domingo, 30 de noviembre de 2014

Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser cursi, que la humanidad recuperara el sentido romántico de la vida y junto con él, la tradición de los noviazgos largos, las serenatas, las cartas perfumadas, las rosas en cada aniversario, los apretones de manos entre las rejas de los balcones, las sorpresas que te hinchan el alma y recargan las pilas. 
Cómo me gustaría vivir en un mundo más discreto y decente, donde el amor fuera una necesidad y no un mero capricho, cambiante con cada falda más corta. 


Pero qué le vamos a hacer...me toca vivir en una época insensible, deshumanizada, obscena, carente de valores y en la que ya nadie respeta los sentimientos del prójimo porque no consideramos los sentimientos como algo lo suficientemente importante para apartar el egoísmo. Porque no nos queremos de verdad, ni siquiera a nosotros mismos; y nos buscamos en el reflejo de una mesa de cirugía o una dieta peligrosa. Porque amamos tan poco nuestro entorno que permitimos que la gente muera de frío, de hambre o por enfermedades evitables con un poco de higiene. Porque es más cómodo viajar de un sitio a otro, allí donde hay comodidad en vez de mirar hacia atrás y preguntarnos cómo hemos podido arrasar con todo a nuestro paso.


Sí, me gustaría una vida en la que no nos machacásemos, pero tanta utopía parece demasiado rosa como para que le guste a todo el mundo.


sábado, 29 de noviembre de 2014

Alegría

La gente de decía que cometía siempre el mismo error: ilusionarse demasiado por la vida. Era el inesperado olor a canela, un día oscuro en pleno mayo, el refrescante sabor de la lima o los guantes que tenían pelo por dentro lo que le hacía sentirse bien. No cómoda, feliz o embriagada, simplemente y en el sentido más sincero de la palabra, bien.

No solía reconocer cuándo estaba mal, aunque la expresividad de sus ojos la delataban y la curva ladeada que su boca no hacía al sonreír mostraba que no le importaba demasiado algo que no fuera su corazón. Cabe decir que eso de que "no le importaba demasiado algo que no fuera su..." no era del todo cierto, porque si había algo seguro en todo esto, en todo ella, era que se preocupaba de corazón por las personas, incluso en exceso. ¿Sabéis aquellas veces en las que te vuelcas mucho con una persona que al final sus problemas acaban abstrayéndote y los acabas haciendo tuyos? Pues eso era lo que le ocurría a menudo.

Podía pensarse que llevaba por bandera una tela verde como el prado y azul como el mar, en la que se tejían solas las cicatrices, los labios del pecado, las oportunidades que aprovechaba, el vino tinto que derramaría, las horas a las que se entregaba a la locura de sus sueños, cada amargura que transitaría a lo largo de los días, todas las carcajadas que se le escaparían y las que no, bueno, las que no no deberían contarse. Perdería en esa bandera la llave de su futuro y arrojaría a la luz de unas velitas bajo la luna llena las noticias que le robasen el espíritu. Los cafés para dos quedarían en el cajón de "Loquenuncateconté", para besayunar a algún inquieto por verla desnuda, sin regalarles noches pero sí unos minutos de placer prohibido con champán esparcido en la bañera.



Sin embargo, era la palabra "alegría" la que le representaba bien. Como un río de energía, un escalofrío que sube desde los pies y acaba en la raíz de cada cabello. Alegría como la que se siente al recordar la persona que más te ha marcado, como recordar el sitio más perfecto del mundo. Alegría como saber que te superas en cada meta, como aprender a comprometerte contigo mismo cada día. Alegría como ilusionarte tanto por la vida que sean los gestos más insignificantes los que te hagan sentir, simplemente y en el sentido más sincero de la palabra, bien.

domingo, 23 de noviembre de 2014

"Los soñadores no pueden ser domados"

"Los soñadores no pueden ser domados". Una vez vi el lado oculto de la luna, que le decía a los "no me quieres" de las margaritas una mentira como que la vida es eterna. Me acuerdo y me pongo mal de pensar que el cedro de enfrente de mi ventana guarda un secreto que ni yo misma sé, que me derrumba hasta los pies.

Y ya lo decía algún filósofo muerto quizá por locura quizá por sífilis, no hay que tirar a la baja para encontrar el bien común, sino ensalzarnos propiamente en el sentido en el que los superhombres revelan su máximo esplendor, su halo de poder y su línea inmensa; pero "Los soñadores no pueden ser domados".


E igualmente podemos decir que los valores absolutos, aquellos impuestos por las sociedades a las que llamamos racionales y con las que nos identificamos, son universalmente nobles y objetivamente obvios. Pero qué universalidad tan estúpida cuando hay niños que lloran porque empieza un nuevo día, cuando hay escoria inmersa entre nosotros, cuando la basura nos llega tan hasta el cuello que se la metemos a otros por el gaznate.

Simplemente, la aseveración falsa de que "los soñadores no pueden ser domados" nos ayuda a creernos esa idea de libertad, que no deja de ser a su vez tan necesaria como inventada. No seremos libres Nietzsche, seguiremos siendo ese intento de sobrevivir en la mentira que seguimos creando.


lunes, 17 de noviembre de 2014

"Sín título" es lo único que merece

Es normal acostumbrarse, y al final acabas haciéndolo, a que las cosas malas vuelven. Al menos no de manera impuesta, pero sí vuelven. No hace falta que lo pienses, ni que te lo creas, ni siquiera que encuentres relación entre unas cosas u otras para que ocurra.

Sea como sea, si hay algo que nos merecemos nos acabará ocurriendo; pero...¿qué hay de lo que no  nos merecemos? ¿De lo que no tenemos la culpa por la que se nos atribuye un castigo? ¿Qué ocurre si simplemente acaba destrozándote tanto algo que acaba por hacer débil? ¿Qué ocurre?

Las cosas no son justas y no, no hay un ser que imparta eso a lo que llamamos "justicia", como si nos sintiésemos con el derecho a decidir qué imponer a cada uno en función de sus actos. Si eso fuera así, estaríamos todos bien perdidos.

Partiendo de ahí, solo me cabe decir que no somos responsables de los demás, ni de sus sentimientos ni de sus decisiones. Nos acabamos reduciendo a desencadenantes de reacciones que a menudo ocurren sin ninguna necesidad de catálisis. No somos el explosivo, somos la mecha.

Acordemos bien con nosotros mismos las palabras que decimos porque esas sí que se producen en nuestra cabeza y salen con más o menos fuerza por la garganta mientras hacemos bien o daño; eso sí que es la chispa que precede a la destrucción.

Y finalmente, como no podía ser de otra manera; a seguir siendo el potrillo alado y risueño al que por no vas a cortar las alas. 

martes, 11 de noviembre de 2014

Que no se apague la llama

Que nadie te quite la ilusión, ni la vida, ni los sueños. Que nadie te robe la esperanza ni el deseo de seguir creciendo. Que nadie te corte nunca las alas para que caigas. Que no te hagan creer que no llegarás a gigante. Que no intenten ni por asomo negar tu valentía para hacerse un abrigo de palabras necias que te desampare en el frío. Que no lo hagan.

Es mejor seguir sintiendo escalofríos con esa canción, o dibujar una sonrisa cuando te das cuenta de que lo que impresiona son tus palabras y no por lo que tienes. Mejor siempre aburrirse de la vida de los demás, perderse en los líos ajenos a ti, probar la carne de cañón de vez en cuando para endurecer la nuestra, reírse de los problemas cuando los tienes delante y no sólo cuando los has superado. Aprender de las caídas y saltar por encima las piedras que ya nos hayamos cruzado. Siempre es mejor...estar por encima de ciertas cosas, hacer más robusta tu fuerza de voluntad y cumplir metas. Siempre es mejor olvidar el odio y quedarse con lo bueno; que aquella frase de "te voy a cortar las alas potrillo desbocado" se quede en "potrillo desbocado" fuerte, impenetrable, leal y noble. Que los perdones sean sinceros y no nos olvidemos de decirnos siempre cuan importantes son para ti los que te rodean. Que no se pierda el calor en un abrazo, que persista lo suficiente como para calentarnos con tan solo pensarlo. Que la noche no caiga sobre nosotros y nos congele los sentimientos. Que no se apague nunca la llama.

jueves, 6 de noviembre de 2014

6 Noviembre 2014

Dicen que las mejores historias son aquellas que no se han contado, las que se quedan flotando en algún lugar al que nadie ha logrado acceder; esperando a que los espíritus curiosos las recojan y las transformen en ondas ligeras y cambiantes.

Por otro lado, son esas aventuras las dignas de contar. Los besos robados que nadie descubrió, las promesas ilusas de un par de labios rotos de deseo, esas caricias que un día complacieron... Es cierto que hay algo atractivo en el pecado, en el riesgo, en las sonrisas prohibidas que no dejan de ser las azafatas de las mejores noches.

Pero ha de prevalecer lo que de verdad compensa, el cariño inmediato siempre que sea prolongado en el tiempo, unos "buenos días" que te levantan de verdad. Es justo en el momento de la verdad, ese momento en el que el hilo está apunto de romperse, te das cuenta de que no merece la pena o de que nunca mereció tanto la pena arriesgarse...¿no?

BUENAS NOCHES.