lunes, 29 de diciembre de 2014

Dinamita

¿De qué sirve vivir si no se es explosivo? ¿Para qué estallar si no somos dinamita? ¿Para qué estar con alguien que no te cambie la vida? Soy partidaria de hacer las cosas y de no dejarse llevar por el miedo, la inseguridad, el exceso de sensatez y la infelicidad. Soy del estilo de los “cautos explosivos”, me explico: pienso las cosas antes de hacerlas, está claro, y además del rollo que podría soltar sobre la necesidad de ser cuidadoso; tenemos que ser grandes.

Sí, tenemos que crecer, y reír, y divertirnos y llorar. Tenemos que aprender a que “es mejor pedir perdón que permiso”. Aunque no estoy del todo de acuerdo con esa frase, tiene parte de razón. ¿Mejoramos con el tiempo? No. Mejoramos con la experiencia y con la intrepidez autoritaria que nosotros mismos dejamos fluir.


Buenas noches y largas lunas.

domingo, 21 de diciembre de 2014

"Memorias de 11 años"

“¿Cuándo has crecido tanto?” fueron las palabras de uno de los profesores y personas que más he admirado y admiraré jamás. Me tiré casi tres horas copiando a mano esas 15 hojas que había escrito a ordenador en un fin de semana. Conseguí cambiarle el nombre al documento por “Memorias de 11 años”. Resultaba ridículamente adorable que una niña como yo incluyese algo tan ficticio como “memorias” cuando parecía que ni siquiera alguien que superase la mayoría de edad podría tener la determinación y el coraje de decirlo.

MEMORIAS…. Yo llamaba eso a lo que en realidad era mi día a día. Describí el color verde botella de nuestras faldas que, en invierno, se juntaban con las medias del mismo tono en una amalgama de piernas correteantes sobre el patio del colegio. También contaba lo que no me canso de decir; cuánto me gustaba destapar el bote de la canela y olerlo y meterme un poco de dalsy en la boca cuando nadie miraba. Aquello me hacía sentirme realmente mal luego, nunca fui del todo desobediente. Uno de los capítulos hablaba casi por completo de una golondrina que venía cada abril a poner sus huevos sobre la lámpara de la barbacoa. Yo pensaba que era la misma año tras año, que ya se conocía el lugar y se sentía bienvenida en nuestra casa.

Pulsaba las teclas del ordenador de mi madre tan rápido que me entorpecía yo sola en una explosión que emergía de mi cabeza tan rápido como los colores de una sombra; todo aquello para que Don Martín tuviese el lunes en su mesa un regalo de Navidad que no podía contener más cariño.

En efecto, después de teclear durante dos días, la noche que dejaba al domingo atrás estuve transcribiendo a papel aquellos folios de mis MEMORIAS tan absurdas como poéticas. No, no era poesía lo que escribía; lo que era poético, casi irónico, era la pretensión de cada espacio entre las letras que una niña se dedicaba a escribir con felicidad.

Quizá fuera esa la chispa que me llevó a creer en esto, en lo que me curan las metáforas y el placer de saber que no tengo porqué caer en el olvido siempre y cuando mis consejos se sigan leyendo. Aclaro que soy profundamente consciente de que seré olvidada, cuando aquellos que me quieran mueran o pierdan la cabeza. Ni siquiera aunque mis citas fueran impresas en las paredes de los edificios más emblemáticos se me recordaría. Debe de ser porque no somos lo que decimos, ni lo que hacemos, ni lo que pensamos. Somos lo que amamos, lo que sentimos; y no se puede recordar algo que no es, algo que no se ama, algo que no se siente.

Al final puede ser que todo se reduzca a eso: todas las mentiras, todos esos perdones que damos por asumidos y que en realidad cambiarían el rumbo de nuestras historias enteramente. Las miradas que se atreven a dar el salto son las que se recordarán siempre, los bailes que no son convencionales ni en sitios ruidosos, más bien aquellos que se hacen en un muelle mojado por el agua condensada de la noche. No se recordarán los grandes éxitos del verano, sino aquellos que batían tu corazón sin que nadie los convirtiese en trending topic.

Me he acordado de Memorias de 11 años  porque hace un par de días le comenté a un reciente buen amigo que somos lo que decimos. Su negación tan rotunda a mi aseveración fue seguida de mi estupendo argumento de utilizar la filosofía para rebatir eso. Tengo razón en que habría utilizado a algún gran filósofo a los que les debo más que reflexiones para haberle convencido de que sí, somos lo que decimos. Pero me equivocaba tanto en mi interior que se me apareció una niña de 11 años y su trepidante inocencia. Ese fantasma del pasado sujetaba un escrito grapado y me recordaba lo siguiente:

“No siempre soy lo que digo. Yo siempre digo que me gusta el puré que hace mamá, y que me gustaría que mi amiga Gloria viviese en mi calle para ir a jugar siempre a su casa. Pero yo sé que aguanto cuando trago el puré para que sea alegre y que me gusta que Gloria viva en la calle de las Azucenas porque son naranjas y el color naranja es el más bonito que hay. Por eso a veces miento cuando digo cosas pero no somos lo que decimos pero sí lo que sentimos.”


No sé cuándo me he hecho mayor. En realidad sí, le pongo fecha, hora, lugar y cielo a ese día lluvioso de mayo. Desde entonces no sé cómo he llegado hasta aquí. Ahora ya no me confundo al hablar ni mis emociones. Ya no tengo 11 años, ahora soy la joven mujer que se enfrenta consigo misma cada día por ser mejor persona y construir un futuro que le permita traer más golondrinas en abril a su casa; que será donde estén ella, sus memorias y papel con tinta.

lunes, 15 de diciembre de 2014

El meu món ets tu

            No m'ho podria creure, estava anant-me. Poc a poc, llentament. A cada pas que donava era com si un punyal se'm clavara al pit i m'aufegara, sense que jo poguera evitar-ho. Una llàgrima més caia a la galta, res comparat amb el que vindria, i jo no volia. El meu únic desig era donar-me la volta i abraçar-la, besar-la de nou i fingir que no passava res, que seguiríem junts passara el que passara. Esta fantasia es feia més intensa i incontrolable a mesura que m'allunyava, pero... què faria? Morir-me, era del que tenia ganes. Ficar-me en el llit i no eixir, no veure a ningú, no adonar-me de que les hores passen i el temps em consumix mentres em torture pensant en el que hauria passat si des d'un principi haguérem sabut arreglar les coses. Pensant en tot el que m'anava a perdre, els moments rient els dos assentats en l'herba, rodant pels tossals verds a l'estiu i més marrons a la tardor, veient com a estació rere estació el nostre amor es feia més sòlid.

         Vaig demanar pel que més vaig voler no trobar-me a ningú que em coneguera em vera amb els ulls entollats i vaig intentar contindre l'aigua, que va brollar d'ells sense que jo ho poguera evitar. Sabeu el que és amar una persona amb totes les teues forces i que de sobte, del dia al matí, tot s'acabe? Sense motius amb fonament, només la trista imatge d'estar només i aborronador. Em vaig sentir buit, desprotegit sense ella.


         Han passat ja quatre mesos, i la veig riure amb les seues amigues, eixir per ací, quedar amb altres...això és el que no puc suportar, els altres. Saber que hi ha uns braços que l'abracen i no són els meus, això és el que em posa malalt. Saber que ella seguix avant amb la seua vida i que jo no sóc capaç d'alçar cap, és el més trist de tot. Era el meu món i un món no es pot destruir d'un dia per a un altre no, no es pot.


         I ara que faig? Escriure a un diari com veig, dia a dia, la meua monòtona vida, trista, dolenta, sense cap propòsit, sense cap futur.

viernes, 12 de diciembre de 2014

"Como la extrema perspicacia de un perro inteligente"

Debe ser como recorrerse todas las tiendas, buscar los productos en venta, el regalo perfecto de una Navidad sin cuento. Como girar una esquina siguiendo el inconfundible olor del ardiente cucurucho de castañas a la brasa que tanto deseabas. Como ver los billetes de avión a ninguna parte, con la ilusión por delante de mil metros de altura sobrevolando una aventura.

Debe ser que aunque intentaba no quererte demasiado, me  dejaste verte los como quien lee a Pérez Reverte, “como la extrema perspicacia de un perro inteligente. Ninguno de los dos se acuerda de cómo terminó, ni de por qué; pero me dejabas hundirme en tu jersey, impregnado de mi perfume, el mismo que olías con ansia y te volvía loco en el primer segundo. Te perdías en ese instante en el pensamiento de mi ropa interior humeante; en tus manos envolviendo mis pechos como esqueletos protegiendo un corazón.

En efecto…es esa sensación. De libertad estando atada a lo que realmente viene siendo nada…un par de reacciones químicas que no te dejan pensar en tu vida. Como la poesía en prosa que escribo para poder ser testigo de tu imagen en mi mente, sin llegar a ser del todo consciente que estás inevitablemente presente.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Destructivos y constructivos


Qué destructivos podemos ser los humanos cuando rechazamos un abrazo y qué curativos cuando lo damos y aceptamos con cariño; cuando los besos son dados lentos y tiernos desde la columna hasta la nuca y acaban con un escalofrío en el cuello. Qué constructivos cuando hacemos reír y nos reímos, distraídos, casi ajenos a la realidad amarga de un mundo en el que ser destructivo parece la norma no escrita más común.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser cursi, que la humanidad recuperara el sentido romántico de la vida y junto con él, la tradición de los noviazgos largos, las serenatas, las cartas perfumadas, las rosas en cada aniversario, los apretones de manos entre las rejas de los balcones, las sorpresas que te hinchan el alma y recargan las pilas. 
Cómo me gustaría vivir en un mundo más discreto y decente, donde el amor fuera una necesidad y no un mero capricho, cambiante con cada falda más corta. 


Pero qué le vamos a hacer...me toca vivir en una época insensible, deshumanizada, obscena, carente de valores y en la que ya nadie respeta los sentimientos del prójimo porque no consideramos los sentimientos como algo lo suficientemente importante para apartar el egoísmo. Porque no nos queremos de verdad, ni siquiera a nosotros mismos; y nos buscamos en el reflejo de una mesa de cirugía o una dieta peligrosa. Porque amamos tan poco nuestro entorno que permitimos que la gente muera de frío, de hambre o por enfermedades evitables con un poco de higiene. Porque es más cómodo viajar de un sitio a otro, allí donde hay comodidad en vez de mirar hacia atrás y preguntarnos cómo hemos podido arrasar con todo a nuestro paso.


Sí, me gustaría una vida en la que no nos machacásemos, pero tanta utopía parece demasiado rosa como para que le guste a todo el mundo.


sábado, 29 de noviembre de 2014

Alegría

La gente de decía que cometía siempre el mismo error: ilusionarse demasiado por la vida. Era el inesperado olor a canela, un día oscuro en pleno mayo, el refrescante sabor de la lima o los guantes que tenían pelo por dentro lo que le hacía sentirse bien. No cómoda, feliz o embriagada, simplemente y en el sentido más sincero de la palabra, bien.

No solía reconocer cuándo estaba mal, aunque la expresividad de sus ojos la delataban y la curva ladeada que su boca no hacía al sonreír mostraba que no le importaba demasiado algo que no fuera su corazón. Cabe decir que eso de que "no le importaba demasiado algo que no fuera su..." no era del todo cierto, porque si había algo seguro en todo esto, en todo ella, era que se preocupaba de corazón por las personas, incluso en exceso. ¿Sabéis aquellas veces en las que te vuelcas mucho con una persona que al final sus problemas acaban abstrayéndote y los acabas haciendo tuyos? Pues eso era lo que le ocurría a menudo.

Podía pensarse que llevaba por bandera una tela verde como el prado y azul como el mar, en la que se tejían solas las cicatrices, los labios del pecado, las oportunidades que aprovechaba, el vino tinto que derramaría, las horas a las que se entregaba a la locura de sus sueños, cada amargura que transitaría a lo largo de los días, todas las carcajadas que se le escaparían y las que no, bueno, las que no no deberían contarse. Perdería en esa bandera la llave de su futuro y arrojaría a la luz de unas velitas bajo la luna llena las noticias que le robasen el espíritu. Los cafés para dos quedarían en el cajón de "Loquenuncateconté", para besayunar a algún inquieto por verla desnuda, sin regalarles noches pero sí unos minutos de placer prohibido con champán esparcido en la bañera.



Sin embargo, era la palabra "alegría" la que le representaba bien. Como un río de energía, un escalofrío que sube desde los pies y acaba en la raíz de cada cabello. Alegría como la que se siente al recordar la persona que más te ha marcado, como recordar el sitio más perfecto del mundo. Alegría como saber que te superas en cada meta, como aprender a comprometerte contigo mismo cada día. Alegría como ilusionarte tanto por la vida que sean los gestos más insignificantes los que te hagan sentir, simplemente y en el sentido más sincero de la palabra, bien.

domingo, 23 de noviembre de 2014

"Los soñadores no pueden ser domados"

"Los soñadores no pueden ser domados". Una vez vi el lado oculto de la luna, que le decía a los "no me quieres" de las margaritas una mentira como que la vida es eterna. Me acuerdo y me pongo mal de pensar que el cedro de enfrente de mi ventana guarda un secreto que ni yo misma sé, que me derrumba hasta los pies.

Y ya lo decía algún filósofo muerto quizá por locura quizá por sífilis, no hay que tirar a la baja para encontrar el bien común, sino ensalzarnos propiamente en el sentido en el que los superhombres revelan su máximo esplendor, su halo de poder y su línea inmensa; pero "Los soñadores no pueden ser domados".


E igualmente podemos decir que los valores absolutos, aquellos impuestos por las sociedades a las que llamamos racionales y con las que nos identificamos, son universalmente nobles y objetivamente obvios. Pero qué universalidad tan estúpida cuando hay niños que lloran porque empieza un nuevo día, cuando hay escoria inmersa entre nosotros, cuando la basura nos llega tan hasta el cuello que se la metemos a otros por el gaznate.

Simplemente, la aseveración falsa de que "los soñadores no pueden ser domados" nos ayuda a creernos esa idea de libertad, que no deja de ser a su vez tan necesaria como inventada. No seremos libres Nietzsche, seguiremos siendo ese intento de sobrevivir en la mentira que seguimos creando.


lunes, 17 de noviembre de 2014

"Sín título" es lo único que merece

Es normal acostumbrarse, y al final acabas haciéndolo, a que las cosas malas vuelven. Al menos no de manera impuesta, pero sí vuelven. No hace falta que lo pienses, ni que te lo creas, ni siquiera que encuentres relación entre unas cosas u otras para que ocurra.

Sea como sea, si hay algo que nos merecemos nos acabará ocurriendo; pero...¿qué hay de lo que no  nos merecemos? ¿De lo que no tenemos la culpa por la que se nos atribuye un castigo? ¿Qué ocurre si simplemente acaba destrozándote tanto algo que acaba por hacer débil? ¿Qué ocurre?

Las cosas no son justas y no, no hay un ser que imparta eso a lo que llamamos "justicia", como si nos sintiésemos con el derecho a decidir qué imponer a cada uno en función de sus actos. Si eso fuera así, estaríamos todos bien perdidos.

Partiendo de ahí, solo me cabe decir que no somos responsables de los demás, ni de sus sentimientos ni de sus decisiones. Nos acabamos reduciendo a desencadenantes de reacciones que a menudo ocurren sin ninguna necesidad de catálisis. No somos el explosivo, somos la mecha.

Acordemos bien con nosotros mismos las palabras que decimos porque esas sí que se producen en nuestra cabeza y salen con más o menos fuerza por la garganta mientras hacemos bien o daño; eso sí que es la chispa que precede a la destrucción.

Y finalmente, como no podía ser de otra manera; a seguir siendo el potrillo alado y risueño al que por no vas a cortar las alas. 

martes, 11 de noviembre de 2014

Que no se apague la llama

Que nadie te quite la ilusión, ni la vida, ni los sueños. Que nadie te robe la esperanza ni el deseo de seguir creciendo. Que nadie te corte nunca las alas para que caigas. Que no te hagan creer que no llegarás a gigante. Que no intenten ni por asomo negar tu valentía para hacerse un abrigo de palabras necias que te desampare en el frío. Que no lo hagan.

Es mejor seguir sintiendo escalofríos con esa canción, o dibujar una sonrisa cuando te das cuenta de que lo que impresiona son tus palabras y no por lo que tienes. Mejor siempre aburrirse de la vida de los demás, perderse en los líos ajenos a ti, probar la carne de cañón de vez en cuando para endurecer la nuestra, reírse de los problemas cuando los tienes delante y no sólo cuando los has superado. Aprender de las caídas y saltar por encima las piedras que ya nos hayamos cruzado. Siempre es mejor...estar por encima de ciertas cosas, hacer más robusta tu fuerza de voluntad y cumplir metas. Siempre es mejor olvidar el odio y quedarse con lo bueno; que aquella frase de "te voy a cortar las alas potrillo desbocado" se quede en "potrillo desbocado" fuerte, impenetrable, leal y noble. Que los perdones sean sinceros y no nos olvidemos de decirnos siempre cuan importantes son para ti los que te rodean. Que no se pierda el calor en un abrazo, que persista lo suficiente como para calentarnos con tan solo pensarlo. Que la noche no caiga sobre nosotros y nos congele los sentimientos. Que no se apague nunca la llama.

jueves, 6 de noviembre de 2014

6 Noviembre 2014

Dicen que las mejores historias son aquellas que no se han contado, las que se quedan flotando en algún lugar al que nadie ha logrado acceder; esperando a que los espíritus curiosos las recojan y las transformen en ondas ligeras y cambiantes.

Por otro lado, son esas aventuras las dignas de contar. Los besos robados que nadie descubrió, las promesas ilusas de un par de labios rotos de deseo, esas caricias que un día complacieron... Es cierto que hay algo atractivo en el pecado, en el riesgo, en las sonrisas prohibidas que no dejan de ser las azafatas de las mejores noches.

Pero ha de prevalecer lo que de verdad compensa, el cariño inmediato siempre que sea prolongado en el tiempo, unos "buenos días" que te levantan de verdad. Es justo en el momento de la verdad, ese momento en el que el hilo está apunto de romperse, te das cuenta de que no merece la pena o de que nunca mereció tanto la pena arriesgarse...¿no?

BUENAS NOCHES.





viernes, 31 de octubre de 2014

Veintitrés alfileres

No sé qué tienes...
que revoloteas en las alas de mis deseos,
como esos pensamientos anclados a universos
en los que me perderé si vienes
a traerme de nuevo tus besos.

No sé qué tienes...
que cuando tu olor llama a mi puerta
me doy cuenta de que he estado muerta
hasta que me demostraste que me hieres
más que veintitrés alfileres.

No sé qué tienes...
que me petrificas cuando sonríes
¿son perlas o rubíes? 
Es tu alma enseñándome el mejor arma de quienes
por amor y por miedo, lo dan todo y pierden miles.

No sé cuándo saldrá el sol para nosotros,
ni si volveremos a vernos en primavera
empapados en el rocío de la mañana
después de un fin de semana en la playa.

No sé si la luna se acordará de nosotros,
cuando alejada y oscura
piense que es peor que otros astros
y se ahorque en lo que nos quedó de cordura.

No sé dónde quedarán esos sonidos 
de guitarra y risas a la luz de las velas;
ni los que intuían las penas
de los muelles donde acabábamos fundidos.


No sé dónde terminaremos, 
ni si mis ojos volverán a arder 
con el dulce cosquilleo de aquel contoneo
que volvía loco hasta al amanecer.

No sé mi vida,
si me verás como el monstruo que me imagino
en este halloween de partida;
donde lo único que queda es mi suspiro
y un par de ases en la manga para curar mi herida.


martes, 28 de octubre de 2014

El harakiri involuntario del tiempo

Él también sentía esa necesidad de parar para observar en la oscuridad, quieto y sin moverse, todos los acontecimientos que pasaban a su alrededor. Pocas veces lo conseguía, desanclarse del pasado como lo haría una mosca atrapada entre las voraces hojas de una planta carnívora. Este infierno de recuerdos que lo torturaba no era otra cosa que los susurros que su cabeza le traía cada vez que pensaba que estaba solo en el mundo, que había tratado de encontrar su lugar en todos los huecos posibles y que lo único a lo que aspiraba era a precipicios sin caída.

Su corazón latente, ese mismo que ahora no tenía ni el más mínimo ápice por el que luchar, se negaba a afrontar la triste realidad, o al menos, la que parecía ser la única y absoluta realidad. Pero hasta él sabía que aunque el relativismo no funciona siempre, en este caso sí dependía de cómo se mirasen las cosas. Aprender a mirar un espejo parece sencillo pero en realidad es de lo más abstracto: percibimos los colores de una manera, nuestro cuerpo, nuestro movimiento. La mente nos engaña suponiendo una imagen de nosotros mismos que en la mayoría de ocasiones infravaloramos. Lo que para uno es alto para el otro sigue siendo bajo… estamos acostumbrados a tanto cliché que en realidad no nos paramos a pensar que no hay manera de imaginar un nuevo color, no es posible inventar un material que se comporte absolutamente distinto bajo las leyes físicas mundanas, ni si quiera somos capaces de soñar con rostros nuevos cuando estos solo son recuerdos que se nos presentan en la cabeza.

Tras ese momento ensimismado y de silencio incómodo, se dio cuenta de que todas las conclusiones a las que llegaba no eran alentadoras. En realidad se le ocurrieron tres o cuatro, todas ellas con sus correspondientes variaciones de tiempo o lugar, todas ellas igual de descabelladas e inútiles.

Caminó, caminó largo y tendido bajo un día que, como no podía ser de otra manera, acompañaba a su estado de ánimo. Era su poesía diaria, perder continuamente la esperanza en una lucha diaria sin medallas ni bandera. Tenía una cosa clara: recordarla le dolía. Pensarla le dolía. Incluso respirar le dolía porque una vez te acostumbras a respirar de la boca de una persona no es lo mismo. Cuando lo haces solo te sientes perdido, como si la cosa más fácil del mundo como coger aire se convirtiera en un reto mayor que escalar el Everest.

Sucedió entonces una cosa sin demasiada importancia pero que cambió algo en él. Todos sabemos cómo funciona un reloj, ¿no? Ese día su reloj se paró. Sí, cuando vio el cielo oscuro y la noche intentando atraparlo entre sus fauces, observó que el segundero no avanzaba por la esfera como de costumbre. Se quedó en el segundo 23, haciendo que el tiempo jugara al despiste y lo confundiera. Iba a volver a casa, pero no tenía nada que hacer allí. En realidad no tendría nada que hacer en ningún lado, quería llegar a ninguna parte; por desgracia hacía años que había dejado de creer que ese sitio existía.

Se dio cuenta de que el harakiri involuntario que su reloj le asestó se debía precisamente a que todo el tiempo que había perdido, todas las lágrimas que había derramado, todas las palabras que se ahogaron en su boca…fueron producto del miedo. EL MIEDO. El vacío. La soledad. La falta de autoestima. El exceso de desconfianza. Esas cinco losas que caían sobre él y le llevaban aplastando el espíritu desde hacía mucho; ese mismo espíritu joven y desenfrenado que una vez le perteneció.


El tiempo, una cosa tan importante, necesaria y valiosa que todo el mundo se arrepiente de dos cosas relacionadas con él justo antes de que las tres deidades mortales corten el hilo de sus vidas: la primera es de haberlo desperdiciado en banalidades y la segunda es no haberse atrevido a más. Ambas no son nada inesperadas, es más, aunque el chico hubiera sido la persona que más hubiese exprimido la vida, estoy segura de que antes de morir se arrepentiría de las dos cosas; nunca se tiene demasiado jugo de la vida.

lunes, 6 de octubre de 2014

El sol sigue saliendo

Es hora de comenzar a explotar; y de hacerlo a lo grande. Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que ese estado de embriaguez inducida por la ausencia de ajetreo no es duradero.
En mi primera semana lejos de casa he llorado, me he reído, me he perdido, me he confundido de metro, he estudiado, (he ido al gimnasio), me he acostado tan cansada que me parecía imposible después de evaluar el día y es que se me pasan las horas volando sin parar de hacer cosas.

Ayer comencé la segunda dándome cuenta de una cosa: todos los cambios asustan y mucho, pero si los deseamos tanto como venirme a Madrid y empezar casi de cero, es necesario ser valiente y afrontar que lo vas a pasar mal, pero que esa tormenta de cambios se acabará y todo volverá a la normalidad. Aunque esta nueva rutina sea distinta de la anterior, no deja de salir y de ponerse el sol, sigo teniendo clases de biología y química, hay gente agradable y otros que no lo son tanto...

Lo que quiero decir es que la vida sigue ocurriendo y yo tengo que amoldarme a esto me guste o no; y os aseguro que me encanta. A veces duele ver cómo Alicante sigue sin mí y todo lo que me voy a perder allí: hay relaciones que se hacen y deshacen, ver los mejores años de mis pequeños, esas quedadas que me hacían sentir a los míos cerca...Todas esas cosas que también tendré aquí pero con otras personas.

Voy a seguir con lo mío, un saludo a todos porque no sé cuándo volveré a escribir; pero estoy segura de que si tras una semana estoy tan contenta y todo ha evolucionado favorablemente, dentro de otros 7 días os escribiré más contenta aún.

jueves, 25 de septiembre de 2014

2 días y a Madrid

¿Sabes qué? Que eres lo que estaba esperando: ese algo inesperado. 
Que me gusta cogerte de las manos y notarte entre mis dedos, es como si en cierta manera de estuviese siendo sincera con mi cuerpo y me mostrara totalmente transparente. Quizá muchos no lo entiendan, pero creo que si has estado enamorado, si has sentido que no puedes parar de pensar en alguien, que su nombre retumba en tu cabeza, que sus labios te parecen un paraíso, que sus abrazos son la mejor protección contra todo, que absolutamente todo lo que te pasa en el día está relacionado de alguna manera con él y que si no, pues ya encuentras tú la forma de que lo esté, que quieres hacerle feliz con los detalles más simples, que te quema algo por dentro y es el deseo de verle...

Qué locura tan absurda y bonita, ¿no? Que algo tan grande nos pase a las personas, que seamos tan fuertes durante mucho tiempo y de pronto, sin previo aviso ni deseo de ello, nos volvamos frágiles y sensibles. De todas maneras, si eres de los que no lo entiendes, tranquilo. Acabarás creyendo en esas tonterías que hacen los enamorados, puede que incluso dejes de lado un poco a tus amigos. Es normal, tu eje cambia bastante. Y aunque es crucial poner unos límites, cuesta...cuesta, como ya he dicho, no querer ir a ver cada luna llena, no querer celebrar cada mes, incluso cada día al lado de esa persona. Cuesta despegarte de su cintura y de su mandíbula perfecta, cuesta no querer descubrir rincones, besaros bajo la lluvia, daros la mano entre mariposas, miraros en un sitio apartado de todo, gritarle al universo que juntos sois mejores, que él te hace querer ser mejor, que ella te calma el espíritu, que él te hace vivir de verdad porque hasta ese momento en realidad habías estado esperando a que llegase, que ella es más necesaria que el aire y que esa necesidad cambió en el momento en que la viste y dejaste de respirar oxígeno para alimentarte de su sonrisa.

Yo ahora me voy, y aunque nos veremos cada poco...tengo que confesar que tengo un miedo atroz a irme. Leed algunas de las entradas que durante este año y medio he puesto en el blog: esas ganas de libertad, esa voluntad de valentía que crecía en mi interior, ese pajarillo que ansiaba salir de la jaula y como siempre digo que pretendía "volar y ser libre", ahora está acojonada porque Madrid es muy grande, porque lo que siento por él lo es más, porque pienso que se me van a escapar cosas de las manos y no me gusta no controlar la situación. Pero...¿quién no debe dejarse llevar ante estos casos? A currar, a darle duro a los estudios, al amor y a la vida; que todo pase como tenga que pasar, que aquí estoy yo para comerme el mundo a sonrisas y a él a besos.

lunes, 15 de septiembre de 2014

La poesía en prosa de un buen vino

Eres tú el que me busca, el que me inspira,
el que me hace compañía y susurra 
que me quede con lo bueno de la vida. 
Eres tú, compañero, amigo, cómplice del destino,
un verdadero sigilo entre tanta oscuridad 
que acechaba con tornarse en dilatada soledad. 

El pequeño consejero que se esconde entre mi pelo, 
que teje redes de besos y proclama 
que el trecho de inciertos no es más largo que el de aciertos. 

El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.

La lágrima que cae por mi sonrisa 
cuando en cada noche nos acostamos sin prisa, 
pensando en que no existe el pasado ni el futuro, 
que el presente no es tan duro, 
que la almohada es el mejor escudo. 

Nuestras miradas las espadas 
que se clavan en el pecho, 
nuestros cuellos todo un camino de excesos
en el que perderse sin saberlo. 

El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.

El destello que aparece en mi cabeza 
desde que el sol no cesa.
El constante recuerdo de que nada es eterno;
y que gracias a eso he descubierto algo más bello. 

La tinta que baña esa pluma de luchadora
que agarro con fuerza y utilizo a destreza. 
El mecanismo infinito de un complejo proceso 
al que algunos guerreros llaman amor.

Los marrones otoños en verano,
que enfrían y se añoran como agua de mayo. 
El verde de mi jardín que seco y agotado 
se dio cuenta que no pertenecía a ese lado, 
que debía cortar tanta espina
 y brotar de nuevo con renovada energía.

El sudor de un escalofrío,
el aroma de un viejo buen vino,
el dorado de la canela,
el crujido de la llana arena.

sábado, 9 de agosto de 2014

Cata de besos

Desplegaba allí cada invierno sus muertas primaveras, su historia truncada, su destino incierto, un palpable efluvio de intolerancia hacia sí misma  y una firme voluntad de silencio en su derrota, como si se empeñara en rechazar la juventud que se le precipitaba por las manos.

Triste, desolada y sin una aguja que le marcase el norte, se hundía en el humo de sus cafés cada mañana, como si este tuviese las respuestas a unas preguntas que temía hacerse.
Y al respirar, pretendía ser quien pusiera el aire, y al morir en sus recuerdos, intentaba retener los impulsos de lágrimas inevitables. Y entonces, lloraba. Esto solo pasaba cuando mudaba de coraza y dejaba al descubierto el hermoso ser que era, ese al que le gustaba sentirse amada y murmuraba palabras de suerte, de amor y de vida. Ese al que aún no habían herido ni roto el corazón; ese al que por muchas lluvias que cayeran, disfrutaba mojándose y riendo como el espíritu libre que pertenecía a la felicidad. 



Cambiando el rumbo y la trayectoria, haciendo apología de la crueldad que se cierne sobre todos alguna vez, caminaba sin expresión, ensimismada hasta lo más profundo.
Pero como ese invierno que le consternaba, todo llega a su fin. Fue una tarde en la que decidió salir a tomar algo, un helado o un respiro. Acabó deambulando más de lo previsto y entró a una plaza en la que reinaba el bullicio. Parecía haber una cata de vinos. Nunca le habían gustado, pero se animó a perder el miedo a probar cosas nuevas. Se sentó en una mesa apartada, donde olía a azahar y a verano, a cera derretida y a uva fermentada. Se oían los acordes de una guitarra mal afinada y las curtidas manos de un viejo música en una caja. Una mirada y tan solo tres segundos fueron necesarios para quedarse prendada de los gestos de sus manos. Estaba tan brillante, tan helénico, tan seguro y pausado, tan elegante y descuidado. ¿Cómo tuvo la sensación de haberle echado de menos cuando aún estaba en proceso de saber sobre su vida? Ella, que se volvió tímida y cobarde, miró hacia otro lado, sabiendo que el aura de misterio que le rodeaba causaría efecto y lo atraería, con ese mágico magnetismo.

Empezó una guerra en la que las principales armas los despuntaban a ambos: esos labios que se mordían, las sonrisas que no iban a ninguna parte, los juegos enredándose el pelo... Esas cosas los estaban atrayendo tan rápido que la anarquía tomó las riendas y se acercaron para hablar. Comenzaron como tienen que comenzar las cosas tan caóticas, con un solo beso cerca de la boca. Sentía que el corazón le dio de sí, de tanto latir por él en tan solo un momento. La cautivaba, bailando, cada noche cuando cenaban a la luz de las velas, en cada pecado compartido que surgía en sus conversaciones, con esa cantidad de risas y de besos que se daban. Le trastornaba, con esas ideas tan disparatadas y los planes que anclaban sus instintos. No quería soltarlo, ni un segundo, pero ante todo (y eso era lo más importante) quería su felicidad.





No sabía qué acabó sucediendo, de verdad que no lo sabía. Era un tipo de lo más risueño, despreocupado, nada leal a las mujeres y capitán de su propio barco. Sus amigos se quedaron asombrados cuando lo vieron días después de la cata de vino. Uno de ellos se lo encontró en el mirador, riendo a carcajadas con una chica de las que llamaban la atención. Le brillaban los ojos, hablaba de una forma distinta, estaba más atento de las cosas que antes odiaba, como el móvil o una brisa más intensa. No había pasado demasiado desde su última relación, pero es que esa chica le había cambiado. Se despertaba con ganas de un café a su lado, de soplarle el humo a la cara, de verla dormir sentada en el sofá, de hacer cosas cotidianas con ella para que esa parte de semidiosa se acercase un poco más a la Tierra que él observaba ahora desde las nubes. Tan poco tiempo después y la amaba, de una manera inconsciente, e iba a su encuentro lentamente, haciendo etérea esa sensación de ingravidez que sentía cuando estaba a su lado. 

Le parecía que la habían hecho tanto daño que no llegaba a confiar ni en sí misma, pero se notaba su perspicacia, una chica inteligente que era capaz de quitar el aliento con tan solo la mirada. Su voz lo volvía loco, hasta puntos tan insospechados que resultaba peligroso. Peligroso, tal vez, porque era agradable y bonito eso de tener alguien que perder, de poder decir que estaba enamorado de verdad, de dejar a las niñatas que no le completaban, de apartarse de los océanos grises en los que le habían arrastrado otras veces. Su mar estaba lleno de vida, de poesía, de inocencia y picardía. 
Lo dejaba atónito cuando hacía algo como morderle la oreja de repente, o cuando la veía leer bajo los rayos del sol. Creía amarla cada vez más cuando cerraba los ojos e inspiraba fuerte creyendo que nadie la veía, intentando atrapar el verano en su interior. Pretendía sorprenderla y llenarla de mimos, llevarla a lugares en los que no hubiera estado, recomponerle el corazón a base de besos, hacerla bailar y darle vueltas para que dejara de ser aquella pequeña de las dudas infinitas.

miércoles, 30 de julio de 2014

Qué bonito es tener algo que perder

A veces no nos damos cuenta de lo inmensamente necesarios que nos volvemos para alguien. Siempre nos resalta más nuestra propia dependencia, nuestros sentimientos, nuestro corazón. ¿Pero y cuando somos nosotros las alas de libertad para algún espíritu inquieto?

Allí, ladeada sobre un sofá mullido y tan cálido que emana calor de manera natural, quizá calentado por el sudor de nuestros cuerpos o tan solo por los rayos de sol que lo cuidaron por la tarde. Y sin embargo, siento frío. Unos labios me dicen que vaya, que no tenga miedo, que los precipicios acaban en caídas alucinantes y que si no fuera así, él me salvaría del abismo. Sea como tenga que ser, allí me encuentro, en plena oscuridad y (como única melodía) el acompasado ritmo de nuestras respiraciones jadeantes. Yo, que me conozco más que nadie, me recuerdo la hora que es, que fuera hacen treinta y dos grados, que la matrícula de mi coche acaba en mi número favorito, 23, todo ello cosas que me aten un poco a la vida real. La locura no perdona y me lleva por unas nubes perdidas.

Siento algo dentro que tengo que decir. He de encontrar una manera para verbalizar lo que siento: que mi único objetivo en ese momento es juntar aún más nuestros cuerpos, hacernos uno, bebernos despacito. Pero las palabras son muy fuertes y ya fue dicho por algún sabio, se las lleva el viento. Eso que necesito decir, que mi alma desea gritar no es más que un atronador "te quiero" en medio de tanto silencio desconcertante.

Comienza a temblar. Los músculos se le tensan y se muerde el labio. Él necesita lo mismo, pero es complicado... siempre es complicado. Y de repente, lo único que quieres es explotar, estallar de felicidad y, sobretodo, hacerlo a su lado. Porque sí, los sueños están bien, pero es mejor estar con él. Arena y sal, ginebra y ron. Verano, calor, nuevas experiencias y el contador con las ganas de besarle a tope. 

Al respirarle solo puedes notar azul, un azul despejado que se refleja en el cielo y en sus ojos. En los tuyos su imagen, que denota una admiración especial, como un juguete nuevo que no quieres soltar y que podrías estar horas redescubriendo. Dale la mano, ¿qué más da que sea raro? Corred y daros prisa, no hay tiempo para tonterías. Y reír, reír hasta que los pulmones no os permitan exhalar más . 


A veces, nos damos cuenta de que hemos perdido tanto el tiempo que cuando algo así está delante, probablemente nos tropecemos. Pero tropezarse es bonito, equivocarse es normal y desembarcar excitante. Me pregunta qué me pasa, que tengo mucho peligro, que no me encuentra fallos...yo me derrito y solo soy capaz de dejarle ver una sonrisa y soltar pequeñas carcajadas, esas que muestran que me encanta, que tengo muchas menos virtudes que defectos, que quiero comerle la boca y decirle que las cosas serias nunca fueron lo mío, a pesar de que me iría a un lugar ocre donde amanecer sin prisas a su lado y firmar donde fuera para no soltarle. ¿Las cosas serias? Serio es no ser capaz de dejar de dar tumbos durante años y que aparezca ese ser para el cual eres también su salvación, para que en menos de lo que dura uno de vuestros besos, te haya apetecido decirle mil veces al odio "te quiero".






domingo, 20 de julio de 2014

La poesía de los valientes

-Y para ti, ¿qué es el amor?

-Es como pisar el suelo caliente y suave después de llevar horas y horas pisando la nieve. Es tragar agua cuando caminabas bajo un desierto seco de esperanza. Es sentir que no hay peligro cerca más allá de parpadear y perder a esa persona durante unas fracciones de segundo. Es recrearse en ese pensamiento de seguridad, sonreír, bajar la mirada y estrechar con fuerza a la belleza personificada.

El amor es esa sensación de tener miedo a perder algo, esa sensación tan maravillosa de que no vas a caer; porque confías. Amar es perder el tiempo de una manera tan tonta que cuando mires a un calendario solo recuerdes haber estado una larga estancia en la cama tumbada, escuchando el silencio y desprendiendo la calidez propia del primer rayo de sol del día.

El amor puede ser aquel relámpago que asusta y hace temblar, pero que asombra hasta puntos tan extremos que queremos ser atravesados de arriba a abajo. Amar es empezar a creer de verdad en las cosas no perecederas, en los futuros planeados y en las navidades juntos.

El amor es volver a casa después de un largo viaje y encontrarlo todo tal cual lo habías dejado cuando saliste por última vez de ahí. Es entrar a la cocina y recordar ese olor tan propio del hogar. El amor es no poder dejar de tensar los músculos cuando escuchas su nombre, y no poder evitar ver en todas partes coincidencias que te recuerdan que, en algún lugar, esa persona también piensa constantemente en ti.

El amor es eso que cada uno celebra todas las noches antes de dormir y que conmemora el día de San Valentín, porque las canciones cobran sentido y la música vibra en tu interior. El amor es algo tan mágico que se puede expresar de muchas maneras y en todas direcciones, con una potencia de la que se desconocen los límites. El amor, es la poesía de los más valientes.

viernes, 18 de julio de 2014

Junto a las inmóviles agujas del reloj

Hay ocasiones en las que, simplemente, nos duele el alma. Nos duele el alma y el corazón y toda la presión que somos capaces de imaginar nos aplasta el pecho, impidiendo que la sangre nos caliente y nos haga recuperar la cordura. Cuando esto pasa, todo comienza a desmoronarse y lo que antes parecía un movimiento mecánico, ahora parece la técnica más difícil del mundo.

Estamos hechos para sentir, para llorar, para pasarlo mal y reír sin que nos corten. Estamos hechos para aprender a volar y a soñar con que nos comemos el mundo a bocados grandes muchas veces y otras a pequeños mordisquitos. Sea como sea, necesitamos ayuda. Ese aire fresco que te eleva, que te hace sentir seguro y cálido, que te hace pasarlo bien y reír sin que, en efecto, nadie ni nada te corte. 

Podemos buscar una medicina que nos desatasque la opresión pero lo más probable es que acabemos más hundidos. Besando labios que no nos importan y tirando de calles que sabes que no quieres volver a pisar. Y claro, sumidos en este pozo en el que por desgracia la oscuridad abruma y hiela, aparece.

¿No sabes que los ángeles existen? ¿No te han demostrado que es posible salvarse del infierno? Claro que sí. Que la tristeza y la soledad explotan y se evaporan en unos segundos cuando brotan de la nada espíritus y se implantan en tu vida. 


Dicen que las revoluciones nunca han salido baratas. Al final solo se trata de esperar, dejarse llevar y obviar las cadenas que nos oprimen. Echar de menos a las personas a las que quise a rabiar y ahora rabio por querer. Seguir soñando que estás ahí, en ese campo de tulipanes amarillos, suaves y frescos sobre los que flotabas junto con las inmóviles agujas del reloj.






martes, 8 de julio de 2014

Ángeles blancos y ángeles negros

Y se moría de ganas de que sus corazones se juntasen, de que las estrellas despuntasen las miradas de aquellas trampas mortales en el juego de los dos. Y sentía en el pecho aquella fuerza redonda, cíclica y magnífica que brotaba de dentro como las olas del mar rompen en los acantilados: furiosa, tremenda y absoluta.

La corrosiva sensación no hacía más que recrearla sobre sí misma, sobre ese pensamiento que la hacía florecer después de tanta oscuridad. Y es que antes de hacerse añicos ella era así de valiente, vivaz y sin miedo. Ahora parecía que el amor era el mejor pegamento para su alma descosida, que se iba bordando a cada beso, a cada caricia. 



Empezaba a ser todo como engancharse a una droga: creía que un poco le haría pasárselo bien, que repitiendo experimentaría una sensación bastante hermosa y a la vez dañina, sabía que le pasaría factura, que acabaría cayendo en un agujero, que sólo las alas negras de los ángeles pícaros le podrían hacer volar de tal manera.

Pero no entendía porqué esta vez era la fragilidad de aquel ángel blanco la que le ataba al suelo. Y le encantaba. Le encantaba aquella forma de mirarse, como comerse el mundo con tan solo desearlo. Un poder digno de otros ángeles como ella, que fueran del color que fueran, también los dañaron y ahora buscan recomponerse.


jueves, 3 de julio de 2014

"Lo mejor fue besarse y esa revolución"

Lo mejor de todo fue besarse sin saber que comenzarían una revolución. La evolución de pequeña oruga a mariposa, la metamorfosis más bella que jamás le pudo ocurrir. 

Se distraían con la suave caída de las hojas en otoño, con cómo se derretían los copos de nieve en invierno. Admiraban el florecer de los almendros y sus tonos rosáceos y vislumbraban con asombro los primeros rayos de sol del verano. 

Todo esto, junto con las sensaciones de sus sentidos más desarrollados, pasó a tener menor relevancia cuando sus ojos se enrolaron en semejante locura. Y fue curioso cómo algo tan precioso fue tan efímero, como el tiempo en que aquellos copos tardaban en fundirse.

Pero para comenzar su historia primero hubieron de cometer muchos errores. Quizá el primero fue creer que el amor era algo barato que comprar en los labios de la primera persona que estuviera de oferta, y que el deseo de sus curvas paliaría la sed de placer inmediato. El segundo, y tal vez más importante, fue pensar que el amor no existía, que era una cosa que muy pocos alcanzaban enajenados por una ilusión transitoria. De esto se perdieron muchos momentos mágicos entrelazados entre los brazos de alguien que les diese calor. Finalmente, obviar que las cosas grandes comienzan con algo tan simple como miradas fugaces o suspiros repentinos en la barra de cualquier bar.


Enloquecieron. En poco tiempo se bebían mutuamente sin descanso. Era tan inexplicable que no merece la pena esforzarse en definir algo tan surrealista y a la vez tan real como que la vida se agota, igual que el amor. Es lo que tienen las primaveras, los sonidos definidos, la fugacidad y los colores de una sombra. Terminó, y fueron felices después de eso, pero nunca de la misma manera, nunca maravillados ante esas tres creencias que desmintieron en el momento de conocerse.



Un poco diablo, un poco perdido

Yo ya no sé si soy un poco diablo 
o soy el diablo que aguarda en tu pecho;
solo sé que perdí todo el derecho
a pedir que aflojaras la soga de mi cuello.


Y no rozo el mar en el que era capitán,
ni surco las aguas de tu boca infinita.
Tan solo rompen las olas torcidas
en lo que ahora son cataratas de hielo.

Un hielo ardiente que abrasa el alma,

unas olas nacidas de tu pelo en llamas,
una boca que ocasiona destellos moribundos
y un capitán que hace tiempo perdió el rumbo.

Mas no temo al deseo de admirarte,

ni odio la fragancia que me recuerda a ti,
tan solo me quemo por dentro 
cada vez que pienso que no te tengo aquí.

Pero diciembre es más sabio y el tiempo le concede

el maravilloso privilegio de llevarse mi memoria,
que enraizada a tus alas se rompió como cristal;
de quererte por las noches y cuidarte en las mañanas
o de amarte por las tardes y fijarse en tu mirada.

sábado, 7 de junio de 2014

Castigo emocional

Somos seres automutilados. Nos hacemos daño constantemente con tan solo la fluidez de nuestros pensamientos. Nos destruimos interiormente creando situaciones que ni por asomo tienen porqué suceder. Nos torturamos con preguntas que nos acaban acechando incluso en nuestros sueños; tan solo por una burda imagen ficticia.


Complejos o no, los seres humanos no aprenderemos a despejar la cabeza. Puedes entrenarte, repetirte una y otra vez que es mentira, intentar dejarte llevar, tener fe, no pensar en los problemas y solucionarlos una vez los tienes delante; pero nadie puede resistir a esa especie de castigo autoimpuesto cuando las cosas nos duelen de verdad.

Vaya, ¿será pesimismo? ¿Un poco de decadencia gratuita y pérdida de esperanza por la sociedad? Es posible. Solo sé que esto no sirve de nada. Así que lo mejor será evitar hacer daño y que te lo hagan, sin imaginar constantemente esas hipótesis torturadoras ante las que nos quedamos paralizados como espantapájaros y fantoches bajo el sol.