Dame un Octubre que me sepa a Diciembre, cuéntame que no hay otra como yo, que las ondas de mi pelo imperfectas caen con sutileza, que las tierras esconden secretos y el espacio misterios. Otórgame el poder de la sinestesia, ese que hace que me enamore de tu boca y me bañe en el mar de tus ojos. Písame los miedos y las dudas; písamelas para desprenderme de lo que me impide tirarme al vacío.
Aráñame como si fuéramos gatos mojados en el sudor del deseo. Tírame del pelo y muérdeme los labios, pues hace tiempo que ambos sabemos que no estamos para perdernos entre excusas de orgullo.

Pídeme que te ame, que seamos "nuestros". Tráeme el desayuno a la cama...advierto que te lo tiraré encima porque me muero de amor al verte despeinado y haciéndome feliz. Cumplamos algunos tópicos, para que no se diga que somos meros experimentos de un amor no consolidado. Pero seamos los que engendren una bola de nieve de locura, creciente e incansable en la caída por la colina del futuro.
Descríbeme el ángel que parezco cuando me pongo ese vestido que te gusta tanto, pero que soy una diosa mil veces más poderosa cuando, desnuda, me atrapas entre tus manos y me amas en lo más profundo. ¿Qué debo decir? ¿Que no me encanta arreglarme para ti? Te mentiría; adoro que me veas el alma bonita y el corazón rebosante.
Y si hay un último deseo que pudieras cumplir sería de nuevo regalarme Octubres con sabor a Diciembres, tumbados en el sofá sin hacer nada más que respirarnos hasta expirar en la espiración más maravillosa del mundo. Octubre tras Octubre, Diciembre tras Diciembre.
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