Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser cursi, que la humanidad recuperara el sentido romántico de la vida y junto con él, la tradición de los noviazgos largos, las serenatas, las cartas perfumadas, las rosas en cada aniversario, los apretones de manos entre las rejas de los balcones, las sorpresas que te hinchan el alma y recargan las pilas.
Cómo me gustaría vivir en un mundo más discreto y decente, donde el amor fuera una necesidad y no un mero capricho, cambiante con cada falda más corta.

Pero qué le vamos a hacer...me toca vivir en una época insensible, deshumanizada, obscena, carente de valores y en la que ya nadie respeta los sentimientos del prójimo porque no consideramos los sentimientos como algo lo suficientemente importante para apartar el egoísmo. Porque no nos queremos de verdad, ni siquiera a nosotros mismos; y nos buscamos en el reflejo de una mesa de cirugía o una dieta peligrosa. Porque amamos tan poco nuestro entorno que permitimos que la gente muera de frío, de hambre o por enfermedades evitables con un poco de higiene. Porque es más cómodo viajar de un sitio a otro, allí donde hay comodidad en vez de mirar hacia atrás y preguntarnos cómo hemos podido arrasar con todo a nuestro paso.
Sí, me gustaría una vida en la que no nos machacásemos, pero tanta utopía parece demasiado rosa como para que le guste a todo el mundo.


