lunes, 28 de diciembre de 2015

Día de libros y rosas

Era un 23 de abril, día del libro y las rosas. Ya de madrugada, despuntaba el cielo un avión a Barcelona, las primeras aves en desplegar el vuelo y un aire frío como hacía días que no se sentía. Los ojos verdes de Eduardo se apagaban tras unos cristales impregnados de vaho y el pijama que el hospital le había proporcionado. Estaba él solo en la habitación. Él y las máquinas a las que llevaba unido lo que ya le parecía una eternidad. La habitación se tornaba azul por las noches cuando la luna impregnaba de soledad sus sueños. La peor sensación que sentía era la de apagarse. Se apagaba su voz, se apagaban sus párpados, se apagaban sus mejillas, se apagaba su corazón… Cuando se le había comenzado a caer el pelo entendió que empezaba la cuenta atrás para la carrera a fondo más importante a la que se había enfrentado.
Años siendo deportista, sin fumar, ni una gota de alcohol, sumo cuidado en la dieta para que todo se resumiera en “carcinoma microcítico” en sus pulmones. Unas letras que representaban algo para lo que no estaba preparado.

Ese día Andrea no había ido al cole. Sus días se resumían en lo bien que lo había pasado allí, todo lo que había ocurrido como que Paula y Javier (los dos chicos más populares de clase) se habían peleado y que el profe Sergio le había dicho que las redacciones que ella escribía eran de las mejores. Se sentía orgullosa de sus amigas, de sí misma, de su familia. Aunque ahora su papá estaba malito y, a pesar de no entender muy bien cómo un catarro estaba haciendo que lo pasara tan mal y durmiera en el hospital, imaginó que eran cosas de médicos que entendería cuando de mayor fuese enfermera.

Dafné había creído conveniente que Andrea visitara ese día a su padre. Esa noche decidió dormir en casa con la pequeña para despertarse pronto y poder descansar de tantas noches del sofá de la habitación. No era la primera vez que estaban en una situación parecida.


Cuando ella tenía 28 años y estaba haciendo la residencia en Francia, país del que provenía, un paciente español y maleducado intentaba pronunciar con bastante dificultad “blond” que es “rubia” en nuestro idioma. Ella se giró con ganas de reírse pero fue bastante intransigente porque no era ni la sexta vez que la llamaban así ese día y tenía que empezar a hacerse de respetar si quería que sus propios colegas también lo hiciesen. Leyó su nombre: Eduardo Gómez de Madrid. Presentaba rotura de ligamento cruzado anterior, una de las lesiones más frecuentes en el esquí.

Eduardo recuerda perfectamente lo increíblemente guapa que le pareció su mujer la primera vez que la vio. Llevaba el primer y segundo botón de la bata desabrochados y unas gafas que hacían que intimidase aún más por ese aire a mujer independiente que le daban. Había estado aprendiendo cómo se decían los números, colores  y alguna que otra cosa más en francés para salir del paso en la semana que se fue a esquiar a Avoriaz con los amigos. Al segundo día de viaje ya le mandaron al hospital con una rotura de ligamento que lamentó tener hasta que vio los ojos de Dafné cruzarse con los suyos. Pensó que si se hubieran conocido en un bar ella le habría dado un bofetón por el atrevimiento, pero por la relación médico-paciente solo lo fulminó con la mirada y con una dura expresión que adivinaba querer conocerlo más.

No tardaron demasiado en decidir que se querían casar, que viajarían las Navidades a Francia y que vivirían en Madrid. Cinco años después tuvieron a la preciosa Andrea, con los ojos de su padre y una melena rubia que le caía por los hombros en el desorden más perfecto que podía existir. Cuando toda esta felicidad se vio abrumada por las toses rojas, las fatigas, los ardores en el pecho y el cansancio continuo, el mundo se les vino a todos encima.



Dafné se echó a llorar en silencio, como cada mañana al despertar y ver al amor de su vida sin fuerza para articular apenas dos palabras seguidas. Intentó incorporarle y Andrea se acercó a la cama. Su padre, con las manos pálidas como el sobre que le entregaba, le pidió que solo abriera el sobre cuando papá faltase. La niña, con poco nivel de entendimiento pero sí todo el sentimiento del mundo, abrazó a su padre intentando acercarlo un poco más a la vida.

Fue un funeral bonito. Hubo flores blancas, faldas negras y un cielo despejado. Dafné no le echó jamás un ojo a la carta de su hija y Andrea no lo hizo hasta haber sido adolescente, siete años pasados desde la muerte de su padre.


Hola cariño, esta carta es para decirte todo aquello que no podrás oír de mi boca cuando me haya ido de este mundo. 
Lo primero de todo, nunca pierdas esa fe que te hace tan grande. Lo mejor que tienen los niños es esa curiosidad, las ganas de tocar, ver, aprender y jugar. Y creen en la Navidad, en los sueños, en los juguetes que hablan y en que existe el final del arco iris. Creen en la magia que domina el mundo y, cuando no encuentran explicación a los hechos, se preguntan por qué una y otra vez. 

Procura, hija mía, dejar el mundo mejor de lo que lo encontraste. Esto es una tarea muy difícil porque te intentarán aplastar y es un puzle al que le faltan demasiadas piezas. Empieza por tu entorno; haz reír a los demás y que tengan la seguridad de que pueden confiar en ti. Mantén un corazón noble, como el de un león. 

Y no sientas que te mueres, no te ahogues, no dudes. Mantente firme y llora cuando lo necesites, pero al acabar de secarte las lágrimas tan solo levántate y demuéstrales a todos de qué eres capaz.

Siempre habrá alguien mejor que tú, alguien a quien con suma facilidad le salga a la primera lo que tú, probablemente, lleves intentando con determinación mucho tiempo. No importa. Son dones. Y tú tienes uno muy importante: vas a ser todo lo fuerte que te propongas en esta vida y aprenderás de los errores que tu corazón, palpitante y único, te haga cometer.
Además, las personas que son amantes por naturaleza, van a estar siempre ligados a la búsqueda de la felicidad porque, de lo contrario, se intoxicarían del veneno que mucha gente les intentará verter.

¿Cuántos retos serás capaz de alcanzar? ¿Cuántas ilusiones por cumplir? Sé independiente hija, que nadie te corte las alas ni te diga que no puedes. Cómete la noche y explórate a ti misma, ponte al límite, cánsate. Procura no radicalizarte, somos más rojos al salir de la cuna y más tranquilos al morir, o al menos eso dicen; sea como sea lo que elijas en esta vida entiende que los argumentos no acompañan banderas de un único color.

Y viaja cariño, viaja sin miedo de explorar cada rincón. Huele, come y bebe lo más autóctono de la tierra que pises. Ensúciate las manos. ¿Qué más da? Y da siempre las gracias de regresar a casa sana y salva.
Ese es otro tema. Ahora que vives con nosotros, este es tu nido, tu hogar. Pero no dudes en soltarte cuando quieras, aquí siempre tendrás las puertas abiertas y continuarás siendo la mujer de mi vida junto a tu madre.

Sufrirás por amor y, al verte llorar, se me partirá a mí también el corazón desde donde esté. No te preocupes, por suerte o por desgracia no será el primero. Que nadie te levante la voz nunca hija, no te dejes llevar por la locura de los primeros amores. Esos son muy intensos, locos, deliciosos… pero pasajeros. El día que te enamores y te conviertas en el único mundo de quien te ame, lo notarás. Y cuando pienses que no puedes querer más a alguien, me harás abuelo y entenderás que esto que hoy te digo es lo más visceral que pueda existir.
Cuando lo leas, espero que sientas mis palabras acariciándote el oído, cada letra como un susurro de esperanza y de credo en la vida que está por venir.


Esto último le recorría el cuerpo cuando, esas veces que no sabía por dónde seguir, leía la carta y la besaba como aquel día de libros y rosas en el hospital.

lunes, 21 de diciembre de 2015

La mejor manera de ser adulto: un niño de 5 años

Posiblemente, es difícil saber definir aquello que siempre digo de "el lado bueno de las cosas".
Puede que sea llegar a la estación y que te recojan tus dos mejores amigas el fin de semana de tu cumpleaños y ponerte a llorar de emoción al verlas. O pensar que queda un día menos para verlo y que me acostaré pensando en él. También reservar un hueco el miércoles y disfrutar de una cena con la familia que elegimos.Y que tus hermanos, a los que adoras con toda tu alma te digan "menos mal que has vuelto, sin ti no somos una familia". Escuchar cómo mamporrean el piano y me preguntan sobre mi vida en Madrid, hacernos fotos y que se queden boquiabiertos pensando en que su hermana mayor tiene 19 años.
Quizá esa sea la verdadera clave; ilusionarse como lo hace un niño. Lo maravilloso que sería asombrarse por las cosas como cuando tenías 5 años mientras mantienes el pensamiento de un adulto, pero por desgracia, son cosas opuestas. No se puede conocer la vida sin entristecer un poco al saber que es dura y que hay obligaciones más allá de pintar una cartulina. Ahí reside la magia de cada uno: mantener la espontaneidad y naturalidad con las que se dirían las verdades pero con conciencia de lo que se dice. 
"¿Cuál es tu número favorito tata? Te doy mi bombón del número del calendario que tú quieras", ¿Cómo se quita él algo que es tan genial como un bombón de su calendario de Navidad para dármelo a mí sin importarle más que el hecho de que yo lo disfrute? Y me sería imposible aprovecharlo más de lo que él lo haría porque su mundo se reduce a pocas cosas y ese "premio" es casi lo mejor que podría tomar.
Compartir, asombrarse, echarse una siesta de vez en cuando, no salirse de la raya y jugar. En definitiva, buscar ese equilibrio entre ser un adulto con responsabilidades pero que sabe vivir como lo hace un niño.

martes, 24 de noviembre de 2015

Ridículo

Qué cierto es, me cuesta dormir si no es contigo.
"Ridículo" es como me siento cuando pienso en tu voz
y me doy cuenta de que solo fue el viento llamándote. 
Pero te siento. Y favorezco encontrarme con tu mirada
cuando tu perfume persiste en mi cama;
gotas frías sin alterar y ropa interior desordenada.

Intento producirme y seguir caminando pero no me acuerdo:
¿cuándo dejaste de perseguirme? ¿Cuándo dejé de besarte? 
¿Cuándo dejé de darme cuenta de que tú eras lo que tenía que encontrar?
"Absurdo". Cuando pienso en todos los abrazos que no nos hemos dado
y en el frío que no te he quitado las noches de invierno, café y amor.
Los kilómetros que he desandado y todas esas risas que nunca sonaron.

Tenía una butaca reservada, era la número 23.
Íbamos al cine a ver un estreno, con ese vestido blanco que te queda tan bien.
Y qué ciego, cuando me preocupaba más por qué ponerme
en vez de por cómo quitártelo. Y ya no me acuerdo.
No me acuerdo de esa película
ni de lo que significa "ridículo".
Ni del viento en la cara o de cómo olía tu cuello,
Tampoco de cómo me mirabas cuando me pedías que te abrazara
o de los lugares que iban sumando distancia. 
No me acuerdo de las primeras mariposas que vimos.

Y ahora te llamo. Te observo. Te busco.
Todo en una distancia sencilla y sin gritos que exasperen tus latidos.
Me aguanto. 
Sin respuesta espero a convertirme en el aliado
de la rutina absurda en la que ya no estás a mi lado.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Que la marea no se lleve todo.

No quiero quedarme sin volar, ni sin sentir que el corazón se me ha roto de amor. Tampoco pensar que no soy capaz de que la vida me de igual por un instante, aquel momento en el que me encuentre entre tus brazos. Y a la vez, ¿sería yo sin sentirme libre cuando estoy sola? No. Actitud, predisposición e ilusión.

Dime si vamos a tener que parar esta guerra de sentimientos y me bajo del tren, haré que descarrile para que no quede nada antes de despedirnos por última vez y que, al chasquear los dedos, se olvide todo el mundo de que tuvimos algo. Por suerte o por desgracia, la vida es más grande que todo eso y el universo tan infinito que hasta acojona pensarlo; así que ni por un segundo se me pasaría por la cabeza comparar esa inmensidad con todo lo que llevo dentro. ¿O era al revés?

Nadie parece gritar que necesita una pieza que complemente ese puzle, ni que sea el calor de su vino para disfrutarlo poco a poco en el paladar. Parece que está mal visto aceptar que la vida siempre es mejor cuando el corazón te late más rápido al escuchar su nombre. Recordar una fecha y sentir una punzada es sin duda una de las señales de estar vivo, aunque a veces esa punzada te mate.

Si no paso por debajo de los andamios no es por superstición, es por seguridad. Pero juro que me arriesgaría a bajar al infierno por los que quiero. Un mundo en el que no tuviéramos vergüenza de aceptar lo que sentimos, en el que no tengamos que mentir ni cohibirnos por el mayor de nuestros enemigos: el miedo. Aprende a querer quien eres y, sino, es tan (jodidamente complicado) fácil como cambiar el rumbo. Y corre. Corre tanto como puedas y deja que la vida te sorprenda en esa carrera; pero no te pierdas detalle de lo que sucede a tu alrededor. 

Desde la insultante ignorancia de mi juventud os lo pido, ved la realidad y afrontadla, no le echéis más hierro al asunto ni os recreéis en cosas sin importancia, desgastáis a los demás. NO hay que estancarse en una persona, ni en cosas insignificantes. Quitaos las manías, las malas contestaciones, esas maneras que "por ser vuestras" os pensáis con derecho a que los demás os las soporten. ¿Con cuántas personas has tenido conflictos? ¿Cuántas veces te han dado la espalda? Quizá no todas esas veces fueron tu culpa. Pero solo "quizá". Al final, en la sencillez está el gusto. Y eso no significa que las personas simples gusten más; las complicadas tenemos nuestro morbo. Pero por norma general, nos cansamos de las personas conflictivas. Que la marea no se lleve todo.

jueves, 29 de octubre de 2015

Un barco de aire

Siempre serás ese misterio encerrado en una puerta sin picaporte, la prisa que tiene el sol por salir cada mañana y la lenta puesta de sol que se despide maleducada.
Siempre serás el pegamento que une la burbuja rota en la que me encuentro y los agujeros de gusano de un universo que sea menos gigante. La aguja de la brújula que señala el sur y no el camino que debo seguir.
Siempre serás ese "quiero y no puedo" en el equilibrio entre morderte o no el labio y el arte de escribir una poesía a la estrella más brillante.
Siempre tendrás el nosequé que me vuelve loca de alegría cuando alguien dice tu nombre; y el impulso necesario para que el corazón se me dispare.

Serás ese crimen sin resolver que me lleva de cabeza al insomnio cuando, en las noches en las que más frío hace, te presentas como el asesino de mis pesadillas.
Puede ser, que nunca deje de pensar en lo que habría sido y de hecho es con alguien que no soy yo. Que el carmín que un día se quede marcado en tu mejilla me haga rabiar de dolor y envidia, que la realidad sea que cuando te llame le hable a tu contestador.

Ni el momento ni el lugar, ni los mejores compañeros nos abrazaron esa noche. Tal vez, y digo como un dubitativo muy aplastante, aún sigues sabiendo todo lo bien que encajaríamos si las cosas no hubieran sido como fueron...aún siendo una canción tan ideal, un número par, una temperatura perfecta entre tus brazos y el balance de alturas mejor planteado. Como el barco de papel más estable que acaba hundiéndose irremediablemente mientras espero sentada a que se vuelva de aire.

domingo, 4 de octubre de 2015

Qué bella es la juventud

Qué bonita es la juventud. Qué regalo tan insultante y excluyente, qué magia encerrada entre dulces sonrisas y tersas figuras. Qué belleza...que nos abandona con los años y nos deforma poco a poco hasta que el recuerdo que nos inunda tiene notas de almizcle amargo.

Qué impotencia, vivir en contra de unas agujas que no se paran y no poder capturar ni los minutos ni los segundos. Experimentamos la esencia del tiempo mientras nos abruma el deseo de explotar más nuestros instintos, eso es la juventud: la revolución que nace de dentro, el fuego que arrasa con todo, la indiscrección hecha persona.

lunes, 31 de agosto de 2015

La necesidad de entender disciplina y libertad

Te pregunto, ¿cómo puedes hablar de "perdón" y a continuación decir que es algo vital pero mirar hacia otro lado cuando se te habla de "respeto"?

Hablamos diariamente de lo que está bien y de lo que está mal y apostillamos continuamente cada comentarios que oímos al respecto. Es muy fácil publicar un artículo, realizar un escrito e incluso grafitear una frase, en todo lo anterior expresando el derecho a ser libres y a tolerar a los demás. Pues bien, más que un derecho, (y haciendo uso de mi propio espacio personal), pienso que es una necesidad. 
¿Cuántas veces he oído aquello de que "tu libertad se acaba donde empieza la mía"? ¿Alguien puede explicármelo? ¿O es que es tan solo uno de esos clichés tontos que se dicen, una filosofía barata que es más fácil de usar que de llevar a cabo? 

Ni mi libertad empieza ni tu libertad acaba. No estamos criados igual, no tenemos las mismas referencias educativas, culturales ni religiosas. Incluso haciendo más hincapié, ni en dos casas vecinas se come de la misma manera. Así que ya nos pueden intentar inculcar las mismas ideas que, si bien esas dos personas seguirán unas directrices más similares que entre otros, cada uno actuará de una manera propia. Hasta aquí todo parece muy lógico, pero lo cierto es que la complejidad humana es tal que no se puede encerrar en los libros que pretenden enseñarnos ni en un "¡cómete toda la sopa o no vas a crecer!". 
Los niños son niños y cuando sea madre comeré huevos, pero hoy quiero dejar aquí constancia de la NECESIDAD que hay de unir el concepto de disciplina con el de educación. 

En esa mezcla tan convencional debería haber más comprensión, más tolerancia, más respeto. Doy las gracias a todos los que intentan dar espacio para que cada uno pueda crear sus propias opiniones, ¿porqué la gente escucha "cristiano" o "musulmán" y parece asustarle pero si alguien practica el budismo es el más snob? La religión, el ser celestial al que cada uno rece no tiene tanta relevancia como el bien que le haga a esa persona consagrarle su fe; "la fe mueve montañas" y yo quiero aportar "sea cual sea esa fe". Y por lo que voy a decir a continuación espero que se haga un esfuerzo por entender lo que pretendo decir:

No creo que alguien que no apoye la homosexualidad sea "ignorante", precisamente ese no sería el adjetivo. De la misma manera que me parece mal la violencia que sufren ambos grupos (tanto a favor como en contra de homosexualidad). Al fin y al cabo son unas ideas que hemos recibido de nuestra educación, experiencia personal, cultura o tiempo en el que nos ha tocado vivir. Me parece normal que a mi abuela de 85 años no le parezca bien esa opción sexual porque ha vivido en un país en el que estaba penado; cuando era joven y construyó sus ideas, las bases iban en contra de que dos mujeres u hombres se besaran en público. 

Espero que no se malinterpreten mis palabras, no por el hecho de que alguien se haya criado en un país en el que el machismo esté a la orden del día me parece que haya de eximirlo de un castigo porque maltrate a una mujer (de la misma manera que no permitiría que mi abuela atacase verbal o físicamente a nadie por el hecho de ser homosexual), pero sí que tengo que respetar que esa persona vea el mundo con unos ojos que no son los míos. 
Puede ser que ahí quede aquello de "tu libertad acaba donde empieza la mía", pero sigue pareciéndome una frase tras la que ocultar un sentimiento de egoísmo en el que refugiarse. Puede que no haya solución posible y que las leyes que hacen los hombres jamás lleguen a satisfacer de manera común a todo el mundo. 
De lo que espero estar segura es de que con los años no quiero volverme tan extrema, ni juzgar tan radicalmente lo que los demás hacen. No caer en los tabús de la sociedad y sobretodo exigir a los demás una coherencia que yo lleve siempre por delante. 

miércoles, 26 de agosto de 2015

Me estropeaba como el viento a los dientes de león

Me estropeaba. Me estropeaba tanto
como quien se tira al vacío cogiendo carrerilla,
como quien grita al oído,
como quien sopla un diente de león.
Era tan destructivo que pasé mis mayos encerrada
sintiéndome el pajarillo que nunca aprendió a volar,
observando que el nido se queda vacío;
soy la última en marchar.

Eras el hielo de mi cerveza, la baldosa levantada,
el tacón torcido en medio de una noche de gala
en la que las estrellas brillan pidiéndote que las agarres. 
Y yo, impotente ante tanta destrucción,
me limitaba a aceptar con normalidad 
que todo aquello que sube tiende a bajar
y que, trade o temprano, se acaba escalando a la cima.

Pero eso no es verdad. 
Quien no se levanta nunca sube,
quien no sonríe no atrae,
quien no se quiere jamás podrá ser querido,
quien no se valora nunca pondrá precio a su libertad.

El nido está vacío, hoy le he dicho adiós.
Hoy ha sido el día en el que la llave ha encajado
y por fin he cerrado una puerta para abrir una ventana.
Pretendo saltar agarrando las estrellas y perseguir los dientes de león,
construir los mayos sólidos que me abriguen en su dulzura primaveral
y escapar al sonido de esa voz chirriante.

Ahora sí que sí, es difícil escapar de la grandeza del fuego
cuando realmente eres tú quien lleva la chispa que hace que todo arda.
¿Alguien tiene frío?


jueves, 30 de julio de 2015

Joder, ¡¿cómo habría sido?!

Me alegro tanto de que seas feliz...pero, joder, ¡¿cómo habría sido?!. Escalar nuestros cuerpos salados al llegar a la cabaña en vacaciones sudando de la playa, aborrecer del olor a hospital dándonos la mano en todo momento, cocinar el día de noche vieja y ponerle nombre a nuestro perro. Coger un avión en nuestra luna de miel con el billete a ninguna parte que tanto deseabas y escuchar su primer llanto.

Nos quedan tantas cosas por hacer... ahora me acuerdo de la foto que no nos hicimos buceando ni en el momento en el que me viste conducir un quad por primera vez. Nos quedan muchas cosas por las que ahorrar a medias y tantas horas trabajando juntos, cada uno en lo suyo, pero rozándonos cuando nos desesperen las tareas. 

Aún tenemos que probar el plato nuevo en la carta de aquel restaurante que todavía no hemos visitado y me tienes que decir lo guapa que estoy cuando sople las velas de mis treinta y comience esa nueva etapa. Me queda hacerte un nudo en la corbata para tu primera entrevista y esperarte en casa con un beso dulce mientras me cuentas cómo te ha ido.

No te olvides de todas las noches de reconciliación en la cama que no vamos a vivir; cuando nos convertimos en bestias que se odian. No cuentes a nadie lo mucho que te hago enloquecer cuando me muerdo el labio, porque jamás lo volveré hacer. Yo procuraré olvidar la manera en la que me haces reír para intentar reírme de la vida aunque no estés en ella. Las noches en una tumbona pasando calor serán más frías por no tenernos y después de fumar expulsaremos el humo al vacío del universo, no en el paladar del otro. 

"Solo somos animales que tienen miedo controlar eso tan grande que tenían, buscando como mortales una excusa para terminar con el instinto que no se puede sofocar" y mientras canto esta canción solo podrás escuchar su eco a lo lejos sin saber si soy yo la que entona. Pero no pasa nada, porque el mundo sigue y la luz siempre apaga la oscuridad; así que estos secretos están a salvo mientras no se vivan. Sin embargo, no puedo evitar decir <Joder, ¡¿cómo habría sido?!>

jueves, 23 de julio de 2015

Toboganes y precipicios

Ojala no doliese. Ojala nada doliese y las verdades no se clavaran como puños en el alma. Siempre es más fácil cerrar los ojos y mirar hacia otro lado, pensando que se puede escapar de la realidad y de lo que sus tormentosos precipicios nos quieren desvelar. Pero lo cierto es que si seguimos andando con los ojos tapados, caeremos irremediablemente por ese barranco. La incertidumbre por el contrario sería mejor vista como un tobogán deslizante y curvo, por el cual cuando te asomas no puedes ver el final y solo escuchas el eco de tu propia voz. Seríamos las víctimas perfectas de la incertidumbre cuando ese miedo en el que reparamos cada día y cada noche nos acompañara y aplastara como lo hacen nuestras preocupaciones.
Todo esto parece enrevesado, sin embargo, es tan fácil como sentarse y disfrutar del camino del tobogán. Olvidarnos del vértigo que nos traerá el destino y quitarnos la venda para divisar el maravilloso paisaje que los precipicios vislumbran.
Es asombroso como nos quedamos anclados en el pasado y desnudos ante el futuro; todo esto mientras negamos el presente y la veracidad de sus hechos. No estamos en este mundo para llorar todas las mañanas la pérdida del ayer y no desear las ganancias del mañana. ¿Para qué entonces? Cada uno para lo suyo, yo desde luego soy partidaria de hacerme gigante, tanto como pueda y olvidarme de las pre-ocupaciones y de los fantasmas del pasado. Ya es hora de encerrarlos y dejar que se pudran ellos, las manzanas más fuertes y bellas del jardín son las que resisten.



sábado, 18 de julio de 2015

Te digo despacito que quiero ir rápido

No se trata de encontrar ningún alma gemela, ni de complementos o de copias. Puede que los tiros vayan más por sentir que alguien te lee como si fueras la carta de su menú perfecto. Que te de igual si los planes siempre salen mal porque sabes que acabar perdiendo un taxi significa que la ropa te la arrancará un poco más tarde. 

Las mejores noches son aquellas en las que te das cuenta de lo valiente que eres y de que necesitas a alguien igual de valiente a tu lado; con sangre en las venas y el corazón caliente. Tal vez sea "que soy del sur" pero decían que ni en Cádiz se acaba el mundo ni en Irún ponen fronteras los gigantes. 

Son los que no se ponen límites, los pacientes, los cuerdos dentro de la locura que te atan con la mirada y te mueven como una peonza las noches de baile, los que saben hablar de política y de deportes, de misterios y verdades. Esos son los buenos.

¿Quién te puede asegurar que te quiere más que ayer y menos que mañana? Puede que no te des cuenta de que malgastarás el tiempo con personas que no te quiten la sed, que sean fungibles. Pero todos sabemos que la magia no se puede crear: la magia te encuentra sin trampa ni cartón, te envuelve elucidando una verdad que antes era falaz e improbable. 



Voy a comenzar, dicho todo esto, a escribir en la piel de quien se merezca todo lo que no supe hacer bien, las injusticias que me queman por dentro, la intensidad que vea en esas personas que son quienes merecen la pena. Por eso, no quiero a alguien que me complete. Quiero a alguien que sepa estar ahí como hay que estar, que te diga despacito que quiere ir rápido, que no tenga miedo a saltar conmigo sin mirar al vacío, que entienda mis tatuajes, mis cicatrices, mis lágrimas que llenan el fondo del mar, el aire que desplazo cuando huyo de lo que me da vértigo. El asfalto raspará y nunca veremos dragones volar, pero el miedo huele mejor con buena compañía y quiero dedicarme a encontrar fragancias excitantes. ¿Te vienes?

martes, 14 de julio de 2015

El azar metabolizado como magia

Hay cosas que funcionan así y no son casualidad, pero el hecho de creer en el azar nos hace más soportable la existencia del caos. Espero que nos demos cuenta algún día (aunque tardemos) de que el caos solo existe en nuestras cabeza y atribuimos esta palabra al desorden con la equívoca certeza de que tenemos la capacidad de anular, en cualquiera de sus numerosos aspectos, el caos.

Fuimos creados gracias a él, toda una raza de mentes que ven la felicidad o la grandeza como algunos de los objetivos a alcanzar. Una principal diferencia con los animales, ciertamente indiscutible. Pero ahí fallamos, engañándonos de nuevo pensando que esa felicidad se puede agarrar y que dura eternamente o que la grandeza se consigue con la ayuda de la "suerte". Hablando de suerte, cuerdas que mantengan la felicidad por siempre y los motivos por los que atribuimos nuestro afán de vivir es, efectivamente, el caos.
Y seguirá con independencia a nuestra vida, al dolor o a todas las súplicas para vivir en un mundo ordenado. En el fondo de nuestras cabezas y en lo más superficial de nuestros corazones.


Por eso, hay cosas que no son casualidad. Pero vamos a llegar más lejos, ¿no? Vamos a intentar ser increíbles y a construir lo que nos haga únicos. Vamos a explotar con esa canción que nos hace superar un trauma y cuando la hayamos usado tanto para limpiarnos que solo esté impregnada de aquel recuerdo será hora de dejarla atrás y cultivar el alma con abono de otra cosa que nos devuelva a la vida sin manchas del pasado.

jueves, 9 de julio de 2015

Las sirenas

Unos días atrás fuimos las tres, como siempre, al apartamento de siempre, con la piscina de siempre, el sofá naranja de siempre, la nevera llena con las mismas cosas, las maletas de  siempre, las asombrosas ganas de siempre.  Al llegar, pudimos notar el característico olor que parecía impregnado ya en aquel lugar. Nos trajo recuerdos maravillosos; hasta se oían las risas de nuestros “yos” pasados en el sofá. Nos sentíamos seguras allí, las unas con las otras, procurando comernos el mundo poco a poco para disfrutar de cada bocado.

Aquella tarde en la playa parecía que sonase de fondo una balada suave que acompañaba al viento. El relente de las noches anteriores se hizo presente de nuevo, atrapándose en tu piel y haciéndonos parecer cansadas. Es lo que tiene la costa y es un problema cuando te desacostumbras a ello. Había ido yo sola, necesitaba estarlo en cierto modo aunque quería con locura a mis compañeras de viaje.

Caminé durante una hora por el paseo marítimo y entré a un bar. Durante mi paseo había estado cantándote, sabiendo que tenía la voz roncar de cantarte. Pedí un tequila con extra de sal. Creí que merecía la pena recordar aquellos besos de mar que me dabas. Tú me llamabas “sirena” y eras testigo de los deliciosos acordes que se escuchan entre la tierra y el mar cuando el sol reflejaba sus rayos en mi piel. Los kilómetros que nos separan comenzaron a ser suficientes para adoptar el valor; quizá solo necesitaba que supieras que el miedo huele bien, que en la carta dejó de haber el plato Esperanza. ¿Cómo podrías saber que estábamos condenados? Tal vez experimentando la huida en la noche y no echándote de menos.

Me tocaron el hombro. Supieron que había ido en esa dirección, que estuve pensando en la vida que me pesaba como plomo en la espalda, que no podía recibir miradas de fuego de nadie más, que no había dejado de fumarte y necesitaba parches de nicotina para desquitarme de ti. Sabían que me había pedido tequila, y que pienso que la mejor manera de curar las heridas es el limón. Ellas querían ser el parche y el azúcar que compensara lo ácido que había estado mi corazón.

Y entonces me acordé de que todas esas canciones que canté ya las había oído antes con ellas, de que no he vivido con nadie más noches de relente que con ellas, que ya nos conocían en aquel bar, que ellas son las sirenas del cuento que llevábamos viviendo desde hacía años. Me acordé, sin duda alguna, que ellas son las que siempre me han dado valor y que me encanta que en nuestra nevera lo que haya sea mayonesa y palitos de cangrejo. Porque cuando veo un sofá naranja, me vienen a la cabeza el melón con ron y unos bizcochos demasiado cocidos. Volvimos juntas a casa, a nuestro apartamento de siempre tras un baño en la piscina de siempre, cenando las mismas cosas y dándole un bocado de amistad al mundo que nos gustaba comernos juntas poquito a poco.