Hay ocasiones en las que, simplemente, nos duele el alma. Nos duele el alma y el corazón y toda la presión que somos capaces de imaginar nos aplasta el pecho, impidiendo que la sangre nos caliente y nos haga recuperar la cordura. Cuando esto pasa, todo comienza a desmoronarse y lo que antes parecía un movimiento mecánico, ahora parece la técnica más difícil del mundo.
Estamos hechos para sentir, para llorar, para pasarlo mal y reír sin que nos corten. Estamos hechos para aprender a volar y a soñar con que nos comemos el mundo a bocados grandes muchas veces y otras a pequeños mordisquitos. Sea como sea, necesitamos ayuda. Ese aire fresco que te eleva, que te hace sentir seguro y cálido, que te hace pasarlo bien y reír sin que, en efecto, nadie ni nada te corte.
Podemos buscar una medicina que nos desatasque la opresión pero lo más probable es que acabemos más hundidos. Besando labios que no nos importan y tirando de calles que sabes que no quieres volver a pisar. Y claro, sumidos en este pozo en el que por desgracia la oscuridad abruma y hiela, aparece.
¿No sabes que los ángeles existen? ¿No te han demostrado que es posible salvarse del infierno? Claro que sí. Que la tristeza y la soledad explotan y se evaporan en unos segundos cuando brotan de la nada espíritus y se implantan en tu vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario