El problema que tengo es que, de repente un día, esto deja de importarme. Y entonces, ya no lo llamaré "esto" si no "aquello" porque, sin darme cuenta, interpondré distancia para que no me duela. Cuando ese día llega, pierdo la sonrisa y lo peor es que ya no tengo brillo en los ojos cuando lo pienso. Simplemente, se ha esfumado la magia y todo lo que era capaz de aguantar y pelear ya no está.
Suele pasar con las decepciones. Pero las decepciones grandes, esas que notas cómo te han hecho un corte por dentro y parece que no hay paso atrás que te lo cure. Es en parte como nos vamos haciendo mayores, y desencantados, y decepcionados, y deprimidos.
No tiene que ver con no saber perdonar. Hay veces que no tienes nada que perdonar porque simplemente alguien haya tomado un camino que te haga daño. Todos somos dueños de nuestros actos, todos sabemos lo que duelen las cosas, todos podemos tenernos o no en cuenta. Hay que dejar de esperar de la gente que actúe como tú quieres; pero desde luego que también hay que saber soltar a aquellos que nos hieren sin razones de peso, para "que aprendamos" o porque "les apetece".
Mi casa es mi templo. Mi cuerpo es mi vehículo. Mi mente usofructo de mi vitalidad. Y en ese triángulo de las bermudas sobre el que baso mi vida quiero dejar fuera lo tóxico. Los colores de las sombras de quienes no supieron estar ahí. Gran parte del éxito consiste simplemente en "estar ahí".
Lo bueno de todo esto es, que sin lugar a duda, soy capaz de verle el lado positivo. Si me he levantado cuando me he caído, ya recuperaré la ilusión con nuevos retos. Ya pintaré nuevos paisajes. Ya cantaré nuevas canciones. Ya respiraré aire de otros lugares.
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