Qué ganas tengo. La verdad es que lo he tenido tan claro siempre,
que hasta me asusta pensar el poco apego que le tengo a mi pueblo, familia o
amigos; aunque yo sé que realmente no se trata de poco apego, pues los quiero a
todos infinitamente y si hay algo que me siento es san vicentera. Lo que
realmente me pasa es sencillo: siempre he sido ese potrillo alado difícil de
domar, abogada del diablo, defensora de las causas perdidas, etérea y soñadora.
Creer en la magia del mundo, que es posible cambiarlo y que estamos aquí para
ser felices son factores que también han influido para que no me sienta en casa
de nadie y a la vez pueda hacer de casi cualquier sitio mi hogar.
Y eso es así, no tardo en
acostumbrarme a los sitios, ni a los cambios, ni siquiera a las personas.
Recuerdo una noche de hace dos años en la que me bajé del coche pensando en qué
suerte tenía mi hermana mayor por hacer selectividad, tener 18 y desaparecer,
pudiendo encontrar nuevas gentes y comerse el mundo. Ahora soy yo quien está en
esa situación pero no me siento tan fuerte ni valiente, es más bien como estar
a punto de saltar a un precipicio en el que abajo hay colocado un buen colchón
que evita el fuerte impacto, pero que no quita el miedo. Es ese miedo, esa
sensación de caer, de sentirte pluma y plomo a la vez la que voy a tener que
vivir sí o sí. Y me muero de ganas como ya he dicho, aunque no me vaya a sacar
el carné de conducir nada más ser mayor de edad ni salga a estudiar fuera de
España, las posibilidades que se me ofrecen son enormes; y pienso subirme a
todos los trenes que sea y aprovecharlo. ¿Va a ser duro? No lo dudo. ¿Voy a
tener ganas de abandonar? Ya lo creo. ¿Voy a llorar? Como la que más. Pero
también sé que si no lo hago, si no salto, me quedaré anclada y me preguntaré
constantemente cómo fui tan cobarde de permitir que algo así se me fuera de las
manos.
Qué asombroso me parece que haya
personas que, teniendo la oportunidad de marcharse, decidan quedarse por el
novio/a, los amigos, porque no se ven capaces de vivir solos…¿en qué piensan?
Hay gente que sacrificaría muchísimo por lo mismo que ellos rechazan sin reparo
ni vergüenza a decir que “vivir en casa es muy cómodo”. ¿CÓMODO? Dios, claro
que es más cómodo, pero creo que es este año el punto de inflexión en el que
hemos de arriesgarnos y suplantar comodidad por sacrificio y pasividad por
valentía. Al fin y al cabo, se trata de echarle un par, sonreír y superar.

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