fuegos artificiales en un cielo dorado,
proyectando el beso de quien había encontrado.
Como me gusta Baobab.
Muchas gracias, de verdad.
viernes, 17 de abril de 2020
viernes, 10 de abril de 2020
Florecer en abril
¿Cómo se escribe una historia de amor cuando no sabes deletrear "amor"?
Si las dudas de lo que empecé a ver en ti y en mí, jamás llegaron a resolverse en un "nosotros".
Si en el camino empecé a tropezar al segundo paso y el peso de tu adiós fue el título de mi historia. Los protagonistas de unas páginas en las que las letras no tienen orden ni concuerdan con los tonos de este corazón hecho pedazos.
Solamente quería conocerme desde la perspectiva de tus ojos.
Solamente quería andar por una cuerda a tu lado.
Solamente quería desgarrar por una vez al miedo y pintar de otro color el cielo.
Lo que más me dolió, como una daga amarga y envenenada, no es que no seas tú. Esto es puro egoísmo; enmascarado de literatura hacia los demás, cuando lo que más me importa es que jamás encontraré a nadie a quien contarle mi historia de amor. Porque, despersonalizando tu figura, todos mis intentos de comprender a qué huelen los besos se esfuman como la fragilidad de las conexiones que establezco.
Siento dentro una sutura cosida con los hilos de cada fracaso, un hueco en el que tiro cadáveres de "loquepudoserynoserá". Como si este vacío se pudiera llenar con tener a alguien al lado, en vez de como realmente se curan las heridas: desde dentro y poco a poco.
¿Llegará el día en el que encuentre un remedio para la soledad y que realmente me aleje de este estado de letargo en el que tengo la sensación de haber vivido desde hace siglos? ¿Pasará el liviano calor de enero para dejar paso a un florecer en abril?
Si las dudas de lo que empecé a ver en ti y en mí, jamás llegaron a resolverse en un "nosotros".
Si en el camino empecé a tropezar al segundo paso y el peso de tu adiós fue el título de mi historia. Los protagonistas de unas páginas en las que las letras no tienen orden ni concuerdan con los tonos de este corazón hecho pedazos.
Solamente quería conocerme desde la perspectiva de tus ojos.
Solamente quería andar por una cuerda a tu lado.
Solamente quería desgarrar por una vez al miedo y pintar de otro color el cielo.
Lo que más me dolió, como una daga amarga y envenenada, no es que no seas tú. Esto es puro egoísmo; enmascarado de literatura hacia los demás, cuando lo que más me importa es que jamás encontraré a nadie a quien contarle mi historia de amor. Porque, despersonalizando tu figura, todos mis intentos de comprender a qué huelen los besos se esfuman como la fragilidad de las conexiones que establezco.
Siento dentro una sutura cosida con los hilos de cada fracaso, un hueco en el que tiro cadáveres de "loquepudoserynoserá". Como si este vacío se pudiera llenar con tener a alguien al lado, en vez de como realmente se curan las heridas: desde dentro y poco a poco.
¿Llegará el día en el que encuentre un remedio para la soledad y que realmente me aleje de este estado de letargo en el que tengo la sensación de haber vivido desde hace siglos? ¿Pasará el liviano calor de enero para dejar paso a un florecer en abril?
jueves, 2 de abril de 2020
Puzzles, mecanografía y bizcochos
Todos estamos aprendiendo mucho de esto.
Cada uno a su forma,
algunos a frenar el ritmo y a ajustarlo con una realidad que se va ralentizando y acelerando a ratos.
Otros del silencio que te ofrece estar contigo mismo.
Hay quien se da cuenta de que nunca es tarde para acabar los puzzles que dejamos a medias, apuntarse a un curso de mecanografía o hacer los 165 bizcochos del libro de recetas.
Y, sin embargo, todos nos estamos dando cuenta del tipo de sociedad que somos; de lo mucho que necesitamos ir a bares y terrazas o a dar un paseo.
Porque ahora somos conscientes que estar a merced de una tragedia mundial, nos puede pasar. De que somos vulnerables y tenemos un principio y un final.
Igual que un tsunami arrasa Haití o un atentado que se lleve por delante la vida de miles de personas. Pero ahora nos damos cuenta de la debilidad humana porque nos ha tocado de cerca y, precisamente hablando de tocar, necesitamos el contacto de los nuestros.
Recuerdo cómo me emociona ver lo mucho que mis amigos quieren a su familia:
Ainoa se apunta a un reality show con su abuela, a la que adora.
Marta me trajo un pan casero que hizo, con el que pude disfrutar del cariño que cada bocado de esa masa me demostraba.
Arnaud se tiró minutos abrazando a su perro después de meses sin poder jugar con él.
Cómo estar 5 minutos en el Chillax para hablar de nuestras cosas es un gesto de quienes no compartimos apellido pero nos queremos con naturalidad.
Y es que creo que nunca había estado preocupada. Hablo de estar realmente preocupada. Leo las noticias que me llegan de mis seres queridos por la mañana y me tiro las noches desvelada (puede que porque en este país no saben lo que son las persianas). O por las sirenas de policía que escucho cada dos por tres. O por la incertidumbre de todo.
Gracias a los que me escribís y llamáis. Resulta que me doy cuenta de que aunque hace tiempo que no hablemos y distancia de por medio, la gente buena que ha pasado por mi vida sigue estando de una forma u otra.
La lección que estoy trabajando para que se me quede grabada a fuego no es estar conmigo misma. En este caso, creo que estoy aprendiendo a manejar el perdón. Quiero perdonarme por las veces que no he bailado, reído, perdonado, pedido perdón, sido valiente o agradecida, por mi manía estúpida de no saber dar abrazos largos; y que ahora echo de menos.
Así que voy a intentar aplicar los puzzles en los que tienes que observar y encontrar soluciones, la mecanografía en la que trabajas de forma disciplinada o hacer un bizcocho con cariño y sabor a este momento para defenderme de la situación.
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