Gracias por venir a leer. Quiero hacer un resumen de mi 2020.
En enero sería la última vez en visitar con mis amigos el
muelle en Santa Mónica. Y San Diego me ofrecía una de mis últimas fiestas.
Un febrero inocente e iluso con ganas de volver a casa. Con
un marzo duro en el que se dejaba claro: había una alarma mundial. Familiares y
amigos perdiendo el trabajo, la ilusión, el contacto consigo mismos.
Para aquel entonces ya hacía tres meses que tenía mis dos
tatuajes "Allow" and "Inspire". No sé cuántas veces me dije
en el Yosemite que debía repetirlo cuando algo fuera mal. Esas dos palabras
resonaron. Nueva ciudad. San Francisco. Sola. Con Jordan. Un trabajo que no
entendía. Una ciudad que sin duda me consumía.
Estaba viva y evolucionaba implacable hacia una península
sucia. Inerte. Vacía. A las 9 se repartía el crack en frente de casa.
Una de las noches, vi a un ángel. Mi vecino me salvó de que
tres sin techo me robaran. Yo estaba en un portal paralizada de miedo. Estaban
cerca. Demasiado cerca.
Abril me sirvió para conectarme con una parte de mí que no
conocía. He fumado como una camionera. He llorado todas las noches en aquella
azotea. Mirando a través de un mar de dudas en un piso 13. Me seguía doliendo
haber sido estafada. Era vergüenza por no saber cuál era mi lugar y cuál era el
siguiente paso.
También, aprendí a comunicarme a través de una pantalla. Y
qué es posible un nuevo estilo de vida sin tantos desplazamientos. La pandemia
demostraba que éramos valientes ante la incertidumbre. En casa ya llevan un mes
encerrados. Papá está en el hospital y le duele al respirar. Tengo pesadillas
constantemente y trabajo 12 horas diarias.
En mayo decidí volver al sur tras haber perdido el Norte.
Tenía que hacer el TFG. Estudiar para la última oportunidad en Ingeniería
Genética y Molecular. No tengo seguridad social ni seguro privado. No tengo el
permiso de trabajo para ese año. Por supuesto, cancelaron mi vuelo a España.
Llegué a Riverside a 80 mph en Jordan, dejándome atrás el
cinturón que me regaló un chico de Tinder al que, a día de hoy, sigo
apreciando. Puse La Santa de Bad Bunny y Javi y Gonzalo vinieron corriendo. El
aire estaba seco y olía a casa. Papá estaba bien y me llamaba cada día para
decirme que me quería.
Junio: TFG. Agobios. Calor. Nada que hacer. Engordo. Me
lleno de complejos. Fumo. Me consumo y me avivo al entender que puedo con todo.
Lo bordo en mi exposición.
Llega julio y le conozco. Stan Anderson. Un chico que enseña
inglés a niños en República Dominicana. ¿Cómo no se me iba a caer la baba?
Hablamos del canto de las ballenas. El día 4, nos besamos. Te emborrachaste y
acabamos girando la botella. Tenía miedo de que no funcionase algo tan real
como lo que notaba contigo.
A principios de agosto conocí al General Sherman. Me bañé en
un río desnuda cerca de Fresno. Y rellené una piñata en su cumpleaños. Tengo la
foto del momento exacto en el que todos nos agachamos a recoger caramelos y condones del suelo. Qué alegría
poder hacer una paella para tanta gente.
San Diego me quiso enseñar que encajo aquí. Y donde quiera.
En el mar, con el pasaporte como escudo en el pecho; tras una reacción por la
búsqueda de respuestas.
En septiembre, la dirección cambió a un barrio de casas
blancas y blancos en sus casas. Fueron semanas en las que el tiempo y el calor
me costaron mucha energía. Dejé de fumar y visite a Stan en Tahoe.
Es tan bonito como me habían contado. Y es gracias a esa
espontaneidad por la que empecé a buscar trabajo en Berkeley. Bajo un cielo que
iluminaba las llamas en California, me enamoré del alma que tiene este sitio.
Los días pasan en el calendario y puede que nos tengamos que
volver a España. Marie viene a vivir a casa y estoy feliz de abrazarla.
La bici me distrae y me mantiene activa. También hemos ido
al desierto a pasar la noche dentro del maletero. Al día siguiente pude ver el
amanecer más bonito de mi vida en Joshua Tree.
Octubre. El mes de cambios, mudanzas, dejar atrás una etapa
y saltar a una piscina a medio llenar. Siempre a medio llenar. Porque me
contratan en un laboratorio cosmético y me mudo después de ver 14 casas.
Empiezo a tener la filosofía de vivir con lo que tengo. Más humildemente.
Escuchandome a mí y a mi entorno más. Stan tiene paciencia cuando lloro porque no
encuentro mi tarjeta de la seguridad social. Todo cuesta mucho.
Carnet de conducir. Plantas. Noviembre ha sido un paseo
agridulce en el que acabe comiendo pavo por Thanksgiving. Sentirse en familia
junto con diciembre. Mis amigos me llaman y eso me hace sentirme bien. Les
agradezco su tiempo conmigo, me he dado cuenta de que vale oro.
Es Navidad y ha acabado todo. Me propongo nuevos retos y
tener una actitud que me ayude a no hacer de pequeños problemas grandes
discusiones. Porque la vida es complicada y se va a poner más jodida.
Pero estoy enamorada de esta aventura y de en quién me estoy
convirtiendo.
Quiero abrazar a mi familia. He descubierto valores que
pensaba que no tenia y tambien he cerrado capítulos con ayuda de la distancia y
todo lo bueno que me rodea. A mis hermanos: cuando os veo en las fotos, algo me
aprieta el corazón. Os quiero.
Gracias.
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