miércoles, 30 de julio de 2014

Qué bonito es tener algo que perder

A veces no nos damos cuenta de lo inmensamente necesarios que nos volvemos para alguien. Siempre nos resalta más nuestra propia dependencia, nuestros sentimientos, nuestro corazón. ¿Pero y cuando somos nosotros las alas de libertad para algún espíritu inquieto?

Allí, ladeada sobre un sofá mullido y tan cálido que emana calor de manera natural, quizá calentado por el sudor de nuestros cuerpos o tan solo por los rayos de sol que lo cuidaron por la tarde. Y sin embargo, siento frío. Unos labios me dicen que vaya, que no tenga miedo, que los precipicios acaban en caídas alucinantes y que si no fuera así, él me salvaría del abismo. Sea como tenga que ser, allí me encuentro, en plena oscuridad y (como única melodía) el acompasado ritmo de nuestras respiraciones jadeantes. Yo, que me conozco más que nadie, me recuerdo la hora que es, que fuera hacen treinta y dos grados, que la matrícula de mi coche acaba en mi número favorito, 23, todo ello cosas que me aten un poco a la vida real. La locura no perdona y me lleva por unas nubes perdidas.

Siento algo dentro que tengo que decir. He de encontrar una manera para verbalizar lo que siento: que mi único objetivo en ese momento es juntar aún más nuestros cuerpos, hacernos uno, bebernos despacito. Pero las palabras son muy fuertes y ya fue dicho por algún sabio, se las lleva el viento. Eso que necesito decir, que mi alma desea gritar no es más que un atronador "te quiero" en medio de tanto silencio desconcertante.

Comienza a temblar. Los músculos se le tensan y se muerde el labio. Él necesita lo mismo, pero es complicado... siempre es complicado. Y de repente, lo único que quieres es explotar, estallar de felicidad y, sobretodo, hacerlo a su lado. Porque sí, los sueños están bien, pero es mejor estar con él. Arena y sal, ginebra y ron. Verano, calor, nuevas experiencias y el contador con las ganas de besarle a tope. 

Al respirarle solo puedes notar azul, un azul despejado que se refleja en el cielo y en sus ojos. En los tuyos su imagen, que denota una admiración especial, como un juguete nuevo que no quieres soltar y que podrías estar horas redescubriendo. Dale la mano, ¿qué más da que sea raro? Corred y daros prisa, no hay tiempo para tonterías. Y reír, reír hasta que los pulmones no os permitan exhalar más . 


A veces, nos damos cuenta de que hemos perdido tanto el tiempo que cuando algo así está delante, probablemente nos tropecemos. Pero tropezarse es bonito, equivocarse es normal y desembarcar excitante. Me pregunta qué me pasa, que tengo mucho peligro, que no me encuentra fallos...yo me derrito y solo soy capaz de dejarle ver una sonrisa y soltar pequeñas carcajadas, esas que muestran que me encanta, que tengo muchas menos virtudes que defectos, que quiero comerle la boca y decirle que las cosas serias nunca fueron lo mío, a pesar de que me iría a un lugar ocre donde amanecer sin prisas a su lado y firmar donde fuera para no soltarle. ¿Las cosas serias? Serio es no ser capaz de dejar de dar tumbos durante años y que aparezca ese ser para el cual eres también su salvación, para que en menos de lo que dura uno de vuestros besos, te haya apetecido decirle mil veces al odio "te quiero".






domingo, 20 de julio de 2014

La poesía de los valientes

-Y para ti, ¿qué es el amor?

-Es como pisar el suelo caliente y suave después de llevar horas y horas pisando la nieve. Es tragar agua cuando caminabas bajo un desierto seco de esperanza. Es sentir que no hay peligro cerca más allá de parpadear y perder a esa persona durante unas fracciones de segundo. Es recrearse en ese pensamiento de seguridad, sonreír, bajar la mirada y estrechar con fuerza a la belleza personificada.

El amor es esa sensación de tener miedo a perder algo, esa sensación tan maravillosa de que no vas a caer; porque confías. Amar es perder el tiempo de una manera tan tonta que cuando mires a un calendario solo recuerdes haber estado una larga estancia en la cama tumbada, escuchando el silencio y desprendiendo la calidez propia del primer rayo de sol del día.

El amor puede ser aquel relámpago que asusta y hace temblar, pero que asombra hasta puntos tan extremos que queremos ser atravesados de arriba a abajo. Amar es empezar a creer de verdad en las cosas no perecederas, en los futuros planeados y en las navidades juntos.

El amor es volver a casa después de un largo viaje y encontrarlo todo tal cual lo habías dejado cuando saliste por última vez de ahí. Es entrar a la cocina y recordar ese olor tan propio del hogar. El amor es no poder dejar de tensar los músculos cuando escuchas su nombre, y no poder evitar ver en todas partes coincidencias que te recuerdan que, en algún lugar, esa persona también piensa constantemente en ti.

El amor es eso que cada uno celebra todas las noches antes de dormir y que conmemora el día de San Valentín, porque las canciones cobran sentido y la música vibra en tu interior. El amor es algo tan mágico que se puede expresar de muchas maneras y en todas direcciones, con una potencia de la que se desconocen los límites. El amor, es la poesía de los más valientes.

viernes, 18 de julio de 2014

Junto a las inmóviles agujas del reloj

Hay ocasiones en las que, simplemente, nos duele el alma. Nos duele el alma y el corazón y toda la presión que somos capaces de imaginar nos aplasta el pecho, impidiendo que la sangre nos caliente y nos haga recuperar la cordura. Cuando esto pasa, todo comienza a desmoronarse y lo que antes parecía un movimiento mecánico, ahora parece la técnica más difícil del mundo.

Estamos hechos para sentir, para llorar, para pasarlo mal y reír sin que nos corten. Estamos hechos para aprender a volar y a soñar con que nos comemos el mundo a bocados grandes muchas veces y otras a pequeños mordisquitos. Sea como sea, necesitamos ayuda. Ese aire fresco que te eleva, que te hace sentir seguro y cálido, que te hace pasarlo bien y reír sin que, en efecto, nadie ni nada te corte. 

Podemos buscar una medicina que nos desatasque la opresión pero lo más probable es que acabemos más hundidos. Besando labios que no nos importan y tirando de calles que sabes que no quieres volver a pisar. Y claro, sumidos en este pozo en el que por desgracia la oscuridad abruma y hiela, aparece.

¿No sabes que los ángeles existen? ¿No te han demostrado que es posible salvarse del infierno? Claro que sí. Que la tristeza y la soledad explotan y se evaporan en unos segundos cuando brotan de la nada espíritus y se implantan en tu vida. 


Dicen que las revoluciones nunca han salido baratas. Al final solo se trata de esperar, dejarse llevar y obviar las cadenas que nos oprimen. Echar de menos a las personas a las que quise a rabiar y ahora rabio por querer. Seguir soñando que estás ahí, en ese campo de tulipanes amarillos, suaves y frescos sobre los que flotabas junto con las inmóviles agujas del reloj.






martes, 8 de julio de 2014

Ángeles blancos y ángeles negros

Y se moría de ganas de que sus corazones se juntasen, de que las estrellas despuntasen las miradas de aquellas trampas mortales en el juego de los dos. Y sentía en el pecho aquella fuerza redonda, cíclica y magnífica que brotaba de dentro como las olas del mar rompen en los acantilados: furiosa, tremenda y absoluta.

La corrosiva sensación no hacía más que recrearla sobre sí misma, sobre ese pensamiento que la hacía florecer después de tanta oscuridad. Y es que antes de hacerse añicos ella era así de valiente, vivaz y sin miedo. Ahora parecía que el amor era el mejor pegamento para su alma descosida, que se iba bordando a cada beso, a cada caricia. 



Empezaba a ser todo como engancharse a una droga: creía que un poco le haría pasárselo bien, que repitiendo experimentaría una sensación bastante hermosa y a la vez dañina, sabía que le pasaría factura, que acabaría cayendo en un agujero, que sólo las alas negras de los ángeles pícaros le podrían hacer volar de tal manera.

Pero no entendía porqué esta vez era la fragilidad de aquel ángel blanco la que le ataba al suelo. Y le encantaba. Le encantaba aquella forma de mirarse, como comerse el mundo con tan solo desearlo. Un poder digno de otros ángeles como ella, que fueran del color que fueran, también los dañaron y ahora buscan recomponerse.


jueves, 3 de julio de 2014

"Lo mejor fue besarse y esa revolución"

Lo mejor de todo fue besarse sin saber que comenzarían una revolución. La evolución de pequeña oruga a mariposa, la metamorfosis más bella que jamás le pudo ocurrir. 

Se distraían con la suave caída de las hojas en otoño, con cómo se derretían los copos de nieve en invierno. Admiraban el florecer de los almendros y sus tonos rosáceos y vislumbraban con asombro los primeros rayos de sol del verano. 

Todo esto, junto con las sensaciones de sus sentidos más desarrollados, pasó a tener menor relevancia cuando sus ojos se enrolaron en semejante locura. Y fue curioso cómo algo tan precioso fue tan efímero, como el tiempo en que aquellos copos tardaban en fundirse.

Pero para comenzar su historia primero hubieron de cometer muchos errores. Quizá el primero fue creer que el amor era algo barato que comprar en los labios de la primera persona que estuviera de oferta, y que el deseo de sus curvas paliaría la sed de placer inmediato. El segundo, y tal vez más importante, fue pensar que el amor no existía, que era una cosa que muy pocos alcanzaban enajenados por una ilusión transitoria. De esto se perdieron muchos momentos mágicos entrelazados entre los brazos de alguien que les diese calor. Finalmente, obviar que las cosas grandes comienzan con algo tan simple como miradas fugaces o suspiros repentinos en la barra de cualquier bar.


Enloquecieron. En poco tiempo se bebían mutuamente sin descanso. Era tan inexplicable que no merece la pena esforzarse en definir algo tan surrealista y a la vez tan real como que la vida se agota, igual que el amor. Es lo que tienen las primaveras, los sonidos definidos, la fugacidad y los colores de una sombra. Terminó, y fueron felices después de eso, pero nunca de la misma manera, nunca maravillados ante esas tres creencias que desmintieron en el momento de conocerse.



Un poco diablo, un poco perdido

Yo ya no sé si soy un poco diablo 
o soy el diablo que aguarda en tu pecho;
solo sé que perdí todo el derecho
a pedir que aflojaras la soga de mi cuello.


Y no rozo el mar en el que era capitán,
ni surco las aguas de tu boca infinita.
Tan solo rompen las olas torcidas
en lo que ahora son cataratas de hielo.

Un hielo ardiente que abrasa el alma,

unas olas nacidas de tu pelo en llamas,
una boca que ocasiona destellos moribundos
y un capitán que hace tiempo perdió el rumbo.

Mas no temo al deseo de admirarte,

ni odio la fragancia que me recuerda a ti,
tan solo me quemo por dentro 
cada vez que pienso que no te tengo aquí.

Pero diciembre es más sabio y el tiempo le concede

el maravilloso privilegio de llevarse mi memoria,
que enraizada a tus alas se rompió como cristal;
de quererte por las noches y cuidarte en las mañanas
o de amarte por las tardes y fijarse en tu mirada.