jueves, 30 de julio de 2015

Joder, ¡¿cómo habría sido?!

Me alegro tanto de que seas feliz...pero, joder, ¡¿cómo habría sido?!. Escalar nuestros cuerpos salados al llegar a la cabaña en vacaciones sudando de la playa, aborrecer del olor a hospital dándonos la mano en todo momento, cocinar el día de noche vieja y ponerle nombre a nuestro perro. Coger un avión en nuestra luna de miel con el billete a ninguna parte que tanto deseabas y escuchar su primer llanto.

Nos quedan tantas cosas por hacer... ahora me acuerdo de la foto que no nos hicimos buceando ni en el momento en el que me viste conducir un quad por primera vez. Nos quedan muchas cosas por las que ahorrar a medias y tantas horas trabajando juntos, cada uno en lo suyo, pero rozándonos cuando nos desesperen las tareas. 

Aún tenemos que probar el plato nuevo en la carta de aquel restaurante que todavía no hemos visitado y me tienes que decir lo guapa que estoy cuando sople las velas de mis treinta y comience esa nueva etapa. Me queda hacerte un nudo en la corbata para tu primera entrevista y esperarte en casa con un beso dulce mientras me cuentas cómo te ha ido.

No te olvides de todas las noches de reconciliación en la cama que no vamos a vivir; cuando nos convertimos en bestias que se odian. No cuentes a nadie lo mucho que te hago enloquecer cuando me muerdo el labio, porque jamás lo volveré hacer. Yo procuraré olvidar la manera en la que me haces reír para intentar reírme de la vida aunque no estés en ella. Las noches en una tumbona pasando calor serán más frías por no tenernos y después de fumar expulsaremos el humo al vacío del universo, no en el paladar del otro. 

"Solo somos animales que tienen miedo controlar eso tan grande que tenían, buscando como mortales una excusa para terminar con el instinto que no se puede sofocar" y mientras canto esta canción solo podrás escuchar su eco a lo lejos sin saber si soy yo la que entona. Pero no pasa nada, porque el mundo sigue y la luz siempre apaga la oscuridad; así que estos secretos están a salvo mientras no se vivan. Sin embargo, no puedo evitar decir <Joder, ¡¿cómo habría sido?!>

jueves, 23 de julio de 2015

Toboganes y precipicios

Ojala no doliese. Ojala nada doliese y las verdades no se clavaran como puños en el alma. Siempre es más fácil cerrar los ojos y mirar hacia otro lado, pensando que se puede escapar de la realidad y de lo que sus tormentosos precipicios nos quieren desvelar. Pero lo cierto es que si seguimos andando con los ojos tapados, caeremos irremediablemente por ese barranco. La incertidumbre por el contrario sería mejor vista como un tobogán deslizante y curvo, por el cual cuando te asomas no puedes ver el final y solo escuchas el eco de tu propia voz. Seríamos las víctimas perfectas de la incertidumbre cuando ese miedo en el que reparamos cada día y cada noche nos acompañara y aplastara como lo hacen nuestras preocupaciones.
Todo esto parece enrevesado, sin embargo, es tan fácil como sentarse y disfrutar del camino del tobogán. Olvidarnos del vértigo que nos traerá el destino y quitarnos la venda para divisar el maravilloso paisaje que los precipicios vislumbran.
Es asombroso como nos quedamos anclados en el pasado y desnudos ante el futuro; todo esto mientras negamos el presente y la veracidad de sus hechos. No estamos en este mundo para llorar todas las mañanas la pérdida del ayer y no desear las ganancias del mañana. ¿Para qué entonces? Cada uno para lo suyo, yo desde luego soy partidaria de hacerme gigante, tanto como pueda y olvidarme de las pre-ocupaciones y de los fantasmas del pasado. Ya es hora de encerrarlos y dejar que se pudran ellos, las manzanas más fuertes y bellas del jardín son las que resisten.



sábado, 18 de julio de 2015

Te digo despacito que quiero ir rápido

No se trata de encontrar ningún alma gemela, ni de complementos o de copias. Puede que los tiros vayan más por sentir que alguien te lee como si fueras la carta de su menú perfecto. Que te de igual si los planes siempre salen mal porque sabes que acabar perdiendo un taxi significa que la ropa te la arrancará un poco más tarde. 

Las mejores noches son aquellas en las que te das cuenta de lo valiente que eres y de que necesitas a alguien igual de valiente a tu lado; con sangre en las venas y el corazón caliente. Tal vez sea "que soy del sur" pero decían que ni en Cádiz se acaba el mundo ni en Irún ponen fronteras los gigantes. 

Son los que no se ponen límites, los pacientes, los cuerdos dentro de la locura que te atan con la mirada y te mueven como una peonza las noches de baile, los que saben hablar de política y de deportes, de misterios y verdades. Esos son los buenos.

¿Quién te puede asegurar que te quiere más que ayer y menos que mañana? Puede que no te des cuenta de que malgastarás el tiempo con personas que no te quiten la sed, que sean fungibles. Pero todos sabemos que la magia no se puede crear: la magia te encuentra sin trampa ni cartón, te envuelve elucidando una verdad que antes era falaz e improbable. 



Voy a comenzar, dicho todo esto, a escribir en la piel de quien se merezca todo lo que no supe hacer bien, las injusticias que me queman por dentro, la intensidad que vea en esas personas que son quienes merecen la pena. Por eso, no quiero a alguien que me complete. Quiero a alguien que sepa estar ahí como hay que estar, que te diga despacito que quiere ir rápido, que no tenga miedo a saltar conmigo sin mirar al vacío, que entienda mis tatuajes, mis cicatrices, mis lágrimas que llenan el fondo del mar, el aire que desplazo cuando huyo de lo que me da vértigo. El asfalto raspará y nunca veremos dragones volar, pero el miedo huele mejor con buena compañía y quiero dedicarme a encontrar fragancias excitantes. ¿Te vienes?

martes, 14 de julio de 2015

El azar metabolizado como magia

Hay cosas que funcionan así y no son casualidad, pero el hecho de creer en el azar nos hace más soportable la existencia del caos. Espero que nos demos cuenta algún día (aunque tardemos) de que el caos solo existe en nuestras cabeza y atribuimos esta palabra al desorden con la equívoca certeza de que tenemos la capacidad de anular, en cualquiera de sus numerosos aspectos, el caos.

Fuimos creados gracias a él, toda una raza de mentes que ven la felicidad o la grandeza como algunos de los objetivos a alcanzar. Una principal diferencia con los animales, ciertamente indiscutible. Pero ahí fallamos, engañándonos de nuevo pensando que esa felicidad se puede agarrar y que dura eternamente o que la grandeza se consigue con la ayuda de la "suerte". Hablando de suerte, cuerdas que mantengan la felicidad por siempre y los motivos por los que atribuimos nuestro afán de vivir es, efectivamente, el caos.
Y seguirá con independencia a nuestra vida, al dolor o a todas las súplicas para vivir en un mundo ordenado. En el fondo de nuestras cabezas y en lo más superficial de nuestros corazones.


Por eso, hay cosas que no son casualidad. Pero vamos a llegar más lejos, ¿no? Vamos a intentar ser increíbles y a construir lo que nos haga únicos. Vamos a explotar con esa canción que nos hace superar un trauma y cuando la hayamos usado tanto para limpiarnos que solo esté impregnada de aquel recuerdo será hora de dejarla atrás y cultivar el alma con abono de otra cosa que nos devuelva a la vida sin manchas del pasado.

jueves, 9 de julio de 2015

Las sirenas

Unos días atrás fuimos las tres, como siempre, al apartamento de siempre, con la piscina de siempre, el sofá naranja de siempre, la nevera llena con las mismas cosas, las maletas de  siempre, las asombrosas ganas de siempre.  Al llegar, pudimos notar el característico olor que parecía impregnado ya en aquel lugar. Nos trajo recuerdos maravillosos; hasta se oían las risas de nuestros “yos” pasados en el sofá. Nos sentíamos seguras allí, las unas con las otras, procurando comernos el mundo poco a poco para disfrutar de cada bocado.

Aquella tarde en la playa parecía que sonase de fondo una balada suave que acompañaba al viento. El relente de las noches anteriores se hizo presente de nuevo, atrapándose en tu piel y haciéndonos parecer cansadas. Es lo que tiene la costa y es un problema cuando te desacostumbras a ello. Había ido yo sola, necesitaba estarlo en cierto modo aunque quería con locura a mis compañeras de viaje.

Caminé durante una hora por el paseo marítimo y entré a un bar. Durante mi paseo había estado cantándote, sabiendo que tenía la voz roncar de cantarte. Pedí un tequila con extra de sal. Creí que merecía la pena recordar aquellos besos de mar que me dabas. Tú me llamabas “sirena” y eras testigo de los deliciosos acordes que se escuchan entre la tierra y el mar cuando el sol reflejaba sus rayos en mi piel. Los kilómetros que nos separan comenzaron a ser suficientes para adoptar el valor; quizá solo necesitaba que supieras que el miedo huele bien, que en la carta dejó de haber el plato Esperanza. ¿Cómo podrías saber que estábamos condenados? Tal vez experimentando la huida en la noche y no echándote de menos.

Me tocaron el hombro. Supieron que había ido en esa dirección, que estuve pensando en la vida que me pesaba como plomo en la espalda, que no podía recibir miradas de fuego de nadie más, que no había dejado de fumarte y necesitaba parches de nicotina para desquitarme de ti. Sabían que me había pedido tequila, y que pienso que la mejor manera de curar las heridas es el limón. Ellas querían ser el parche y el azúcar que compensara lo ácido que había estado mi corazón.

Y entonces me acordé de que todas esas canciones que canté ya las había oído antes con ellas, de que no he vivido con nadie más noches de relente que con ellas, que ya nos conocían en aquel bar, que ellas son las sirenas del cuento que llevábamos viviendo desde hacía años. Me acordé, sin duda alguna, que ellas son las que siempre me han dado valor y que me encanta que en nuestra nevera lo que haya sea mayonesa y palitos de cangrejo. Porque cuando veo un sofá naranja, me vienen a la cabeza el melón con ron y unos bizcochos demasiado cocidos. Volvimos juntas a casa, a nuestro apartamento de siempre tras un baño en la piscina de siempre, cenando las mismas cosas y dándole un bocado de amistad al mundo que nos gustaba comernos juntas poquito a poco.



domingo, 5 de julio de 2015

El accidente de los penitentes

Puedo decir que me encanta ser la mala, la que tiene monstruos en el armario y te pide que te quedes una noche más, cargarme de energía con nuestras canciones y pelearme con la almohada hasta el amanecer. Además de mala, no abandono nunca. Puede que me agobie, me canse, me aparte por un tiempo, pero nunca abandono. De todas maneras, y tras haberme confesado innumerables veces que no lo haría, es probable que esta vez sea egoísta y te confiese que me beberé el desayuno en nuestra taza para darme un homenaje de buenos días y que miraré la hora que las agujas marcan en la esfera. 

¿Por qué? ¿Seré la mala? La verdad es que prefiero que el amanecer no rompa cada día contra mi ventana y que esas manecillas no se me claven más veces. Supongo, que todo se reduce a que no quiero perder más lágrimas ni rezar a los guardianes de tus sentidos que sean cómplices de nuestro amor. Y sin pensar que soy más de escribir historias, que no quiero dibujos pintados en nubes grises, te digo que solo quiero besos de hilo. Que vengas y que cambies todo esto, sin monstruos en el armario pero manteniendo las peleas de almohada.

Me voy a arrepentir, sí, pero de no haberme quitado este peso de los hombros hace mucho y de no haber sabido frenar el accidente de sentimientos derrochados. No sé si creerme los te quiero descuartizados sobre la carretera, pero antes de que se vuelva a desgarrar la luna, yo me voy de aquí. No quiero escuchar más tu voz, puertos que no lleve a ninguna parte, ni recorrer descalza los kilómetros andados que ahora solo van a abrir heridas en el alma. Tranquilo, no borraré nuestras fotos del disco duro; pero eso ya lo sabes.

Dragón sin fuego, kyle sin su 23, Dezba que perdió su pluma; haremos para que vuelva el combustible, tus queridos números y la guerrera.

sábado, 4 de julio de 2015

"No anheles tanto la felicidad y disfruta del aquí y ahora".

"No anheles tanto la felicidad y disfruta del aquí y ahora". 
Hola a todos, son las 2:35 de la mañana de un 4 de julio y no puedo dormir. No es gratuito, esto viene de hace un año, en que escribía aquel "ángeles negros" que marcaba un antes y un después en el verano de 2014, MI verano.
Qué maravilloso bajarse a la playa y rozar las olas del mar sabiendo que es algo tan tuyo que casi te pertenece: la arena, el sol y la sal. El brillo con el que viajamos y las risas eran tan potentes que fueron el aliento necesario para pasar mi primer año fuera de casa sin casi descargar del todo las pilas. Un golpe de carga en las baterías.
Hoy, pasado un año y miles de nuevas miradas después, creo que he cambiado el rumbo y que lo que me apetece es no anhelar la felicidad, el amor ni nada por el estilo. Solo quiero disfrutar del café helado, de mis 18 años, de mi levante de nuevo y de los amigos que durante tanto tiempo me rodearon. No quiero preocuparme ni siquiera de saber qué voy a hacer a continuación porque no me quedan páginas del álbum que llenar. Ya pondré un imán en la nevera que me recuerde que tengo que comprar folios para reescribir el 2015, pero de momento, voy a coger el toro por los cuernos y a librarme de todo aquello que me pesa tanto.
Siempre lo he dicho, es preocupante cuando las cosas dejan de importarme y es peor que gire la cara ante una situación a que grite o llore demostrando que me importa. La batería tan potente que había cargado hace unas cuantas estaciones se ha agotado con el paso de la caléndula, el frío invierno, la primavera rosada y de nuevo el calor. 
No espero renovarme ni encontrarme, ni crear una nueva dirección, tan solo ser capaz de escribir de canciones distintas, que no hablen de amor, que no lloren por nadie y que tengan la fuerza de la juventud. Al final, espero que la Lola de las madrugadas que tan claras quiere tener las cosas siga mañana por la mañana sin ninguna duda. 
Buenas noches 4 de julio, ¿tan distinto te veré año tras año?