Es viernes y estoy enamorada.
Estoy enamorada de la forma en la que idealiza los años 20. Con
voces que te llevan al momento; incluso mimetiza con sus gestos cada uno de los
sonidos de la escena.
Qué bonito poder darte por hecho y saber que estás ahí. Mirándome
con orgullo y las ganas de jugar de dos chiquillos con las ganas de comerse el
mundo.
Estoy enamorada de esa pequeña mantis religiosa que está de camino
al trabajo. Representa cómo la constancia (y no tanto la autoexigencia) te
puede llevar a hacer y a apreciar cosas maravillosas. La mantis, de unos 10 cm
de larga, refleja los rayos de sol o el rocío de Berkeley cada mañana. Ese
paseo que me da espacio para pensar, para respirar, para retarme.
Estoy enamorada de poder señalar siempre el norte en esta ciudad. A
la izquierda la bahía; a la derecha la montaña. Es una pequeña concesión que me
da la vida en este momento en el que tan inexplicablemente perdida estoy. Y tan
adulta tengo que ser. Pero estoy enamorada de asumir la responsabilidad total
de la carga que es mi vida.
Me encanta saber que soy mediocre para algunas cosas. Y que no
pasa nada. Pero estoy jodidamente enamorada de saber que eso no implica no ser
la mejor en lo que tú haces.
Estoy enamorada de darme cuenta de lo mucho que quiero la
honestidad que tenemos en la terreta. El contraste cultural es real y -aunque
esto no sé si me gusta o lo odio- cada vez formo más parte de esto. Tanto que
ya no me doy cuenta de lo que antes era estridente. Porque estoy aprendiendo lo
humana que soy y que nadie tiene totalmente la razón; dependerá muchas veces de
las gafas que te hayan prestado.
Estoy enamorada de mi casa. Por muchos motivos. El primero es que
es mi refugio en esta tormenta. Un oasis en el que me recupero tras haber estado
en el ojo del huracán. Y he hecho un templo de ella; que se ha construido solo.
Que me ha construido a mí. Estoy descubriendo esta faceta mía y me gusta quien
soy.
Me encanta que muchas cosas me den igual. Me da igual que alguien
se enfade conmigo si siento que no está siendo empático. Confío en mi instinto.
Me da igual lo que piense la gente. Me da igual tener que reconocer mis
errores. Me da igual tener que recordarme que cometo fallos porque sé que soy
de naturaleza ansiosa.
Y me da igual. Porque no me culpo por el descontrol que puedo ser a veces. Pero quiero mejorar y encontrar equilibrio.
Me encanta saber un poco más de velocidades. Que no sirve de nada
ir a 200km/h si, de repente, aparece un muro en tu vida que te hace bajarte del
coche de la hostia. Y duele.
Y te quedas tirado.
Pero sabes que un día volverás al volante y volarás de nuevo a
200km/h. Porque ya lo has hecho antes. Siempre lo haces.
Y también me gusta saber que estoy dispuesta a esforzarme por
reducir la velocidad para poder disfrutar más del camino. Porque eso es
importante.
Me encanta escribir joder, esto sienta muy bien.
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