sábado, 31 de mayo de 2014

You found me

Me encontraste. Me encontraste a punto de asfixiarme, de ahogarme entre combustiones ajenas, de caer en el olvido y ser rodeada por hiedra negra. ¿Dónde estabas cuando mis huesos se rompían? ¿Dónde estabas cuando las primaveras se marchitaban?

No importa, ahora estás aquí. Desperté del gélido hielo y mis pestañas, aún cubiertas por inexorables copos de nieve, se deslizaron entre las notas musicales de tu mirada. Alargaste la mano y esa energía tan propia de los últimos rayos de sol ardió en mí. ¿Dónde estabas cuando me clavaban mil cuchillos? ¿Donde estabas cuando todo era sombrío?

Aparecer en medio de esa gigante pradera verde, solo contigo, con tus ojos azules y tu cabello rizado haciendo caracoles por la frente. ¿Eres real? Corres y pareces esculpido en el bloque marmóreo más perfecto del universo. Sonríes y las estrellas envidian el brillo de tus dientes. ¿Dónde estabas cuando se me olvidó el significado de la palabra "belleza"? ¿Dónde estabas cuando no sabía a dónde ir?

Y cuando me besas, el mundo vuelve a ser como antes, con tiempo que se pasa rápido, buenas noches de caramelo y sábanas blancas. Y cuando me agarras de la cintura parece que volvemos allí, a ese hielo que me tenía encerrada, porque siento tanta seguridad que cuando me sueltas me quedo indefensa. Pero la realidad es que sigues protegiéndome, mi héroe de otoño, mi príncipe de color del arco iris. 


Sabes salvar vidas, sabes hacerme sentir, sabes que podrías seguir incansable hasta encontrarme, sabes que seguiría escondiéndome si fuera tan maravilloso redescubrirte. Hazme el amor como lo haces todo, con paciencia y cariño. Quítame las medias con fuerza y diviértete haciendo carreras en ellas. Hazme esperar. Deslízate por los surcos de mi espalda. Muérdeme flojito las orejas y cuenta los lunares de mi cuerpo. Haz que la noche se acabe con una sonrisa en mi boca y gritos ahogados flotando en el aire. 


Me encontraste. Me encontré.

miércoles, 28 de mayo de 2014

9.9

Los que me conocéis sabéis lo mucho que me gusta esta foto. ¿Por qué? Supongo que será, además de la persona que me lo enseñó que lo quiero muchísimo, porque me ha dado ánimos. Curiosamente, aparecía en mi escritorio o en mi móvil cuando las cosas no iban bien y me ha sacado de ese estado mental de vacío y soledad que, estúpida y frecuentemente, sentimos. 
Libertad. También será que me transmite eso. Ilusión y descanso después del trabajo bien hecho. Incertidumbre por un camino que queda por recorrer.

Hoy, cierro una etapa. Bajo la persiana a Bachillerato para enfrentarme a Selectividad y después...bueno, después empieza la verdadera aventura. Si supierais cómo lo pasé al final de 1º de Bachillerato...con un puñetero bulto en el ovario que no sabía cuándo me iban a operar, con presión por la nota, con un lío en la cabeza y en el corazón imposible de enlazar de forma correcta en mi vida. Empecé 2º con muchas ganas, sin el bulto, con las ideas bien claras y más valiente que nunca. ¿Sabéis qué? Ha pasado muy rápido, más de lo que me hubiera gustado. Porque ha sido más difícil, duro e intenso que 1º Bach, pero me lo he pasado tan bien, he aprendido de verdad valores, he conocido mejor a personas increíbles, he vivido meses alucinantes de estrés y estudio, me he demostrado a mí misma que puedo con lo que me echen y más, que soy una leona, que siempre se puede tensar un poco más la cuerda y que no se va a romper porque soy capaz de eso y más. 

También sé que trabajo mejor bajo presión y que los nervios no me traicionan (al menos por el momento), pero que la vida está para disfrutarla y que detenerte para preguntarte qué narices haces te salva de más de un error. Con una media de 9,9 me voy a despedir hoy del mundo. Siendo feliz, sonriendo, disfrutando de las vistas, pensando en todo lo que el camino tiene por ofrecerme y sobretodo sabiendo que me voy a lanzar sin miedo ninguno.

I'll be OK, not just TODAY, Dezba.



domingo, 25 de mayo de 2014

El bosque del espejo

Un sabor dulce que desconcentre. Un sol ardiente al que duela mirar. Una mañana gris en la que quedarme en la cama. Las ganas de inventar que acaban en explosiones de colores. Que el calendario me recuerde una cita importante y que el viento se lleve mis aspiraciones de ir a donde sea.

Este paseo que no acaba nunca. Las manos tan puras como una azucena naranja que recién ha florecido en medio de un perturbado jardín negro. Sigo caminando, por un camino incierto en el que las espinas brotan del suelo y pretenden atravesarme los pies. La sangre brota y oscurece de rojo carmín este camisón blanco que no recuerdo de donde salió. Solo sé que tengo frío y me duele; hay algo que me duele.
Creo que lo comprendo…estoy en un bosque lleno de niebla. Tal vez esto sea mi interior, mi mundo, la parte de mí que lleva gritando desconsoladamente que le preste atención porque las cosas no van bien y que, ignorada, me ha atrapado para no dejarme salir hasta que no encuentre la paz. Está bien…caminemos.

Empieza a oler a metal. Pronto me doy cuenta de que estoy sangrando realmente. Pero no me duele nada, no. Esto debe de ser todas aquellas veces en las que me callo las cosas, en las que reprimo lo que pienso para que no duela…pero lo cierto es que no se puede ocultar el dolor y acaba brotando descontroladamente para avisarnos de que nos pudrimos.

Este frío empieza a calarme los huesos. No lo soporto. No soporto que las cosas persistan tanto. En efecto, este frío es el que me indica que tengo que ser más tolerante y resistente; fijarme menos en las tonterías para afrontar las cosas duras. No permitir que nadie que quiera pararme lo consiga.

A pesar de todo ello, prosigo y avanzo. Hay árboles gigantes por todas partes. Sus troncos son gruesos y parece que lleven ahí siglos. Las raíces sobresalen del suelo y me hacen tropezar. Me intento levantar pero caigo de nuevo. Será que tengo que aprender a saltar los problemas para no tropezar dos veces y cometer el mismo error. “Levántate” me digo.

Hay a lo lejos una piedra grande y plana. Voy a acercarme. La rodea hiedra e incontables insectos. Me intento alejar porque el hedor es demasiado insoportable. Hay una pequeña inscripción: “Sácame”. Puedo distinguir el mango de una espada, que brilla bajo la tenue luz de este bosque tan sombrío. Pongo las manos en la empuñadura y con toda la fuerza de la que dispongo, tiro de ella. Me cuesta, no es suficiente. No dudo en pedir ayuda, me pido ayuda a mí misma, al dragón que tengo dentro, al león fuerte que ruge cuando lo necesito y que ha estado dormido hasta el momento. Y entonces: luz, fuego, calor. Como una ola de espuma fresca en el desierto se presentó ante mí una espada capaz de vencer a las más terribles fieras. Sí, hay que sacar fuerzas de uno mismo porque somos tan fuertes como queramos aprender a serlo.

Una vez armada ya no tengo miedo. Podría atrapar un corazón, enfrentarme a mil demonios, subir una montaña y dominar a las bestias del infierno. Pero me falta algo. No sé qué es. Hay alguien más en el bosque. Algo me empuja a acercarme, pero no se gira. Grito, con todas mis fuerzas para que me oiga. Sé su nombre, incluso conozco su rostro a pesar de que esté de espaldas. Soy yo. ¿Por qué no me hace caso? ¿Por qué no aprendemos de nuestra parte oscura? ¿Por qué nos damos la espalda? Se vuelve a oscurecer el bosque, desaparece mi espada y el frío me arrincona de nuevo. Aún queda camino por recorrer, aún quedan huellas que hacer.


Nunca es tarde para conocernos, para encontrar un sabor dulce que desconcentre, para admirar un sol ardiente o meterte en la cama una fría mañana de invierno. Nunca es tarde para permitirnos olvidar citas y permitirnos tiempo a nosotros mismos. Nunca es tarde para entrar en nuestro bosque y tratar de encontrarnos.

Iglús sin primavera

Caricias sin escalofríos,
aire sin contaminar,
cafés que no queman,
una aguja sin pajar.

Iglús sin primavera
que hielan al entrar;
pues no tienen ni tejado
y no hay pista de esquimal.

Relojes sin arena
y desiertos sin sol,
coches fúnebres sin muertos,
domingos con despertador.

Libros vacíos de historias,
besos que se tienen que ocultar,
pues no hay nada tras ellos,
solo sexo en un desván.

Miradas no lascivas
que se pierden al entrar
en laberintos directos
a una puerta sin cerrar.

Ascensores sin botones
que llevan al subsuelo.
Calles sin huecos,
funerales sin entierros.

Cigarros sin ceniza,
pisadas sin huella,
borracheras sin resaca,
vida que no es vida.

Tiempo al tiempo hay que dar
para que nos saque de la paradoja
en la que te encuentras a veces,
sin morir por atardeceres
ni iglús en primavera.

domingo, 18 de mayo de 2014

Dame un Octubre que me sepa a Diciembre

Dame un Octubre que me sepa a Diciembre, cuéntame que no hay otra como yo, que las ondas de mi pelo imperfectas caen con sutileza, que las tierras esconden secretos y el espacio misterios. Otórgame el poder de la sinestesia, ese que hace que me enamore de tu boca y me bañe en el mar de tus ojos. Písame los miedos y las dudas; písamelas para desprenderme de lo que me impide tirarme al vacío.

Aráñame como si fuéramos gatos mojados en el sudor del deseo. Tírame del pelo y muérdeme los labios, pues hace tiempo que ambos sabemos que no estamos para perdernos entre excusas de orgullo.


Pídeme que te ame, que seamos "nuestros". Tráeme el desayuno a la cama...advierto que te lo tiraré encima porque me muero de amor al verte despeinado y haciéndome feliz. Cumplamos algunos tópicos, para que no se diga que somos meros experimentos de un amor no consolidado. Pero seamos los que engendren una bola de nieve de locura, creciente e incansable en la caída por la colina del futuro.


Descríbeme el ángel que parezco cuando me pongo ese vestido que te gusta tanto, pero que soy una diosa mil veces más poderosa cuando, desnuda, me atrapas entre tus manos y me amas en lo más profundo. ¿Qué debo decir? ¿Que no me encanta arreglarme para ti? Te mentiría; adoro que me veas el alma bonita y el corazón rebosante. 

Y si hay un último deseo que pudieras cumplir sería de nuevo regalarme Octubres con sabor a Diciembres, tumbados en el sofá sin hacer nada más que respirarnos hasta expirar en la espiración más maravillosa del mundo. Octubre tras Octubre, Diciembre tras Diciembre.

sábado, 10 de mayo de 2014

Iba a decirte algo bonito y se me adelantó una sonrisa

Iba a decirte algo bonito, pero entonces te presentaste y tú misma dijiste la cosa más bella del mundo: tu nombre. Se me escapó en un instante la primera sonrisa que derroché pensando en ti, como la luz más potente que acaba con un destello fugaz en el momento en el que me llamaste la atención porque me quedé embobado mirando las ondas de tu pelo.

Me imaginé todos los escenarios posibles en los que tener un pretexto para abrazarte. Comenté al viento que quería oler siempre tu perfume para que el delirio se hiciera conmigo cada vez que, en pequeñas dosis, tu fragancia llegase a mi. La danza de tu vestido me demostraba que tenías un pacto con el viento, y se me quedó una espina clavada, pensando que no podría respirarte siempre que quisiera. 

Dicen que nunca llega tarde el gran amor; pero también dicen que el primero es el que más marca. Tienen razón, el gran amor tarda en llegar pero llega y entonces el tiempo se torna relativo y te olvidas de la exasperante búsqueda. Es cierto que esa locura tan propia de las primeras tardes, el primer agarre de mano, de cintura, la primera vez haciendo el amor, estrenar estrellas a su lado cada noche, comprar sonrisas al precio de tan solo una mirada, regalar explosiones de felicidad al mundo si está cerca...todo eso es muy propio del primer amor.

Me susurraste que si no aprendía a volar, perdía el tiempo contigo. Tenías razón, eres de esa clase de chicas que les gusta rozar el cielo, hacen disparates y correr, correr tan alto y tan rápido que dejas atrás a la vida y tú misma te elevas. Nunca me extrañó, pues estuve seguro de que eras un ángel que, afortunadamente para mí, había caído desalado en este mundo.

Y entonces, como siempre, una especie de justicia poética decidió irrumpir en esta burbuja de amor clandestino que teníamos. Resulta que hay que tener cuidado con los miedos, porque les encanta robar sueños. Tan rápido como viniste, te marchaste. Dejando tan solo un hilo de tu sujetador bajo mi almohada y algo de repulsión hacia ti en mi alma. Pero cómo te iba a odiar ni aunque me abandonases...porque cada vez que volvieses sabría que tú eres mi primer amor, mi gran y único primer amor.


miércoles, 7 de mayo de 2014

HUGO CAAMAÑO, CAP. 4: Los colores de una sombra pueden ser maravillosos

Las flores comenzaban a brotar; eso alegraba a la encantadora Paula. Llevaban casados dos años y cinco meses, desde el 23 de octubre de 1990. Fue un día bonito, sin incidentes ni lluvia, en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Valladolid. Estaban de viaje en Santander, disfrutando de la recién llegada primavera. La brisa era suave y elevaba el lacio y brillante pelo de Paula. La había conocido en un congreso de patologías mes y medio después de haber regresado a su ciudad natal y, a pesar de no haber sido un flechazo, ella le rescató del caos en que Hugo había convertido su vida.

Ahora se veía junto a ella, con una amplia casa, con menos manías, más feliz y con futuros planes de hijos. Era una buena vida. Tenían tiempo para viajar y descubrir lugares juntos. Sin embargo, en el interior de Hugo, en su esencia más pura, todavía quedaba algo de color rojo.

Decidieron parar en Santillana del Mar a tomar un café. Era media tarde y empezaba a refrescar. Se sentaron en una terraza sobre suelo empedrado y esperaron a que el camarero les tomara nota. Una vez este se encontró frente a ellos y Hugo abría la boca para coger aire y que de ella salieran las palabras “un cortado”, se quedó perplejo mirando hacia una dirección, y estas cuatro sílabas se ahogaron en lo más profundo de su garganta. Hubo un día en el que juró que jamás había conocido a alguien con tanta magia, capaz de brillar incluso rodeada de gente.
-“Cariño, ¿qué pasa?” murmuró Paula, algo avergonzada. No obtuvo respuesta. Hugo se levantó, tirando hacia atrás la silla torpemente y desapareció entre las callejuelas. –“Póngale un cappuccino, él no es de cortados.”

Es un tópico: los hombres casi nunca olvidan, las mujeres un día dicen se acabó y se acabó; lo peligroso de aquello fue que Lucía era la que había puesto tres puntos suspensivos a la historia…Hugo fue quien borró dos.

La observó: llevaba gafas de sol que escondían sus verdes ojos. Esos cinco años le habían sentado bien, estaba más mayor, más madura. Ya no presentaba la fragilidad de una niña, sino que era la leona que siempre llevó dentro, la leona que amaba la libertad por encima de todo y a la que siempre le fue fiel en cada paso, cada aliento, cada calada y cada sueño.

Parecía distraída buscando un libro en una pequeña y antigua librería. ¿Qué hacía allí? ¿Había sido casualidad? ¿Le habría buscado? El doctor estaba hecho un lío y se fue acercando cada vez más a ella. El mundo pareció pararse cuando Lucía leyó en voz alta la introducción del raído libro que sujetaba en las manos: -“Ojalá llueva hoy y el agua fría se lleve el sabor amargo de esta pesadumbre causada por el vacío de tus besos”. Qué adecuado, ¿no crees Hugo?

Puñaladas en el corazón cuando escuchó su nombre de la boca de Lucía.                                       –Para sanar una herida debes dejar de tocarla, te lo dice un médico. ¿Qué haces aquí? -Tranquilo, no te espío. Ni siquiera sabía que estabas con alguien, os he visto cuando he pasado por las cafeterías y he intentado que no me reconocieras poniéndome las gafas. He venido porque necesitaba hacer un viaje, las cosas no han sido fáciles y ya sabes cómo es el pueblo. También sabes que mi vida se basa en ir sobre la marcha.- El viento jugaba con su pelo y Hugo moría de envidia.  –En tu vida puedes hacer de todo un problema o de todo una solución; la elección depende de ti Lucía.

-Venga Hugo, ¿qué estás diciendo? Te fuiste, me dejaste sola en Fornelos. Todos creyeron que me había vuelto loca porque estuve sin salir de casa durante meses. Me apagué Hugo, me morí. Ahora soy de nieve.  - Hugo pensó que sí, que era de fría y hermosa nieve, de esa que corta la respiración, quema al tacto y puede matar en pocas horas. Claro que era de nieve, aunque se creía más fría de lo que en realidad era, pues el doctor siempre tenía presente algo que ella ignoraba: el hielo también quema. Lucía prosiguió, con la furia de una pantera enardecida: -Fui tan fuerte que incluso te amé con el corazón roto. No poder olvidarte, ni a ti ni a todos los momentos que pasamos juntos… ¿sabes lo humillada que me sentí cuando te largaste sin dar explicaciones? ¿Qué se supone que le tenía que decir a la gente cuando me preguntaban? Todos me miraban con pena Hugo, todos. Y ahora el destino me vuelve a poner a prueba…al verte sentado ahí, increíblemente feliz se me ha abierto la herida. Y no es cuestión de tocarla Hugo, las heridas que no cicatrizan no se curan.

-¿Crees que para mí fue fácil? ¿Crees que no me hundí? Me marché porque necesitaba encontrarme. Fornelos no era mi lugar y arrastrarte conmigo me parecía egoísta. Rompí mil relojes porque el tiempo te alejaba de mí. Pensé que lo peor era echarme de menos a mí mismo; pero lo realmente terrible vino al echar de menos a la persona que me había hecho sentir amor y hasta su caminar, su despertar, su forma de mirar, su mal humor, su estar mejor.
-Me costó Hugo. No he vuelto a conocer a ningún hombre. Tampoco tengo interés en hacerlo. Pero ya he aprendido que lo importante no es “tiempo al tiempo”, sino disfrutar en lo que eso ocurre.

-“O pudrirte por dentro o bailar al ritmo de la vida”, una valiosa lección que me diste. –Ambos sonrieron sarcásticamente. Lucía, que ya hacía rato que se había quitado las gafas, lo miró con deseo. Luchaba interiormente para no recordarle, pero el amor es más fuerte. –Sonríe Lucía, es la segunda mejor cosa que puedes hacer con la boca.

Se quedaron perplejos. No era posible que Hugo le hubiera dicho eso. Lo cierto es que le había salido del alma, como la oruga que piensa que el mundo se acaba y sale volando convertida en mariposa. Lucía cerró el libro, lo dejó apresuradamente en el sitio de donde lo había cogido y se fundió en un beso con él. Fue dulce; del tipo de dulzura que hace que algo difícil acabe saliendo bien. No deberían haberlo hecho, ya no era su momento; este pasó cuando, a pesar de que tenían el pincel y los colores, no fueron capaces de pintar un paraíso duradero en el que sumergirse. Pero, ¿cómo no amarla? Si tenía el alma más cálida del mundo y lo elegía a él para guardarle ahí.

En medio de ese pensamiento, fue ella quien alejó los labios primero. Cerró los ojos fuerte, arrepintiéndose. Lo miró durante unos segundos, se mordió el labio y se rio; siempre había creído que la risa era la música del alma. Ocultó en la medida de lo posible su dolor, pero tenía que marcharse y no seguir allí plantada, tampoco pretendía cambiarle la vida de nuevo. Se colocó las gafas de sol, le dio un beso en la mejilla y se despidió con una lágrima que se le escurría por la cara y diciéndole que los colores de una sombra pueden ser maravillosos. Él no la entendió, pero se refería a que procurase disfrutar de las pequeñas cosas que se le presenten, que la belleza no está solo en las cosas hermosas, que el amor existe de muchas maneras aunque no se engendre en una única persona, que creyese en su fuerza interior y que intentara ser susceptible de vivir una aventura cada uno del resto de sus días.

Volvió a la mesa donde le esperaba su esposa, pálido y tembloroso. El cappuccino estaba frío, pero se lo tomó de todas formas. Paula le pasó la mano por la barba y le preguntó si estaba bien. Hugo se sinceró, le contó lo sucedido desde que viajó a A Coruña y conoció a Lucía hasta minutos antes de regresar a su lado; no podía callárselo. Asombrosamente, Paula lo entendió y no se alteró. Ella lo amaba y no podía castigarlo por algo así, en esta vida hay que cerrar capítulos y si ese capítulo tenía que cerrarse en aquella tarde, ella no lo iba a impedir. –Ya no la quiero, es cierto…pero cuando la quise, mi voz buscaba el viento para tocar sus oídos.


La pareja siguió hablando del tema en la terraza hasta que se hizo de noche y decidieron regresar al hotel. Aquella noche llovió y, efectivamente, el agua fría se llevó el sabor amargo de esa pesadumbre que le había causado el vacío de sus besos.

Y que para mí no estás

No sé si escribirte,
si buscarte entre las páginas de algún libro,
si comprar un billete de tren para acercarme a donde estés.

No sé si pensarte,
si dejar que el tiempo pase 
hasta que la vida caprichosa nos deje atados.

He encontrado un zapato
¿seré la cenicienta que encierre tu cuento?
¿seré yo caperucita y tú mi lobo hambriento?

He perdido la cuenta
entre ecuaciones matemáticas y pensares filosóficos,
de esos que dictan que los corazones dejan de ser mágicos.

Ya no sé ni lo que digo,
solo digo lo que ni tan solo hago;
que ojalá fuera el destino quien quisiera ponerme a tu lado.

Pues ni mis pupilas te conocen,
ni mis labios te han rozado;
solo sé que existes y que para mí no estás, amado.

lunes, 5 de mayo de 2014

Al compás de dos te amo. El, ella.

A él le gustaba la vida fácil, aquella en la que el placer se encontraba en el sonido de una cerveza fresca y espumeante abriéndose. Una cómoda rutina en la que uno no podía perderse pero sí salir de vez en cuando. Quizá para ir un fin de semana a un pueblo cercano en donde disfrutar del sol y del ambiente. Ir al bar, tirar unos dardos, ver los partidos con emoción y que ganaran sus colores. Todo eso representaba para él una hedonista idea de lo que quería prolongar, no sabía si por mucho o poco tiempo, pero sí tenía claro que quería disfrutarlo tanto como le fuera posible.


Por otro lado se encontraba ella: risueña, nerviosa, estricta consigo misma y maniática, algo extravagante. Hasta su andar demostraba que era feliz observando la naturaleza, a pequeños saltos, que por las mañanas se acompasaban con el piar de los pájaros. No le gustaba esperar, la impuntualidad y la mediocridad eran cosas que sin duda le molestaban. Era fuerte, y le encantaba demostrarlo; esa seguridad que derrochaba al hablar, esos gestos que se notaba le salían del alma y a la vez estaban tan bien pensados, esas miradas penetrantes que acababan por conseguir sus propósitos, ese perfume configurado a base de su misma esencia. Sin embargo, y de una manera extraña, en la intimidad le gustaba que esa dura corteza se limara y dejar al descubierto a la joven y frágil parte de ella que estaba deseando ser amada con pasión.



Se compenetraban realmente bien. Al verlos, los guionistas de cine y los mejores escritores sentían envidia, pues sabían que no serían capaces de relatar algo tan hermoso como ese amor que ellos sostenían de una manera mágicamente espontánea. Hay que decir que entre ellos algo chirriaba, algo que no debería ser un problema, porque las aspiraciones que cada uno tenía eran personales y en lo que era su presente no era importante. Tal vez él lo viera así, tal vez ella se corrompía por dentro cada vez que llegaba a casa  y veía en el sumidero horas y horas tiradas de mala manera por su amado frente al televisor.


¿Era tan relevante como para que deteriorase una relación? ¿Por qué no podían tan solo evitar ser tan extremos y ayudarse mutuamente? Eso era el camino difícil y el orgullo les pudo. La calma se adueñó de él e histeria la dominaba a ella. Por eso, entre tanto orden desordenado de amor sin frenos, la misma cordura pegó un acelerón y la dignidad de la locura se rompió en mil pedazos, dejando un recuerdo que se les clavó en el corazón.

Años más tarde se volvieron a encontrar. Él caminaba despacio, pensando en cómo solucionar sus deudas y buscar un trabajo. Ella prácticamente corría, alterada y sin un segundo que regalarle al sol para que le calentase, dándose cuenta de que aquello no era vida. Se miraron y el tiempo se les volvió a escapar, pero esta vez no iba por un sumidero, sino que impactó en el suelo junto una lágrima que ambos soltaron al compás de dos "te amo".

sábado, 3 de mayo de 2014

Y ella...bueno, ella movía tus hilos.

Has tenido la gran suerte, o la gran desventaja,
de enamorarte de una mujer que quema,
de una mujer que levanta huracanes,
de una mujer que incendia bibliotecas,
que susurraba a su amigo el viento
que los relojes y el tiempo no podrían con ella.

Has caído en las gigantes telarañas
de una mujer de las que impone mirar a los ojos;
porque son esmeraldas que asustan,
serpientes que petrifican como hijas de Medusa.
De una mujer con la que te pasabas horas tirado en la cama
sin darte cuenta de que te estaba drogando a punta de mirada.

Te has enamorado de su magia, 
de su pensamiento divino,
de su cuerpo frío,
de su andar hipnotizante,
de su hablar tan penetrante,
de su pelo tan brillante. 

Y es que te habías olvidado 
de que el corazón se puede robar,
de lo que significa dejar de ser ser uno más,
de que los suspiros son como gotas de agua en el mar,
que no merecen la pena si no les sigue un beso.
De que su risa derretía desiertos de hielo,
de que su olor helaba la sangre y el fuego.


Habías intentado fusilar esos momentos
tan podridamente inciertos 
en los que tú eras su marioneta
y ella...bueno, ella movía tus hilos.






viernes, 2 de mayo de 2014

Interior, sociedad y política

Todos tenemos una fuerza interior, eso está claro. Pero, además de eso, tenemos una parte algo más oscura que está situada en una zona muy profunda de nuestro ser;  en la mayoría de los casos no hemos conocido ni la nuestra. Sólo en determinadas situaciones extremas la sacamos y es la más fuerte e increíble, aunque es cierto que también la más incontrolable y despiadada. ¿Será que cada uno de nosotros lleva un monstruo dentro que sale cuando las cosas no van bien? ¿Cuándo hay algo que nos desestabiliza al máximo? ¿Cuándo nos morimos de miedo y nos sentimos acorralados? ¿Cuándo la soledad actúa como una lápida sobre nosotros?

Vivimos entre algodones, en un laberinto de comodidad que ha variado la forma del peligro. Ahora no corremos detrás de una presa, somos generaciones de grasa que no quieren esperar más de tres minutos y medio a microondas en tener su comida preparada. Ya no disfrutamos con un atardecer, ahora el tiempo se escapa delante nuestra mientras estamos más ocupados mirando una pantalla que el horizonte. Ya no vivimos en sociedad, la sociedad sobrevive mientras la machacamos y nos hundimos con ella.

Me pregunto si de verdad alguien cree más importante que su hijo lleve ropa de marca y sea el que más “bienes” materiales tenga en vez de que saque buenas notas, sea buena persona, entienda el valor del trabajo,  la recompensa del esfuerzo y que intente ser feliz. Lo peor es que sé la respuesta: mientras sea más importante una cerveza y fútbol en el bar o ver ciertos programas de televisión basura que disfrutar de tu familia y educar a tus hijos en ciertos valores, vamos a un futuro de mierda.

También quiero aclarar una cosa, habrá gente que piense que no es necesario sacar buenas notas o trabajar y que equiparar eso a ser feliz es un error. Bueno, tengo que decir que para mí sacar buenas notas se traslada a felicidad en tanto que veo una recompensa por mi esfuerzo y que tener un trabajo es importante porque da una seguridad económica y, por desgracia solo en algunos casos, te realiza como persona. ¿No es importante el factor económico? No estoy de acuerdo. Tener una “seguridad económica” (como he dicho) para cubrir ciertas necesidades básicas sí me parece muy necesario. E intentar vivir al margen de la sociedad sin contribuir económicamente me parece un poco hipócrita, porque todos vamos al médico y queremos que se nos pague una operación que nos puede salvar la vida; todos vamos por calles asfaltadas y nos llega a casa luz y agua por unas instalaciones que todos hemos pagado. Es que hasta para encender la luz del semáforo, que permite que la circulación sea lo más “segura”, es necesario que todos paguemos. Y bueno, me estoy desviando del tema, pero tenía que decirlo, esa gente que quiere vivir al margen, antisistema que van de progres, creo que tenéis que enteraros de que hay muchas cosas además de la corrupción en política y que sí, es necesario que haya políticos, nos gusten más o menos.

Ese es otro tema del que quería hablar. La gente roba las toallas de los hoteles (por las cuales no, no pagáis, se paga la estancia o comida), lo que son muestras de algo cogen en cantidades industriales porque, total, es “gratis”, y hasta las tizas o los caramelos que se ponen en los centros de salud. Estoy segurísima de que la mayoría de personas que hacen esas cosas, si tuvieran delante 7 millones de euros y alguien les asegurara que no le van a pillar, se quedaría con un dinero que es de todos y que no le pertenece. ¿Qué estáis exigiendo de respeto si para empezar no respetáis las cosas más básicas? Alguien dirá que estoy exagerando, y sí, estoy exagerando porque no es lo mismo robar veinte caramelos que tal cantidad de dinero. Pero entended qué quiero decir, perdemos el derecho a exigir en el momento en que nos comportamos como ellos pero de forma aún más rastrera.


Y para finalizar quiero decir que deberíamos de sacar una parte más humana, más natural, más salvaje. Aunque puede que sea difícil, hay que compaginarlo con educación y respeto. ¿Llegará un día en que eso ocurra? Mal lo veo…