viernes, 17 de abril de 2020

Sr Okamba

Desde pequeña aprendí a trepar por mi cuenta;
y  aunque nunca creí en los cuentos, 
he entendido que si me lo propongo
no me parará ni el viento.

Y en medio del huracán,
aunque el frío me entorpezca;
treparé cada centímetro de esa corteza
por conseguir tu corazón
y ser dueña de tu amor.
¿Qué más puedo decir?
si me dejaste sin razón.

Desde que te vi, empecé a sentir
que mariposas salían del letargo dentro de mí.
En medio de aquel bosque solitario y peligroso,
me dijiste ¡Ten cuidado que puede haber osos!
En el Yosemite,
canto y bailo entre las ramas,
esos primeros metros no me pusieron trabas.

Pero entonces me pesaba el cuerpo,
me dolía y estremecía sin entender qué había abierto:
una caja de Pandora, un ritmo que me atonta;
¿o será esa sonrisita cuando bailas una conga?

Y no importó porque ni las cuestas
pueden parar un llama que no cesa. 
Me ayudas a deshacerme de todas las maletas.
Me calmas y a la vez me tensas
si me pides que me bañe contigo en la bañera.
Ese fuego que en las manos quemaba
cuanto más cerca de la cima estaba.

Con un sistema de puntos me hiciste ver verdad:
que tus actos al cielo o al infierno te pueden llevar.
No hay blanco ni negro contigo
si entre todos encontramos la salida al laberinto.

Hazme reír como si no hubiera mañana,
por fin te vislumbro arriba;
y desde aquí puedo besarte la barbilla.
Pero eso ya no me preocupa más,
si mi año empezó como debía empezar,
bajo fuegos artificiales en un cielo dorado,
proyectando el beso de quien había encontrado.

Como me gusta Baobab.
Muchas gracias, de verdad.

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